Los Brazos de Morfeo.

42.

Morfeo:

—¡Arranca, maldita sea! —exclamo intentando sentarme, pero los dolores insoportables no me lo permiten.

—No arranca... —dice intentando encender el coche.

—Pues haz que lo haga —espeto mirando por el espejo retrovisor a esa cosa a dos metros nuestro, entonces tengo la estúpida idea de mirar a los lados del auto y me encuentro con que cuatro más caminan desde ambos lugares.

El auto arranca y Victoria acelera a fondo, sacándonos de la estación y del alcance de esas cosas. La energía oscura brotaba a borbotones de esas criaturas, como si estuvieran hechas de ella.

—Bien, eso estuvo cerca —dice con un suspiro de alivio, pero entonces las ruedas del auto estallan y perdemos estabilidad.

Algo nos impacta desde un costado con una fuerza tan impresionante, que el coche se eleva en el aire y cierro fuerte los ojos, a la espera del impacto.

Una corriente de aire transmite escalofríos en mi cuerpo y oigo que la puerta se abre. Me siento caer y cuando los abro, Victoria me tiene en sus brazos como si no pesara absolutamente nada.

—Esto es... Extraño —mascullo mirándola y ella me baja suavemente.

—No estás en condiciones de pelear y considerando que te buscan a ti, te sugiero que escapes por el bosque —dice señalando los árboles a su espalda—, la cosa se pondrá fea.

—Pero, ¿qué son? —exclamo cuando veo a esas siluetas de personas envueltas en oscuridad, acercándose.

—Demonios, no me extraña que te quieran, después de todo, estuviste en posesión del Espíritu Santo —explica.

De repente, su cabello oscuro es envuelto por llamas, su ojo izquierdo se tiñe de azul y el otro brilla en rojo, retrocede un paso y me empuja hacia el bosque, indicando que corra, pero no quiero huir.

¿Por qué siempre debo hacerlo?

—Te ayudaré, me buscan a mí, después de todo —mascullo.

—Victoria Steph, tiempo sin verte —dice una de las siluetas y cuando la oscuridad en ella se desvanece, me deja ver a un hombre alto, de contextura delgada y ojos color sangre.

—Sí... Bueno, cuando alguien intenta asesinarme, suelo cortar comunicación con ese alguien, ya sabes, para evitar... Incidentes —Se encoge de hombros con normalidad​—. Me sorprende verte fuera, Abbadon.

—Me envían por él, de todas formas, no tengo ánimos de jugar contigo, Vics, espero lo entiendas, tuve una noche algo intensa causando desastres en la ciudad y estoy algo agotado —dice el tal Abbadon fijando sus ojos en mí.

—Es una pena, debo entregarlo lo suficientemente sano como para que pueda caminar solo, así que, me temo que eso no será posible.

«Mucha charla y poca acción por aquí...»

Las criaturas se abalanzan sobre ella, pero se mueve a una velocidad impresionante y las esquiva, toma a una del cuello y de un apretón lo destroza, otra de ellas la toma por detrás, pero Victoria le da un cabezazo y se la quita de encima rápidamente.

Pero entonces, más y más van apareciendo, haciendo que le sea más difícil luchar.

«Debo hacer algo...»

Si dejo que las almas me posean como para luchar, no sé si podré liberarme de ello, tal vez cometa más estupideces... Y sin ello, no puedo pelear.

Pero tampoco puedo quedarme de brazos cruzados.

Estoy por hacer algo, cuando Abbadon aparece tras ella y pone una daga en su cuello, haciendo que la lucha cese y las criaturas se alejen.

—Bien, Morfeo, la cosa es sencilla, debes venir conmigo porque mi señor tiene un trato que puede interesarte —dice con una sonrisa que muestra unos largos incisivos y unos dientes de oro.

—¿Un trato con el diablo?, ¿eres consciente de que somos de mundos totalmente diferentes?, No me vengan con idioteces de almas, que la mía ya está bastante podrida como para venderla —espeto cruzándome de brazos.

Va a decir algo, cuando alguien lo empuja lejos de Victoria. Lo primero que veo, son unas enormes alas compuestas por fuego puro, un joven lo mira con sus ojos encendidos en rojo brillante y una sonrisa engreída se forma en sus labios.

—Abbadon, por favor, no tenemos tiempo para tus idioteces, debemos llevar al tarado de ahí a otro lugar, y no quiero lidiar con Georgina enojada, así que o nos dejas ir, o te hago pedazos —dice él señalándome.

—Ni yo tengo tiempo que gastar en ti, Kabock, necesito a ese Dios y lo necesito ahora, así que no se metan conmigo, híbridos —espeta el demonio mirándolo.

Las sombras me rodean en segundos y soy incapaz de moverme.

—¡Morfeo! —exclama Victoria justo antes de que las criaturas me arrastren, atravesando el suelo y metiéndome en la oscuridad.

========

Kol:

Al oír los gritos provenir de la oficina de Georgina, me acerco a la puerta para poder escuchar lo que sucede.

—¡¿Quieren explicarme qué hace un Dios griego en el infierno?! —chilla ella.

—Tal vez fue a dar un paseo —oigo que dice Zed Kabock.

—Cierra la boca, Zed, no quiero ni oírte —espeta mi jefa—. Son unos incompetentes.

—¡No fue mi culpa!, Si Pitoria no se hubiese ido sin avisarme, esto no habría pasado.

—¡Bien!, ¡No es culpa mía si duermes como un tronco, Zed! —exclama Victoria—. Cuando supe su ubicación intenté avisarte por una hora, ¡y tú no te despertabas!, Hice lo que pude.

—Me tuviste conduciendo por un día entero, ¿qué esperabas?, Todo porque le tienes pánico a las alturas y no podíamos tomar el helicóptero, ¡pero claro!, Con la gaviota no tenías problema en volar —espeta y se oye el silencio.

—Escuchar conversaciones ajenas es de mala educación, Kol —dice alguien a mis espaldas, cuando me giro, me encuentro a Baek mirándome con desaprobación.

—Estaba interesante, ¿qué quieres que te diga? —susurro y lo sigo por el pasillo, aunque quisiera seguir escuchando—. ¿Ya han llegado los dioses?




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