Los Brazos de Morfeo.

44.

Thor:

El pánico me recorre, nunca me sentí tan perdido en mi vida, nunca había experimentado tanto terror junto.

Noah está convulsionando, debido a la uva que ingirió, gritos desgarradores se escapan de su garganta y no sé qué hacer con esto.

—Noah, ¡resiste, Noah! —exclamo intentando sostenerla para que pare de moverse de esa forma, pero apenas la toco, me quema.

Está ardiendo.

—Noah... Por favor, para —murmuro, preso de la frustración pura.

No sé qué hacer, no sé cómo hacer que pare. Si esto estaba envenenado, ¿qué se supone que haga para impedir que muera?

—¡Maldita sea! —exclamo.

La sangre comienza a salir de su boca y la pongo de costado para que no se ahogue con ella, sus ojos siguen cerrados, su cuerpo para de temblar y todo se queda en silencio.

Frunzo el ceño y con inseguridad, pongo una mano en su espalda y la sostengo.

—¿Noah? —pregunto, pero no contesta, no se mueve.

No respira.

De repente siento un escalofrío horrible, la chimenea se apaga y la puerta es abierta por una ráfaga de viento helado.
Una luz verdosa se acerca con elegancia y suavidad.

Al instante identifico lo que es, un Vætir, un espíritu del bosque de Asgard, no comprendo qué hace aquí o como salió de allá, pero son conocidos por sus poderes curativos y por ser serviciales.

Se mueve por la habitación, hasta la fuente con uvas y se introduce en una de ellas, ésta brilla, distinguiéndose del resto. De inmediato la tomo y la meto en la boca de Noah, la fruta se deshace en su boca y el brillo verde se mete a través de su garganta.

Todas las venas de su cuerpo se tornan de aquél color verdoso y reacciona. Sus manos heladas se aferran a mis brazos y sus ojos azules me miran.

—¿Estás bien? —pregunto al cabo de unos segundos.

—¿Qué...?, ¿dónde estoy? —murmura separándose de mí. Lleva una mano a su cabello, como si le doliera la cabeza.

—Estás a salvo —digo con una leve sonrisa—, te saqué del Olimpo porque estaban haciendo cosas... Imperdonables contigo.

Me lanza una mirada cargada de sentimiento y se levanta, se mira la remera que le puse para que no esté desnuda, le queda tan grande, que le llega hasta el muslo.

—¡¿Qué diablos?!, Mi ropa... —exclama retrocediendo.

—Es una larga historia... Pero cuando te traje, no tenías nada puesto —explico intentando acercarme, pero me aleja.

—No te atrevas a ponerme un dedo encima —chilla—. Debo... Debo irme de aquí, ¿dónde estamos?

—En un lugar seguro, si sales, cualquiera podría rastrearte, ¿entiendes?, En ésta cabaña, estamos fuera del radar.

—Necesito ir con... —Se detiene abruptamente, como si recordara algo.

Por un segundo pienso en decirle que Morfeo fue por ella, pero rápidamente descarto la idea. Querrá ir por él y logrará que la maten.

—No puedes, te llevarían de vuelta, ¿acaso quieres eso? —digo acercándome—, Yo no voy a hacerte daño, Noah.

—¿Por qué haces todo esto? —exclama—, Simplemente no lo entiendo. ¿Qué te hace arriesgar tu vida de esa forma por mí?

—Prometí protegerte.

—¡¿A quién?!

—¡A Emeraude! —confieso y siento que voy a derrumbarme.

Ella frunce el ceño, confundida y retrocede.

Caigo de rodillas al suelo, torturado por los recuerdos.

—Pero, tú la mataste...

—Fue un accidente.

—¿Qué tenías tú que ver con ella? —Su voz tiembla.

Sonrío sin humor y las lágrimas queman en lo más profundo de mis ojos, comienzan a salir sin que yo les dé permiso y no me esfuerzo en limpiarlas.

Yo la amaba.

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Mi mente es un mar de recuerdos asquerosos.

Asquerosos en el sentido de lo inoportunos que son. Es como si mi mente quisiera torturarme. Pero lo peor de todo, lo que más me destroza en éste momento, es el llanto de Noah.

Mis palabras rompieron algo dentro de ella, se notó en el instante en el que le dije que amaba a Emeraude, simplemente se levantó y se encerró en la habitación, donde no ha parado de llorar y en ocasiones, gritar.

Sé que lo que le dije no es lo único que la atormenta, pero no ha parado en dos horas. Esto solo me hace sentir peor conmigo mismo.

La primera vez que lloré, tenía diez años, mi padre había castigado a Loki por algo que yo había hecho. Pasó hace tanto tiempo...

La segunda vez fue cuando lo de Emeraude ocurrió; traté de bloquear cualquier recuerdo con respecto a ella, su risa, sus ojos ambarinos, esos hoyuelos tan maravillosos que se formaban en sus mejillas cada vez que sonreía, su voz suave y con ese toque salvaje y desafiante que también oigo en Noah... Traté de concentrarme en la promesa que le hice, que protegería a su prima.

Y lo he hecho pésimo.

No pude ayudarla cuando los guaridas la lastimaron, no pude mover ni un dedo más que para facilitar la huida de Morfeo cuando se la llevó. Si Zeus desconfiaba de mí, iba a ser mi fin y si yo moría, ¿quién iba a protegerla?

Si lo enfrenté, fue porque ya no pude soportar que le hicieran ese tipo de cosas y ahora nos até una soga al cuello para ambos, no podemos salir de éste lugar, no tengo idea de qué comeremos o de cómo sobreviviremos aquí.

Su llanto había bajado el tono hace unos minutos, pero ahora se ha intensificado; no sé si entrar, ella debe necesitar su momento para desahogarse. Pero si está tan mal como yo, necesita algo de consuelo.

Yo lo necesito.

Necesito que alguien, por alguna vez en mi eterna vida nublada de demostraciones bárbaras de valentía, me diga que me calme; necesito volver a cuando yo era un niño consolado por su madre, a cuando secaban mis lágrimas y me rodeaban con brazos cálidos. No puedo ser siempre el fuerte, no puedo...

Me arrastro hasta apoyar mi espalda contra la puerta de la habitación donde está y  reposo una mano sudorosa en mi frente. Me impresiona poder sudar con el frío terrible que hace.




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