Los Brazos de Morfeo.

45.

Morfeo:

Sentirse bien, es raro. Siento que he pasado una eternidad torturado por esos espíritus.

Me aterra la capacidad del Diablo, con un toque, hizo que se calmaran, me dio el control sobre ellos y ahora puedo moverme y pensar con claridad. Las voces ya no se oyen, aunque no confío en la paz que me ha transmitido ese trato... Mentiría si dijera que me arrepiento.

Lyell es un ser extraño, es bastante alto, tanto como yo. Sus ojos son rojos como la sangre, su rostro es hermoso, a pesar de su ruda y cruel naturaleza. Viste completamente de negro y no ha dicho una palabra desde que salimos del infierno.

Subimos a un auto, más lujoso y llamativo de lo que quisiera, y ya llevamos dos horas de viaje en silencio.

Recuerdo que Hades me había hablado de un Lyell...

Oh, rayos...

—¿Eres el padre de Jasper? —exclamo rompiendo el silencio, él ni siquiera me mira.

—Sí —Solo dice, no puedo ver ninguna emoción en su rostro.

Esto es confuso, ¿qué clase de mal chiste es este?, Jasper es mitad dios... ¿mitad demonio?, ¿cómo es posible eso?

—¿Skadi sabía ésto? —pregunto y cuando una sonrisa engreída se forma en sus labios, me arrepiento.

Pero claro que no lo sabía.

—Esto no tiene sentido —mascullo desviando mi mirada hacia la ventanilla, las gotas de lluvia comienzan a descender por ella y un pánico ridículo comienza a apoderarse de mí.

—Necesito al niño solamente, Skadi solo fue la incubadora viviente.

—Eso sonó ridículo, ¿tienes idea de lo que esa mujer va a hacerte cuando se entere de lo que hiciste? —exclamo.

—Que yo sepa, ella también disfrutó de aquello, fue con su consentimiento —Se encoge de hombros.

—Ella no sabía que eras... Un demonio.

Las gotas de lluvia comienzan a intensificarse, golpeando fuerte el parabrisas del coche.

—¿Falta mucho para llegar a donde sea que quieres llevarme? —pregunto mirando hacia todas direcciones.

—Faltan unas dos horas más, la ONP está más lejos de lo que creí, además hay campos que impiden abrir un portal hasta ahí...

Dejo de escucharlo, mi vista se fija en algo del otro lado de la carretera, donde los árboles asoman. La lluvia está peor que antes y puedo ver como la ventanilla comienza a agrietarse.

—Creo que vamos a mojarnos un poco —comento sentándome mejor.

Tenemos al menos, seis autos más delante de nosotros, si es lo que yo pienso, debo ver la forma de impedir que más humanos mueran, después de lo de Japón... No podemos llamar más la atención.

—Gira aquí —ordeno señalando el bosque.

—¿Es broma? —Se burla el demonio sin hacerme caso.

El parabrisas se agrieta más.

—¡Que gires aquí, estúpido! —chillo apoderándome del volante.

Entramos en el bosque, esquivando con dificultad los pinos que se cruzan en nuestro camino. Lyell maldice e intenta quitarme de encima, pero no podemos detenernos, algo nos persigue.

Algo insoportable y bastante vanidoso.

El demonio frena de lleno y el auto se detiene.

—¡¿Qué crees que haces?! —exclama haciendo ademán de golpearme, pero salgo del auto antes de que pueda hacerme algo.

La lluvia parecen pequeños cuchillos, no tarda en cortar mi piel por todos lados. Rasga mi ropa, hace sangrar mis extremidades y mi rostro.

El ligero ardor que esto causa es soportable, mis heridas se regeneran enseguida, pero vuelven a formarse otras.

—¿Qué es esto? —murmura el demonio saliendo del coche.

Voy a hablar, pero algo me impacta por detrás con una fuerza impresionante, mi columna se hace pedazos y un gemido se me escapa mientras vuelo por los aires, hasta impactar contra el tronco de un árbol. Caigo pesadamente al suelo y ya puedo sentir mis huesos​ acomodarse.

Me pregunto porqué siempre termino con la espalda hecha pedazos...

—Volvemos a encontrarnos, Morfeo —dice Frey acercándose.

—Oh, cállate que fuiste tú el que me buscaba —mascullo levantándome—. ¿No te golpee lo suficientemente fuerte la otra vez?

Sus ojos grises se fijan en los míos y eleva una mano, puedo ver como una ráfaga de esas gotas de lluvia filosas me atraviesa, pero el agua que queda dentro de mi cuerpo comienza a cortarme como cuchillos. Me quedo sin aliento y termino de rodillas, no sé cómo quitarme esto de dentro de mí.

—Mierda —murmuro apretando mis puños.

Una llama rojiza ataca al dios de la lluvia y abro los ojos como platos cuando Lyell se para frente a mí.

—¿Y tú qué se supone que eres? —Se burla Frey cuando logra liberarse de las llamas.

—No tengo tiempo para esto, tengo cosas que hacer —espeta el demonio acercándose al dios.

Percibo algo a lo lejos, intento levantarme, pero el dolor causado por el ataque de ese tipo no me lo permite.

—¡Lyell, cuidado! —exclamo y él da un paso a la izquierda, justo a tiempo para esquivar una especie de hacha.

Unos juguetones ojos violetas me miran y una risa infantil brota de los labios de Rain, la Elfa favorita de Frey, era tan obvio que el infeliz no vendría solo...

—Eso estuvo cerca —exclama el demonio retrocediendo hasta llegar a mi lado.

La Elfa de cabello negro y ojos morados levanta el hacha de color plateado, con flores de piedras preciosas grabadas en el mango y nos mira, luce completamente desquiciada, fuera de sí.

—Hey, Morfeo —Me susurra Lyell—, ¿tú contra la loca esa y yo contra el dios?

—Rain, mátalos —ordena Frey y todo ocurre muy rápido.

La Elfa aparece junto a mí y logro esquivar su ataque, pero la hoja del hacha me roza el brazo, causando un leve corte. Siento la adrenalina acumularse en mi cuerpo, la energía oscura comienza a moverse, marcas oscuras se aferran  a mis brazos y el dolor desaparece.

Rain trata de atacar a Lyell, pero él la enfrenta con sus llamas. Frey intenta atacarme nuevamente, el agua de lluvia se transforma en filosos cuchillos translúcidos que me enfrentan.




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