Los Brazos de Morfeo.

48.

Morfeo:

Estoy por atacar a Santiago y Nale, por sacar toda la furia que tengo dentro, cuando todo se torna negro.

Me siento caer, soy rodeado por la oscuridad de lo que parece ser inconsciencia. Un gélido escalofrío me recorre la espina dorsal y trago duro mientras trato de procesar lo que sucede.

De repente, ante mí comienza a brillar un cielo nocturno, uno que jamás he visto antes, luce irreal, impresionante e imponente.

Entonces la realidad me golpea y retrocedo en el suelo negro bajo mis pies, maldigo para mis adentros mientras veo como las estrellas comienzan a unirse, formando una constelación, una mujer.

—Dios del sueño —dice mi madre, Nyx con su tono de voz tan intimidante y cálido a la vez—, no has estado haciendo tu trabajo como es debido.

—Madre, ¿crees que puedo deshacerme de las pesadillas de la gente en medio de una guerra? —Mi voz suena tajante—, Zeus destruirá todo, tú deberías entender lo que quiero lograr, madre.

—Conoces tus responsabilidades más que nadie, Morfeo. ¿Es que no comprendes la vitalidad de tu oficio?

— ¿Absorber la basura de los demás?, Madre, creo que dioses como  Ares podrían tolerar una pesadilla por una vez en sus eternas vidas —espeto.

Ni siquiera puedo creer que estoy hablando con mi madre. No lo he hecho desde hace siglos y siglos...

Apenas recordaba su voz.

—Mira en el monstruo en el que te has convertido, hijo mío —escupe lo último con desprecio—. Haciendo un pacto con una entidad maligna por tu egoísmo.

— ¡No estoy siendo egoísta, madre! —exclamo con frustración—. ¡Trato de salvar a los humanos de su perdición!, Se supone que nosotros debemos guiarlos.

—Hace tiempo que hemos dejado de hacerlo, cuando nos olvidaron.

Ruedo los ojos.

—No lo hicieron. Ellos tienen estatuas, libros, ¡películas sobre nosotros!

—Has estado viviendo mucho entre ellos, hasta te expresas de la misma manera, ¿lanzas sus maldiciones?, El papel humano no te queda, Morfeo, no puedes meterte con un mundo que ya no es tuyo.

— ¡¿Qué me dices de mis hermanos?! —exclamo—, Fobetor y Fantaso fueron destruidos por ese dios al que tanto caso le haces, tienes más poder que él, madre. ¿Cómo puedes dejar que te domine?

—Yo soy la noche —dice como si fuese obvio—, no tengo intención de meterme en asuntos como esos, tú tampoco deberías. Sigue el ejemplo de Tánatos e Hipnos, permanecen neutrales en el asunto.

—No lo hacen, ¿es que no los viste?, Están jugando como hacen siempre, juegan con la vida porque siempre está en sus manos, ¡van de un bando al otro!

—Pero no actúan directamente. No quiero enfrentarme a un problema por tus locuras.

—Mamá...

— ¡Siéntate! —exclama y lo hago.

Ahora resulta que soy un poodle.

—No puedo permanecer quieta mientras me desafías y haces lo que quieres. ¡Te has corrompido!, ¡tienes monstruos dentro de ti!

—Esto no habría pasado si Zeus no hubiera...

—Fobetor y Fantaso están sanos y salvos, realizando su trabajo.

—Pero...

—La que te castigó fui yo.

Siento un leve dolor de cabeza ante oír esas palabras, la traición y la indignación me llenan y arrastran hacia la frustración.

— ¿Cómo pudiste hacerme eso? —digo a media voz.

—No permitiré que arruines todo por una revolución sin sentido —espeta—, te castigué antes y estoy dispuesta a hacerlo nuevamente.

— ¡¿Es tan difícil que me entiendas?!

— ¡No te atrevas a gritarme! —chilla y mi cuerpo es golpeado por una fuerza invisible.

Intento recuperar el aliento ante el ataque sorpresivo, pero no quito mi mirada de los ojos destellantes en el cielo.

—No puedes comprenderlo, creí que lo harías.

—Esto no es por los humanos y lo sabes bien, esto es porque tu egoísmo te ha cegado. —dice—. Lo que te ha hecho Zeus fue algo que merecías, rompiste la única regla que a nosotros se nos tiene impuesta.

— ¿Y por qué ellos podían? —escupo mientras el odio y los recuerdos son como hierro fundido sobre mí—, ¿por qué se nos ha prohibido algo así, mientras que a ellos se les perdonaba?

—Porque nosotros somos diferentes, la muerte no puede crear vida. El mundo de los sueños debe permanecer como eso, un sueño. Nuestros poderes son vitales y eso no puede compartirse por un mero error.

—No... No pienso perdonar a nadie por aquello. ¿Sabes qué? —estallo—, tienes toda la razón, los humanos no me interesan, quiero la cabeza de Zeus en una lanza y la obtendré, cueste lo que me cueste.

—No si yo puedo evitarlo, has estado abusando de tu inmortalidad desde siempre, eso se ha acabado, ¿quieres pelear contra la mano que te da de comer?, Bien, vé y hazlo solo.

Un brillo me envuelve y puedo sentir como algo me es arrebatado. Todo vuelve a tornarse negro por unos segundos, hasta que mis ojos se abren.

Estoy frente a unos ojos oscuros y una mirada curiosa.

— ¿Estás bien? —pregunta Victoria.

Parpadeo varias veces para intentar procesar lo que acaba de suceder.
Me incorporo y miro a mi alrededor, Santiago y Nale ya no están aquí.

—Morfeo —dice Tsukuyomi acercándose—, ¿es que no puedes parar?

Estoy aturdido, no quiero creerlo, pero...

—Necesito un cuchillo —balbuceo rápidamente—, algo con lo que pueda lastimarme.

— ¿Te golpeaste fuerte la cabeza? —pregunta Apolo arqueando una ceja mientras se acerca.

—Hablé con mi madre —suelto y él empalidece, claro que sabe lo que significa.

Mete la mano en su bolsillo y me extiende una navaja de bolsillo. La tomo y sin pensarlo, hago un corte en mi mano izquierda, uno profundo. La sangre ensucia mis jeans, pero no me importa.

No se cierra.

La herida no se cierra.

Espero unos minutos más, en silencio, pero nada sucede.

Extiendo mi mano sana y dejo la navaja a un costado. Me levanto lentamente e intento sentir a los demonios que tengo dentro de mí, controlarlos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.