Los Brazos de Morfeo.

52.

Pandora:

El Kitsune se sienta sobre la tierra y me mira con sus ojos celestes, ojos que en alguien de su descendencia no son comunes, pero que en su rostro son otra historia diferente.

─No puedo creer que esté haciendo esto ─murmuro evitando su penetrante mirada.

─ ¿A qué le tienes miedo? ─pregunta fijando su vista nuevamente en las estrellas y volviéndose a recostar.

─ ¿Cómo? ─exclamo arqueando una ceja.

─Dime, ¿a qué le tienes miedo, muchacha? ─repite cerrando sus ojos─, soy todo oídos ─Y sus orejas de zorro se mueven.

─A la oscuridad ─confieso con una mueca de disgusto.

─Lo tendré en cuenta ─comenta y suspira─. ¿No te parecen hermosas las estrellas?, bien, los humanos dicen que son terribles bolas de gas ardientes a distancias indescriptibles de nosotros... prefiero el cuento que dice que son las almas de las personas que amamos, mirándonos desde allá arriba, es más pintoresco, ¿no es así?

─ ¿A qué juegas, zorro? ─espeto─, intentar cortejarme no mejora el hecho de que debo tener relaciones contigo para que me ayudes.

─ ¿Intentar cortejarte?, ¿relaciones? ─ríe─, yo nunca te pedí tal cosa.

─Dijiste que para pagarte tenía mi cuerpo ─farfullo─, y que hacía mucho tiempo que no te acostabas con una mujer.

─Exacto, hace tiempo no me acuesto con una mujer, ¿qué no estás acostada aquí conmigo en este momento? ─Sonríe de lado─, ¿qué te hizo creer que tendría sexo con una desconocida en el medio del bosque?, ¿y si me pegas alguna enfermedad?, iugh, no, gracias.

─Para tu información, no tengo ninguna enfermedad, y tú deberías ser más específico.

─Y tú deberías ser menos depravada y más literal, niña.

─No me llames así.

─ ¿En verdad quieres tener ese tipo de discusión infantil o resulta que eres niño?

─Estoy bastante segura de que tengo más años que tú, así que no puedes llamarme así.

─Perdone, abuela ─Se burla y se pone de costado para poder mirarme mejor─. ¿Qué le pasó a tu muñeca?

─Me lastimé cuando me defendí de los espíritus malignos ─explico y cuando intento ponerla en una posición más cómoda, un intenso dolor me lo impide.

─Déjame ver ─dice tomando mi mano con brusquedad, causando que chille de dolor─, puedo curarte... si me das algo a cambio.

─ ¿Acaso reconsideraste lo del sexo?

─Oye, más despacio mujer ─ríe─, estoy casado.

─ ¿Qué? ─exclamo sumamente sorprendida─, pero dijiste que hacía mucho no te acostabas con una mujer.

─ ¿Es que no puedo tener esposo en lugar de esposa? ─refuta y se deleita con mi expresión de sorpresa─, es broma, solo quería ver tu rostro de decepción.

─ ¿Quieres llevarme con los dioses de una vez? ─espeto con impaciencia─, necesito llegar con ellos ahora.

─Tranquila, iremos en un rato, las cosas allá están bastante picantes ─dice─, ¿quieres que te cure?, no podrás pelear así.

─Bien... solo hazlo.

Una sonrisa pícara decora su rostro y acerca sus labios a mi muñeca, son tan suaves como la caricia de los pétalos de una flor, una luz dorada envuelve mi extremidad como si fuese un brazalete y el dolor poco a poco se desvanece. Veo como su muñeca se dobla en un ángulo doloroso y arruga levemente un costado de su cara en muestra de dolor.

─ ¿Qué has hecho? ─exclamo liberándome de su agarre.

─Sanar tiene un precio, pero no te sientas culpable, no lo hice gratis ─Sus orejas se mueven hacia abajo y suspira─. Levántate.

Ambos nos paramos del suelo y él entrelaza su mano sana con la mía, enlazando nuestros dedos, su calidez me da paz, es una sensación tan extraña...

Entonces puedo sentir un torrente de energía fluir de él hacia mí, es tan poderoso y abrumador que por un segundo intento retroceder, pero el zorro envuelve mi cintura con su mano lastimada, causando que forme otra mueca de dolor y me acerca hasta que nuestras piernas chocan. Nuestras manos entrelazadas son la barrera que impide que nuestros rostros se acerquen lo suficiente.

─Pandora, ¿juras liberarme? ─dice en voz alta y firme.

─ ¿Qué?

─ ¿Juras liberarme? ─repite penetrándome con sus ojos claros.

─ ¿Sí? ─digo sin entender qué intenta.

─Entonces yo juro protegerte ─dice y gira su mano para que la mía quede frente a su rostro y la besa, algo me impulsa a hacer lo mismo con la suya.

Una luz destellante me ciega por unos minutos y una cinta roja envuelve mi muñeca, nuestras manos se separan y el zorro sonríe con euforia. Veo como su cola, de un pelaje castaño y sedoso, se multiplica, llego a contar nueve.

─ ¿Qué fue eso? ─exclamo intentando quitarme la cinta roja, pero no lo consigo.

─Mi cobro por haberte sanado ─Sonríe de lado y se acerca─, maldición, podría besarte en este momento, mujer. ─exclama con euforia y abre el portal de antes─, damas primero.

─Dime qué es todo esto, Kitsune ─espeto tomándolo por su ropa extraña.

─Juraste liberarme y yo protegerte, ¿necesitas más explicaciones?, iré contigo y te protegeré.

─P-Pero...

No me da tiempo a hablar, porque me empuja a través del portal.

Cuando abro los ojos, estoy parada sobre la terraza de un edificio, ante mí todo arde en llamas, las calles parecen ríos de lava, los edificios se caen a pedazos, helicópteros vuelan por todos lados y cuando logro localizar el motivo de toda ésta destrucción, quiero gritar, quiero volver por el portal y fingir que esto no está pasando.

Hiperión, el enorme titán de fuego de más de cien metros está destruyendo la ciudad, ¿cómo se supone que detendrán esto?

Es un monstruo incontrolable... los helicópteros son mosquitos para él...

─Olor a ciudad ─exclama el zorro a mis espaldas─, pintoresco, pero creo que algo se quema... en fin, pero mira como han avanzado los humanos en arquitectura, se ve que he estado mucho tiempo encerrado en ese aburrido lugar ─Se estira─, es hora de ponerme al día.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.