Los Brazos de Morfeo.

57.

Loki:


—Loki, basta —exclama Eros sujetándome del brazo y empujándome contra la pared—, basta. No hagas una locura por una estupidez.

— ¿Tu muerte te parece una estupidez? —exclamo—, ¿por qué?

—No... No quiero que ellos te hagan daño, ¿es tan difícil de entender?, Eso me destrozaría aún más, Loki. Zeus es capaz de asesinarte ante mis ojos y lo sabes, no puedo ver eso, no puedes sacrificarte por mí, a pesar... A pesar de todo lo que pasó hace un momento, no puedes hacer eso.

Sus manos toman mi rostro, temblando.

—Volvamos a la habitación, solo... Solo has de cuenta que nunca te lo dije —dice tirando de mi brazo—, vámonos, por favor.

—No puedes hacerme esto —espeto soltándome—, no puedes decirme que van a matarte y pretender que no intente salvarte, Eros, no puedes herirme de ese modo, yo...

—Así los quería ver... —dice Ares acercándose, seguido de Tyr y su mirada petulante—, creí que dejaban sus caricias para la intimidad.

— ¿Por qué?, Creí que dejabas tu asquerosa cara cubierta, pero bueno, al parecer me equivoqué —escupo enfrentándolo.

Éste monstruo me tiene harto, hace tiempo que tengo ganas de demostrarle que no tiene autoridad sobre mí ni sobre nadie. Solo es una bestia descontrolada sin cerebro.

—Eros, creí haberte dicho que te quería lejos de éste... Bastardo.

—Repítelo —espeto dándole un empujón—, vamos, ya que tan guerrero te crees, vamos, ¿golpeas a tu hijo pero no puedes tocarme?

—No lo golpeo, lo disciplino, tú no eres digno de tocarlo, asquerosa bestia bastarda, ¿al fin has podido robar el lugar de Thor? —Se burla y le atino un puñetazo.

— ¿Quieres que probemos qué tan bestia soy? —exclamo y Eros me sujeta del brazo nuevamente.

—Ya es suficiente —dice con voz firme—, ya basta de esto.

—No —musito alejándolo—, tal vez a ti te guste recibir golpes, pero a mí no y que te dañen me sabe a una patada en el estómago.

Ares entierra su pie en mi abdomen con tanta rapidez y brutalidad, que escupo algo de sangre en el proceso. Entierra su puño en mi rostro y me arroja contra una enorme columna, causando que mi columna se reduzca a miles de trozos.

—No me golpearás en mi casa, bestia. —espeta el dios acercándose—. Odín estará feliz de librarse de ti.

—Creo que deberíamos calmarnos —dice Tyr interponiéndose—, todo esto no es más que una pelea infantil, que Zeus decida que hacer al respecto.

—Me importa una mierda lo que decida Zeus, no es mi soberano —espeto mientras siento todas mis heridas sanarse.

Los guardias de Oro aparecen en la escena, rodeando a Ares, dispuestos a defenderlo si me paso de la raya.

—Mira, ya vinieron tus perros a defenderte —espeto—, ¿dejarás que peleen tus batallas?

—Acábenlo, no me ensuciaré las manos por esa basura —ordena dando media vuelta.

De repente me veo rodeado de guardias con sus armaduras relucientes y sus múltiples armas.

—Soy el dios del caos, ¿creen que podrán conmigo?

Todos comienzan a atacarme, Tyr desaparece entre los guerreros y una lanza se entierra en mi costado, mientras que una espada penetra mi hombro. La sangre cae al suelo mientras recibo golpes y más heridas de todos lados y el dolor se asienta en mi sistema como un leve picor, no puedo arrancar mi mirada de Eros, quien intercambia miradas con su padre.

Él le dice algo y mi pareja da un paso atrás para mirarme, pero un puño me arroja al suelo.

Puedo sentir el poder de la destrucción trepar por cada centímetro de mi ser, puedo sentir el torbellino de dolor que solo me hace más fuerte, me atraviesan el pecho con una espada y lo libero.

Todos los guardias salen disparados contra el suelo mientras mi poder hace que sus huesos se hagan pedazos, aumentando la gravedad en sus cuerpos y aplastándolos hasta la muerte. Me incorporo y con dar un solo paso, un portal rápido me deja frente a Ares para darle un certero golpe que le quiebra la mandíbula y lo hace caer.

—Atácame, cobarde, ¿te diviertes golpeando a Eros? —exclamo empujándolo—, Inténtalo conmigo, vamos.

Lo golpeo nuevamente, comienzo a salirme de control, pero no me importa.

Que todo el caos dentro de mí se libere.

Tyr no se mete porque sabe perfectamente que no le conviene, así que retrocede. Ares logra darme un golpe, pero lo tomo del brazo y lo arrojo con todas mis fuerzas contra el grueso muro que nos rodea.

Podrá ser el dios de la guerra y la violencia, pero le falta algo. Rapidez e inteligencia.

Sabía que tomaría el arma de uno de los cuerpos a su lado, por eso me muevo rápido y logró alcanzar un escudo a tiempo para esquivar una lanza que me arroja.

Lo alcanzo por el cuello y golpeo su cabeza contra el suelo hasta que éste se agrieta.

—Eres un inútil —espeto golpeándolo una y otra vez.

— ¡Loki! —exclama Eros y entonces capto como una espada corta el aire, me muevo lo suficientemente rápido como para que apenas roce uno de mis cabellos y me echo hacia atrás.

— ¿Te atreves a tocar un dios griego? —Me espeta Afrodita y la espada se ve tan ajena a ella que apenas puedo creer que la esté sosteniendo—, hagas lo que hagas, tu lucha y tu corazón están perdidos, dios del caos, Eros será sacrificado y no podrás hacer nada al respecto, arrodillate y pide clemencia.

—No voy a arrodillarme ante una prostituta que lo único que sabe hacer es abrirse de piernas —escupo y todo ocurre demasiado rápido.

Puedo sentir como gran parte de las espadas de los guardias muertos se introducen en mi carne con una brutalidad incurable. El dolor estalla dentro de mí y caigo de rodillas, ahogándome en mi propia sangre.

—Solo eres palabrería, Loki —Se burla la diosa y caigo.

Fue un ataque demasiado masivo.

Un haz de luz me ciega por un instante, Eros le da un fuerte empujón a su madre y entonces un centenar de flechas la atraviesan, mientras que él mueve sus dedos sobre su arco brillante.




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