Noah:
—Hace tiempo no bebía esto —exclamo deleitándome con la malteada de vainilla que Morfeo me ha dado—, que bien sabe...
—Lo sé, son deliciosas —dice Morfeo sonriendo y se sienta a mi lado en la cafetería—. ¿Te está gustando todo?
—Sí, pero claro que sí —Sonrío—, gracias.
Se aclara la garganta y bebe un poco de su gaseosa.
—Me alegra muchísimo que te guste, quería darte algo especial —dice mirando la botella entre sus dedos.
Es impresionante lo silencioso que es todo. Al no haber ni un alma más que nosotros en ésta dimensión, todo es sereno, todo es tranquilo.
—Lo has conseguido —asiento levantándome.
Camino hacia una vieja rocola al final del lugar y comienzo a buscar entre la música que contiene.
— ¿Sabes bailar? —Le pregunto y él asiente.
—Un poco.
Presiono la canción y la música inunda nuestros oídos, Morfeo se levanta y se me acerca algo vacilante, pero finalmente toma mi mano y comenzamos a bailar.
—Si hay algo que me gusta de los humanos, es su música —admite mientras me hace girar—, la nuestra es tan... Aburrida en comparación.
—El Rock es maravilloso —digo mientras me estiro y vuelvo hacia él.
—Claro que lo es —dice y me hace girar de nuevo—, y ésta canción lo es aún más.
—Es un clásico —explico—, no puedo creer que esté bailando.
—No pienses en esas cosas... —musita acercándome—, venimos a distraernos un rato.
—Sí, tienes razón —asiento y apoyo mi frente en su cálido pecho—, realmente este es uno de los mejores cumpleaños que pude haber tenido.
—Me alegra muchísimo que digas eso —Me rodea fuertemente con sus brazos—. Noah yo... Yo realmente quiero verte sonreír luego de todo lo que pasaste por culpa mía.
—No lo sientas como una obligación —mascullo separándome de él, pero me atrae nuevamente.
—No lo hago —exclama—, quiero hacerlo. Quiero hacerte feliz.
Me lo quedo mirando, sorprendida por sus palabras y sus dedos trazan círculos en mi cintura con algo de nerviosismo.
—No quiero incomodarte...
—Gracias —digo abrazándolo porque necesito aferrarme a algo, necesito tranquilizarme y procesar todas las cosas nuevas que están pasando—, todo ésto parece un sueño... Ésta tranquilidad parece una pintura fresca que podría arruinarse con un solo toque... Tengo miedo, Morfeo. Tengo miedo de que eso suceda.
—La paz es y siempre será efímera, Noah —dice acariciando mi pelo—, pero eso no significa que sea una mentira. Estaremos bien... Te lo prometo, lo estaremos, no tengas miedo de nada, princesa, todos estamos aquí para ti —dice con voz suave—, todos estaremos siempre para ti —Le tiembla la voz levemente.
—Y yo para ustedes.
«Desearía poder recostarme en la hierba»
Entonces el piso de la cafetería se convierte en un suave césped y las mesas desaparecen, dejando la habitación completamente vacía para que podamos recostarnos tranquilamente. El techo se abre y nos muestra el cielo despejado.
De repente no quisiera estar en ningún otro lugar.
—Quisiera quedarme aquí por siempre —comento acurrucándome contra el dios del sueño y él hace lo mismo.
No sé de dónde saco la confianza para todo esto, pero si no le molesta a mí tampoco.
Un escalofrío me recorre cuando juega con mis dedos como si fuesen un enigma.
—Tienes dedos largos —dice—, serías perfecta para tocar el piano.
—Hace años no lo hago, ya he olvidado como —mascullo y él entrelaza su mano con la mía.
—Creo que si hubiese hecho esto cuando nos conocimos mi entrepierna habría sufrido una patada tuya —ríe.
—Posiblemente, sí —admito entre una leve risa—, ambos hemos cambiado mucho desde entonces, ¿no crees?
—Sí, muchísimo. Pero, ¿quién diría que pasaríamos por todo aquello?
—El destino nos detesta.
—Pues vamos a vencerlo.
—Así es, vamos a hacerlo.
Nos miramos y nos quedamos en silencio. Sus ojos celestes casi violáceos me miran con calidez y luego miran mis labios. Yo tampoco puedo evitar ver esos labios carnosos que se ven suaves.
—Noah, yo... —dice acercándose un poco—, y-yo...
«Bésalo... Noah Ward, ¿en qué piensas tanto?» Me digo, creo que nunca presencié un clima tan perfecto para ese acto.
Voy a hacerlo, pero él se aparta y se aclara la garganta.
—Lo siento, creo que ya es hora de que volvamos —dice levantándose.
La vergüenza me empuja y me siento tonta de repente. Me levanto también y él toca el amatista del medallón.
—Llévate mi corazón. —recita y la luz de antes nos envuelve.
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Sacha ha puesto videos caseros en el viejo proyector que había en casa.
Tsukoyomi, luego de haberme felicitado muchas veces, se ha sentado junto a Pandora, quien mira las cintas con atención. Skadi y Hades no han parado de flirtear y hablar entre ellos en voz baja desde que empezó todo.
Morfeo se ha sentado en un sillón a parte, no puede ni mirarme.
Freya está acostada sobre mi regazo en forma de gato y Sacha está a mi derecha, satisfecho consigo mismo y sonriendo.
No tengo idea de dónde estará Loki o lo que querrá hacer de su vida, tampoco hay rastros de Santiago ni de Nale.
Tal vez...
En el video aparecemos mi madre y yo, yo tenía unos seis años y corría desde la cocina, ensuciada con salsa de spaghetti y con fideos en el cabello. Mi madre va tras de mí con una enorme sonrisa, mientras que un joven Sacha la observa con curiosidad y sin saber qué hacer al respecto. Entonces aparece Emeraude, con su trenza castaña y su uniforme escolar.
Choco contra ella y caigo sentada al suelo, me mira con algo de desaprobación y mi madre me atrapa para poder limpiarme.
—Eso fue poco después de que llegué aquí —dice Sach con algo de nostalgia.