Los Brazos de Morfeo.

66.

Noah:

El dolor es intenso, mis ojos arden tanto que los termino cerrando, mi corazón late con fuerza mientras siento como mis piernas duelen horriblemente y mis venas están en llamas. No hay lugar donde no me duela.

Estoy temblando, solo deseo que todo esto acabe... Al menos alcancé a salvarlos, al menos logré algo.

Morfeo aleja su mano de la mía y lo necesito, necesito ese consuelo que me calme levemente mientras me destrozo por dentro, mientras muero lenta y dolorosamente. Creo que a éstas alturas he vivido todo el dolor posible y sé que viviré el triple después de la guerra. No quiero que ninguno de ellos muera.

No puedo dejar que lo hagan...

— ¿Sientes algo por ella? —Oigo que dice Morfeo.

— ¿Y tú? —pregunta Thor.

—Así lo creo —dice el dios del sueño.

«Oh, Dios... ¿qué?»

Es como si por un segundo pudiera olvidarme del dolor que me azota para concentrarme en esas simples palabras. Los recuerdos de absolutamente todo lo que vivimos Morfeo y yo pasan por mi mente, lo que sucedió en el bosque, sus intentos de ayudarme, su consuelo, su amabilidad, sus ojos azules de un tono que podría ser pasado como violeta, su voz diciendo que todo estará bien y su notable arrepentimiento, sus lágrimas, su alma quebrada en mil pedazos que tal vez yo sea capaz de juntar...

—Sé que tú también. No entraré en ningún tipo de ridículo triángulo, estamos por entrar en una guerra, y estoy seguro de que Noah piensa lo mismo al respecto, es más consciente que nosotros algunas veces —dice  y se aclara la garganta—. Pero solo te pido que te alejes hasta que se recupere, que me dejes pasar este tiempo con ella, porque... Porque yo ya estoy perdido por Noah...

Una puntada fuerte atraviesa mi cabeza, haciendo que poco a poco deje de oír lo que está sucediendo y me sumerja en la oscuridad de la inconsciencia, sin que pueda dejar de dar vueltas a la conversación que acabo de oír.

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Me despierto gritando.

Encogiéndome de dolor, de frío y de agonía. Mis piernas duelen demasiado y nadie se ha preocupado de revisarlas, están rotas. Mi cabeza duele, todos mis músculos igual y mi pecho me da terribles puntadas que me hacen soltar gemidos vergonzosos.

Mi boca sabe a sangre. La tos que me ataca es demasiado bruta, causando que todo me duela más.

—Noah, tranquila —exclama Morfeo tomando mi rostro entre sus manos—, estoy aquí.

Un extraño escalofrío se hace notar entre todo éste dolor y quisiera llorar. Quisiera gritar. Siento que exploto por dentro y duele tanto...

—Noah, no llores, sé que duele —dice él tratando de que lo mire a los ojos y lo hago—, todo estará bien, estoy contigo, mi princesa —musita abrazándome como puede para no herirme, la calidez de su cuerpo es acogedora.

—Me duele mucho, Morfeo —Logro decir con voz áspera y lastímera—, no entiendo... ¿P-por qué ésto me pasa a mí? —Me quiebro lentamente, las lágrimas arden sobre mi piel y mis ojos queman.

¿Por qué?, ¿por qué yo tengo que sufrir esto?, No trato de victimizarme... No trato de que los demás velen por mí, no quiero que lloren por mí, pero... ¿por qué debo pasar por tanto dolor?, ¿por qué no puedo dejarme ir?

Mi sed de venganza no puede sobrepasar el nivel de agonía que me envuelve. Compadeciéndome de mí misma no llego a ningún lado y lo sé.

Pero duele... Y estaré más de una semana sufriendo de éste modo.

—Te pasa a ti porque eres la única capaz de afrontarlo, el dolor no es para cualquiera y tú eres fuerte, más que eso, Noah —dice limpiando una lágrima con su pulgar—, saldrás de ésto, saldrás y podrás vengarte.

Se sienta a mi lado de manera que pueda recostar mi nuca sobre su pecho cálido que sube y baja con cada respiración.

—Vivirás la vida más feliz que puedas imaginar porque eres la que más lo merece —musita aferrando mi mano—, estudiarás lo que quieras, te casarás, tendrás una familia y todo lo que desees, con una persona maravillosa que te cuide, que se deje cuidar por ti, que te ame tanto como tú lo ames y que te respete. Tendrás los hijos más bellos que habrá, ¿sabes?, Porque serán como tú —Traza círculos en mi mano suavemente​ y casi puedo dejar de concentrarme en los múltiples dolores que siento—. Serás feliz, Noah, lo sé.

“—No me odias, ¿o sí?”

—Siempre estaré aquí para ti.”

“—No quiero que me odies.”

—Por Noah yo estoy perdido...”

Una a una, las palabras tan dulces caen sobre mí, causando que un escalofrío me recorra nuevamente.

«Ay, Morfeo...»

—Morfeo —murmuro acercando su mano a mi mejilla y cierro los ojos con fuerza—, gracias por estar aquí conmigo... P-Por intentar animarme... —Comienzo a toser y él me sostiene.

—No es nada —dice depositando un beso en mi frente—, vas a ponerte bien. Eres mi chica fuerte, mi princesa guerrera. —musita, pero una puntada intensa en mi pecho me hace gemir y lamentarme—. ¿Qué te duele?

Señalo lentamente mi pecho, apenas dos centímetros por debajo de la clavícula y posa su mano allí, cálida y reconfortante entre el frío absurdo que siento. Comienza a moverla en círculos, como una caricia cuando la barriga te duele.

—Noah, yo te... —respira hondo—, te... Cubriré un poco con la manta.

Se levanta lentamente y se estira para poder cubrir mi cuerpo delicadamente con la sábana.

—Morfeo ya no tolero el dolor de mis piernas —chillo con histeria cuando choques eléctricos de dolor las recorren.

—Iré por Hades... Veremos qué hacer, debemos sanarte eso al menos, ¿sí?, Regresaré enseguida —dice y se marcha.

«¿Tú me... Qué, Morfeo?» Quisiera poder preguntarle.

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Hades:

—Noah tiene las piernas rotas —Me dice Morfeo llegando hasta a mí y suspiro.




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