Los Brazos de Morfeo.

67.

Noah:

—Esto va a dolerte —advierte Jasper—, muchísimo, el veneno se aferra al individuo, por eso es tan difícil sacarlo, pero deberás resistir.

Asiento y respiro hondo, mi pecho me duele, mis piernas fueron sanadas por Tamara, pero mis músculos están matándome. He comenzado a vomitar, ha sido bastante asqueroso.

Morfeo se ha quedado conmigo, entre mis momentos de seminconsciencia y dolor. Tratando de calmarme, de distraerme para que piense en otra cosa, me dormí con mi mano entrelazada a la suya por unas pocas y gloriosas horas, donde no sentí dolor hasta que abrí los ojos. Su respiración caliente estaba escondida en el hueco entre mi hombro y mi cuello. Quisiera hablarle sobre todo lo q pasó, poder decirle que... Que me lo diga en la cara, que lo he oído y necesito escucharlo para caer en la cuenta de que me siento caer, de que escalofríos espantosos me recorren con cada tacto, de que a pesar de lo que pasó en el fondo seguía teniéndole fe.

De que tal vez yo también siento cosas por él.

Diablos, casi lo besé y se apartó... Se apartó de mí.

—Morfeo, sujétala de los brazos —dice el hijo de Skadi y el dios del sueño sostiene mis brazos contra el colchón—. Hades, tú por los tobillos.

El dios del Inframundo​ obedece.

— ¿Estás lista? —pregunta.

—Solo hazlo.

Su energía me golpea entonces y siento como si todos los huesos de mi cuerpo se rompieran y volvieran a regenerarse, el dolor ruge dentro de mi ser, devorándome. Aprieto las sábanas y grito porque no puedo hacer otra cosa mejor, me retuerzo y trato de liberarme de las manos de los dioses. Quisiera que pare... Necesito que pare, pero si lo hace no llegaré a ningún lado.

Mi boca expulsa el líquido negro de antes con un sabor tan amargo que casi me hace vomitar. Mi ropa se ensucia más que antes y me ahogo con esa sustancia por unos segundos, un sollozo seguido de un vergonzoso gemido se me escapa y cierro los ojos con fuerza. Mi mandíbula se tensa mientras trato de resistir el intenso dolor.

Tres horas.

Serán tres horas y seguro no han pasado ni diez minutos.

—Noah —exclama Morfeo tratando de captar mi atención—, resiste, vamos, tú puedes... Tú puedes mejor que nadie —musita y una casi imperceptible lágrima desciende de su ojo izquierdo.

De repente todo se torna negro.

Estoy atado —dice la voz del Espíritu Santo—, no puedo, Nefilim... No puedo salir del enredo que me atormenta.

—Debe haber una solución, tú puedes, tú eres el ser más fuerte que hay —exclamo a la oscuridad de mi mente—, no podemos quedarnos atrás. Serás libre, seremos libres.

Nunca lo serás.

— ¿A qué te refieres? —musito—, ¡¿Acaso no te cansas de atormentarme?!

Te mienten... Siempre te mienten y tú sigues protegiéndolos.

—Eso no es verdad.

Solo quieren mi poder, solo quieren meterse en un lugar donde todo es válido, donde se encuentra el mundo en la palma de una mano... Ese plan que tanto protegen te llevará a tu destrucción, Nefilim.

Morfeo no lo haría.

—No pretende hacerlo, pero sucederá... Tarde o temprano lo hará, para que yo sea libre tú debes estar muerta.

—Te daré mi vida —exclamo—, lo he prometido, lo he dicho varias veces, cuando todo termine... Cuando todo termine te daré lo que me pides, te daré mi alma si así puedo liberarte, pues no sé puede encerrar un ave en una jaula luego de años de libertad.

Un gemido se oye y el dolor vuelve a hacerme temblar, mientras que no puedo abrir los ojos. Grito nuevamente y entonces mis ojos se abren finalmente, mirando los azules de Morfeo.

—Jasper, maldición —exclama Hades mirándolo y el dolor vuelve a estallar en mí—, detente...

—Faltan unos minutos solamente.

«¿Tanto tiempo estuve inconsciente?»


Arqueo mi espalda y por un segundo a Morfeo le cuesta mantenerme sujeta.

— ¡Ya basta! —exclamo sintiendo como la sangre desciende por mi nariz.

—Bien —masculla Jasper alejando su mano.

Mi respiración se acelera mientras trato de recuperar el aliento. Hades me suelta y Morfeo también.

— ¿Te ha aliviado algo? —pregunta el dios del Inframundo acercándose.

Comienzo a toser, escupiendo más sangre y soportando el ardor que eso causa en mi garganta, limpio con una mano demasiado temblorosa la sangre que ha descendido de mi nariz.

— ¿Cómo te sientes, Noah? —pregunta Morfeo ayudándome a sentarme en la cama, sosteniendo mi espalda.

Niego lentamente. He notado una leve mejoría, el dolor ha disminuido. Pero el proceso me ha destruido.

—Algo mejor —Logro decir con voz ronca mientras que el dios del sueño me extiende un pañuelo verde oscuro que acepto.

—Está bien, iré con los de la ONP, quieren discutir algunas cosas conmigo —dice Hades yéndose y arrastrando a Jasper consigo.

—Morfeo —musito posando mi mano en su mejilla, pero me retracto y la alejo—, ¿te molestaría preguntarle a alguna mujer si puede ayudarme a bañarme?, Estoy toda ensangrentada y lo empeora.

—No creo que Skadi quiera ayudar en eso, además de que al ser tan fría, te haría sentir peor —dice—, las chicas de la ONP apenas te conocen.

— ¿Y Freya? —musito.

Su expresión cambia radicalmente y vuelve a depositarme sobre el colchón.

—H-Ha salido —balbucea—, lo siento.

—Demonios...

—Oye... ¿quieres...?, ¿quieres que te dé una mano? —sugiere sonrojado y con la mirada desviada en un lado de la habitación.

Lo miro por unos segundos, sorprendida por su ofrecimiento y siento que también me sonrojo.

Carraspea y se endereza, dispuesto a retractarse, pero lo cazo de la manga de su remera.

—Está bien —digo—, pero... Tendrás que tenerme algo de paciencia.

Quiere sonreír, pero se sonroja más y camina hacia el baño en la habitación.




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