Los Brazos de Morfeo.

72.

Noah:


Me estrello duramente contra el suelo, mientras que puntos negros ensucian mi visión. Parpadeo varias veces, tratando de mejorarla y recibo un impacto en mi costado que me golpea contra el tronco de un árbol.

Pierdo el aliento y quisiera matarme por haber pedido mi estado físico, por no poder luchar como lo hacía hace cuatro años.

Zed camina hacia mí con una sonrisa en sus labios, en cambio Allen y Victoria lo miran con desaprobación.

—Deberías tener más cuidado —Le espeta el rubio cruzándose de brazos—, es un entrenamiento.

—Noah, estás demasiado delgada —dice Victoria ayudándome a levantarme—, deberíamos ponerte a dieta para que subas unos kilos, el calcio en tus huesos y la fuerza en tus músculos es muy débil.

—No puedes valerte del Espíritu Santo solamente —dice Zed—, si se da un combate cuerpo a cuerpo, debes estar preparada.

Asiento y me dejo caer sentada nuevamente, respirando de manera agitada y sintiendo la energía que tanto me esforce en contener. Pero es cierto.

Estoy tan delgada que se notan mis costillas, que mis piernas son temblorosas, que mis brazos son demasiado frágiles, que mi clavícula se marca más de lo que quisiera y ni hablar de mi columna. Estar secuestrada en el Olimpo y luego el ataque de Satanás me arrebató todo esfuerzo que pude haber realizado para tratar de subir de peso, de restaurar mi estado físico original.

Morfeo debe amar mi personalidad, porque alguien de su tipo jamás me elegiría por mi cuerpo.

«No, Noah... No te deprimas ahora.» Me digo y me levanto, tratando de demostrar que me queda algo de energía.

—Bien, dejemos el combate cuerpo a cuerpo por unos minutos, utilicemos nuestros poderes —sugiero—, hagamos una cosa, atáquenme los tres a la vez.

—Oye, oye... Más despacio, cariño —exclama Allen—, no querrás exigir de más a tu cuerpo, hace muy poco tiempo estabas al borde de la muerte, Noah. Victoria es más asesina de lo que parece.

—Hey —protesta ella—, yo no soy una asesina loca, solo tengo suerte.

—Suerte de haberme tenido en tu vida, así es —musita Zed y ambos le lanzan una mirada terrible.

—Ya basta de charla —mascullo—, vamos, se sorprenderán.

—Nefilim, hasta para mí no es buena idea —exclama Zed caminando por la pradera donde estamos entrenando.

—Háganlo —dice una voz a mis espaldas y cuando me giro, veo a Sacha, con sus ojos grises—, Noah podrá con eso.

Niego con la cabeza y le doy un abrazo fuerte, me devuelve el gesto con más fuerza todavía y suspira con alivio.

—No sabía qué pensar —exclama él—, no sabía qué pudo haberte pasado, Noah...

— ¿Dónde has estado? —exclamo enterrando mi rostro en su cálido pecho—, Sacha, estaba preocupada. Creí que... Que algo malo te había pasado. Pero los demás solo dijeron que con el tiempo... Volverías.

—Loki fue quien sacó al Diablo de aquí y me llevo a mi también por accidente... Todo fue bastante... Difuso, a partir de eso. Pero al fin estoy aquí.

—Creo que deberíamos hablar sobre Nale y Santiago luego —digo tocando su hombro mientras me alejo y asiente.

—Vamos, no quiero acabar tu entrenamiento —dice dándome un empujoncito hacia los tres híbridos.

— ¿Estás segura, Noah? —pregunta Allen rascándose la nuca con algo de escepticismo.

No contesto, simplemente comienzo a retroceder. He estado conteniendo la energía del Espíritu Santo desde que comenzamos el entrenamiento y ahora voy a liberarlo.

Todo estalla de una manera demasiado inmediata y casi sin que me lo proponga, Allen es envuelto en mi energía y arrojado con una fuerza brutal contra un árbol, mientras que yo aparezco rápidamente tras Victoria para enterrar mi pie en su espalda y me echo hacia atrás para esquivar un golpe de Zed, el cual maldice y entonces le atino un puñetazo en el estómago que le arrebata el aliento.

Me alejo con una gran velocidad y una llama azul los envuelve a los tres, causando que griten y se retuerzan. Me siento demasiado poderosa.

Unas enormes alas de fuego se desprenden de la espalda de Zed y disipa mi fuego, con un solo aleteo llega hasta mí con una rapidez que no llego a esquivar y me devuelve el golpe con brutalidad, aturdiéndome y robándome el aliento, su puño se estrella en mi mejilla y una bola de fuego destroza mi costado, haciéndome sentir el enorme ardor.

No tengo tiempo de recuperarme, porque Victoria me toma del brazo y me levanta para estrellarme contra el suelo con furia, sus ojos brillan de dos colores, uno en azul y el otro en rojo, mientras una sonrisa de "te lo dije" asoma en sus labios. Entierra su mano en mi costado, pero Allen me saca de allí para darme patada tras patada, hasta que un alarido se me escapa y no puedo seguir.

—Te lo dije, Noah, no era una buena idea —exclama Allen negando con la cabeza—, ¿Necesitas que llame a Tama...?

Es como si todo se detuviera. Como si todo sucediera en cámara lenta, mis heridas se recuperan al instante envueltas en el brillo del Espíritu Santo y me levanto.

«Me estoy moviendo más rápido que ellos.»

—Me impresionas, Nefilim —dice alguien desde un árbol y entonces, Tánatos baja de las ramas de un enorme Cedro.

Su cabello blanco está peinado hacia atrás, como si le molestara un poco el largo. Viste de forma básica, con unos pantalones negros y una polera del mismo color.

Se acerca con la misma elegancia y serenidad de siempre, pero su rostro permanece neutro, sin reflejar ni un ápice de esa impresión que presume.

—Tánatos —musito y el recuerdo de unos fríos dedos acariciándome el pelo en las noches donde estuve enferma aparecen en mi mente.

—Tienes algo de sangre aquí —dice posando su mano helada en mi mejilla y sacando la suciedad que oscurece la comisura de mi labio.

No puedo evitar mirar sus ojos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.