Noah:
La tensión que siento en este momento bajo la mirada de Morfeo no es molesta, es insoportable. No hemos hablado por tres días, no se ha disculpado por lo que hizo ni nada por el estilo. Y ahora lo único que hace es mirarme mientras nos encontramos frente a la mesa de juntas de mi padre, donde los de la ONP revisan la situación en la que nos encontramos.
Él se encuentra sentado a la cabeza y yo del otro lado, a la izquierda de Armin, uno de los jefes de la ONP. Sacha y Nale insistieron en que yo debía sentarme a la cabeza, en lugar del dios del sueño, pero me negué.
No me interesa hacer dramas por ese tipo de cosas.
Frente a mí se encuentran otros cuatro jefes de otras sedes de la misma organización, dos hombres y dos mujeres, una mujer de descendencia afroamericana, un argentino, una española y un francés.
La sala de juntas consta de una larga mesa de caoba y estanterías con libros a nuestro alrededor, los mismos no pueden ser sacados de sus lugares, salvo por alguien de la familia, esto gracias a un conjuro que Sacha ha perfeccionado.
—Bien, es hora de romper el hielo —dice Armin mirando a todos en la sala con sus ojos verdes—. Todos sabemos porqué estamos aquí y la situación en cuestión. Es por eso que todos trataremos de encontrar la mejor estrategia posible. Al entrar aquí, todos dejamos de ser lo que éramos, no hay dioses, no hay agentes, no hay criaturas paranormales, sino iguales. Todos somos iguales y neutros. Los dioses no tienen más autoridad que nosotros y ellos no están bajo nuestras órdenes. Así que vamos, propongan.
—Creo que es lógico que los dioses vayan al frente, no solo son más poderosos, sino también tienen las habilidades aptas para luchar contra nuestros enemigos —dice Victoria, luce totalmente seria, a diferencia de Zed, quien luce muchísimo más relajado.
—Yo no lo vería tan así —dice la mujer afroamericana—, nuestras sedes poseen en total una suma de diez mil agentes con increíbles habilidades que, si bien no todos poseen la inmortalidad, pueden mantener una lucha digna. Es por eso que propongo la reunión de información en cuanto a nuestros agentes para determinar quienes irán primeros en combate.
—Poppy, digas lo que digas, todos sabemos que los dioses son más fuertes —masculla el francés con un acento tan bello que me enloquece, tiene ojos oscuros y cabello rubio, viste con un traje elegante y el vello facial que posee no opaca su belleza—. Es mejor que ellos vayan al frente y nuestros agentes sean una especie de "reserva".
—Tonterías, tengo a los mejores agentes que la ONP pudo haber visto —dice la tal Poppy rodando los ojos.
—Y yo poseo al grupo Cuervo Azul, pero no los estoy lanzando frente a gigantes, Titanes y dioses con graves impulsos homicidas, Poppy. —espeta Armin.
—Tengo a Keegan Montgomery, su hermana Hardy, a Mikaela Charps; una de las más eficaces en batalla —farfulla levantándose—. Keegan es el segundo mejor en el mundo y su hermana la tercera, ¿Dices que mis agentes no son competentes?
—Lo que Armin dice es que no lances a niños de quince o diecisiete años a pelear en una guerra como la que se viene —refuta Zed y todos lo miran—. Los de la ONP son casi en su mayoría menores, luego de la pasada batalla contra el cielo y el infierno que se dio una vez en el pasado, hemos perdido a nuestros agentes con más experiencia. Hardy Montgomery se ha retirado de la Elite y yo sé perfectamente que no querría luchar en algo así. Keegan tiene otra hermana que lo necesita y no irá a donde sabe que podría morir y dejarla sola —dice con tranquilidad—. Es cuestión de lógica.
— ¿Por qué debemos rebajarnos tanto?, ¿Acaso es porque ellos son dioses? —exclama ella en un último intento porque le den la razón.
—No —digo y todos me miran—, es porque son parte humanos, diga lo que diga, hagan lo que hagan usted y sus agentes, no se comparará con su poder y resistencia.
—Habla la hija de un ángel que en más de una oportunidad quiso asesinarla —dice el argentino con su acento tan fresco—, por favor, Nefilim, si quieres hablar de humanidad, ¿Por qué no hablamos de la tuya?, Si en éste momento eres más poderosa que los de ésta habitación, es porque tienes el Espíritu Santo, sino serías una Nefilim corriente, ni muy poderosa ni muy débil, estarías en nuestra posición.
—Y diga lo que diga, ella sigue siendo más fuerte que usted —acota Sacha—. Los más fuertes deberían ir al frente.
—Ésta guerra es entre dioses —dice Apolo con seriedad—, y si los hemos metido a ustedes, fue por medidas desesperadas, no pretendan ir por sobre nosotros; más allá de que no sean humanos normales, deberían conocer su posición en el mundo para con nosotros.
—No trates de asustarnos con eso, dios de la luz —dice el argentino rodando los ojos—, hemos visto más guerras de las que quisiéramos y aún así, aquí estamos.
— ¿Acaso creen que son el único ejército que luchará a nuestro lado? —pregunta Hades con sorna—. Por favor, dejen de ser tan vanidosos.
—Procederé a leer lo que se nos ha ofrecido hasta ahora —dice Morfeo tomando una hoja—. Tsukoyomi ofrece parte del ejército divino japonés; siete dragones Luna o Nocturna, como prefieran; y un Kitsune, el original y por ende el más fuerte. Thor ofrece cien mil hombres; ocho lobos; seis gigantes y doscientos elfos. Cang ofrece cincuenta mil hombres. Hades unos quinientos más. Osiris y Tot ponen doce mil hombres. Skadi siete gigantes; cinco grandes espíritus del bosque invernal de Asgard y al gran y temerario Fenrir, el lobo milenario y gigante que Tyr creyó encerrar en su mundo —lee Morfeo con algo de orgullo—. Bien, tenemos alrededor de doscientos quince mil hombres, contándolos a ustedes.
—Yo hablaré con los ángeles caídos que conozco —dice Santiago—, serían unos cincuenta.
—Yo puedo convencer a los Príncipes fácilmente —musita Zed y todos lo miramos.