Los Brazos de Morfeo.

75.

Morfeo:

—Me causa mucha impotencia —dice Noah jugueteando con un pisapapeles en forma de estrella de vidrio—, pensar que... Que tanto esfuerzo fue destruido en un segundo. Creímos tocar el cielo y nos estrellaron contra el suelo.

—Dime, ¿Cómo fue exactamente que sucedió todo? —pregunto cruzándome de brazos.

Seguimos en la sala de juntas, estoy sentado frente a ella con la mesa de por medio.

—Es una larga historia —Sonríe con algo de nostalgia—, resulta que los ángeles repudiaban a los de mi especie, los asesinaban. Los cazaban y torturaban por simplemente existir. Emeraude solía estar con un humano y cuando lo asesinaron ángeles en su busca, entendió que era hora de ponerle un alto a todo el asunto. Los ángeles creían en una profecía que decía que nosotros éramos su perdición, por eso querían extinguirnos. Pero fue entonces cuando se descubrieron los seis Nefilims, uno por cada gran arcángel, mi prima era hija de Miguel, yo de Gabriel y así con todos. La profecía decía que serían Siete Nefilims los que llevarían al cielo a su destrucción —explica mirando la estrella entre sus dedos—. Por alguna razón, mi padre nunca quiso matarme, tuvo muchos hijos aparte de mí, pero decidió criarme. Trató de asesinarme en una oportunidad, pero estaba contra la pared gracias a los demás ángeles. Miguel estaba de acuerdo en que crearan un lugar donde estaríamos a salvo, tanto Em, como yo, y por eso hicieron ésta casa.

Mira a su alrededor con pesar y quisiera abrazarla porque sé que va a quebrarse en cualquier momento, pero me contengo y dejo que siga con la historia.

—Emeraude buscó una rebelión, un cambio y reunió a los Seis Nefilims, pero les faltaba uno, buscaron por mucho tiempo, y fue a último momento que se dieron cuenta de que era yo. Tenía catorce años recién cumplidos, era una inexperta en casi todo sentido, pero aún así les serví. Combinando el poder de nosotros siete, lograron romper la profecía y hacer ver a los ángeles que no éramos destrucción, sino cambio. Sus hijos, su culpa —dice haciendo girar la estrella—. En fin, logramos la paz y cuando fue la primera fiesta donde todos éramos convocados como iguales, Zeus irrumpió y lo destrozó todo. Mis padres, los Seis Nefilims, todo.

—Pero no contigo.

— ¿Estás seguro de eso? —Sonríe débilmente y frunzo el ceño.

—Basta, Noah. —digo levantándome.

Podría decir tantas cosas para arruinarlo todo de nuevo, tantas cosas crueles para cumplir con mi objetivo... Pero no puedo, simplemente no puedo, soy tan inútil.

— ¿Qué, Morfeo?, ¿Acaso no es verdad?, ¿Acaso no me ha destrozado?

—No, no lo ha hecho, estás aquí, estás conmigo —digo pasando por encima de la mesa para estar a su lado—. Estás viva.

—A esto no se le puede llamar vida, solo... Solo quiero verlo sufrir y terminar con todo lo demás —suelta retrocediendo—, con todo lo demás.

— ¿A qué te refieres?, Me tienes a mí, ¿Vas a dejarme?, ¿Vas a huir como una cobarde cuando todo termine?

El dolor que siento en mi pecho con esas palabras es abrumador, un apretado nudo se instala en mi garganta.

—No lo entiendes, Morfeo...

— ¿Qué?, ¿Qué es lo que no entiendo?, ¡Explícame!

— ¡Tú no puedes arreglarme, imbécil! —estalla y su energía la envuelve como un escudo—, ya no puedes. No puedes arreglarlo todo con un beso y unas palabras de consuelo, no volverás el tiempo atrás con eso, ya no... Si sigo aquí, es porque voy a vengarme, voy a vengar a mis padres, a mis amigos a mi prima, a todos los que me hayan hecho feliz en ésta vida y luego... Solo Dios sabe lo que pasará conmigo.

La sostengo por los hombros, su energía me quema la piel, pero resisto el dolor y no me aparto.

—Noah, cálmate.

— ¡No puedes entenderlo!

— ¡¿Por qué?! ¡¿Qué sabes tú si no puedo entenderlo?! ¡Maldita sea! ¡Trato de ayudarte! ¡Trato de hacerte sentir mejor!

— ¡Y no lo estás logrando! —chilla empujándome.

El ataque de histeria que la consume me parte el alma.

—Ya para.

—Déjame, déjame... —murmura.

—No.

—Morfeo —solloza tratando de liberarse, pero no se lo permito—, es tan horrible recordar, tan horrible soñar con ello... No puedo superarlo, simplemente no puedo —Niega con la cabeza y la sostengo entre mis manos.

—Ya está, ya pasó, no va a suceder de nuevo, no fue tu culpa, mi amor —Le digo abrazándola y sus llamas desaparecen—. No fue tu culpa y no pasará de nuevo, no estás sola y no lo estarás nunca más, Noah. ¿Dices que no puedo arreglarte?, Creo que me subestimas.

Lo haces.

Me subestimas.

Voy a arreglarlo todo y nunca más tendrás que recordar eso, nunca vas a llorar así de nuevo, voy a amarte hasta que tu corazón se reponga y el mío se destroce con lo que tendré que hacer. Irás a buenas manos, Noah, mejores que las mías.

—Tranquila, ya te tengo —murmuro contra su cabeza—, y no te dejaré caer.

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Hades:

—Esto saldrá tan bien —Sonrío engreído mientras lleno de salsa la pizza que cociné para Skadi.

—No seas presumido —masculla ella desde la silla en la mesa de la cocina—, espero que no me caiga mal.

—No lo hará, querida, mis pizzas son mágicas —La miro por sobre mi hombro y ella rueda los ojos—. ¿No me crees?

—No es eso, me siento rara. Como si... Algo anduviera mal, el ambiente se siente muy extraño —dice frunciendo el ceño y se levanta—. Tal vez debería ir a buscar a Jasp...

Entonces el ruido de una explosión la interrumpe, miles de posibilidades pasan por mi cabeza, pero no pierdo tiempo en decirle que se esconda, para poder ir a ver qué ha sucedido.

— ¡Hades! —exclama mirando por la ventana—, ¡Es Jasper!, ¡Se ha caído!

Ni siquiera espera a que yo lo vea, porque sale corriendo hacia la puerta y voy tras ella.

Ni siquiera espera a que algo suceda, simplemente congela a su hijo total y completamente.




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