Maine:
Amón me arroja al suelo y trata de alcanzarme con sus llamas, pero lo esquivo rápidamente y logro que una de mis serpientes le muerda el cuello, distrayéndolo y dándome ventaja para que pueda golpear fuerte su cabeza con un gran mazo de piedra.
Cae al piso y Abaddon aplaude con sorna.
—Bien, bien —dice con una media sonrisa—, te ha ganado una mujer, Amón, qué mal...
Le atino al demonio de la destrucción una patada en el estómago que lo arroja al suelo.
—Sí, una mujer, ¿y qué con eso, Abaddon? —espeto—. Deja tus comentarios machistas para el infierno, aquí no son bienvenidos.
Creo que no puedo estar de un peor humor, las pesadillas han vuelto y me tomé la libertad de entrenar un poco antes de que nos vayamos. Es hora de reunirnos con los demás dioses para prepararnos.
Mi ropa me espera sobre la banca a un lado de la habitación y la tomo antes de marcharme. Oigo a Amón maldecir antes de ello y acelero el paso. Necesito quitarme esta ropa sudada.
Llego a mi habitación y entro directamente al baño, donde abro la ducha y comienzo a desvestirme.
—Maine... —dice Artemisa entrando y al verme así se pone roja—. Lo siento.
—Tranquila, no pasa nada —mascullo con un suspiro—. ¿Qué necesitas?
No contesta y arqueo una ceja.
—Artemisa —Sueno algo irritada—, ¿quieres quitar tus ojos de mis pechos?
— ¡L-Lo siento! —exclama mirándome a los ojos—, son muy... Grandes.
—No sé si tomarlo como cumplido, parece que lo dijeras cómo si fuese un fenómeno —musito tomando mi remera y poniéndomela nuevamente.
—No, no, son muy bellos, es solo que me resultaron extrañas esas marcas que tienes ahí.
—Se llaman estrías, Artemisa, tú no las tienes porque los dioses no sufren de estas cosas —explico—, es normal en los humanos. ¿Me dices qué quieres? Necesito ducharme.
— ¿Por qué estás tan enojada? —Frunce el ceño y trata de tocarme el hombro, pero no sé lo permito.
Doblo su brazo tras su espalda y la empujo fuera del baño para cerrar la puerta y poner el pestillo.
—Si lo que tenías que decir era importante, dilo más tarde, necesito una ducha y no hay tiempo para tus balbuceos. —espeto.
Abro la ducha, me desvisto rápidamente y me meto bajo el agua ardiente. Por más que lastima mi piel. No tardo demasiado porque no quiero detenerme a pensar, solo quiero estar limpia.
No puedo creer que la guerra que se aproxima me afecte de esta manera, la idea de ver a Poseidón, de tenerlo entre mis manos, al igual que a Atenea, me causa demasiados sentimientos encontrados. Llegué a un punto de mi vida donde ya no sé si deseo tanto la venganza como al principio. ¿Acaso no es signo de superarlo no desear vengarse?
Pelearé, pero no por mí, sino por la gente que me importa.
Termino de vestirme y salgo del baño, no quiero perder el tiempo secándome el pelo. La habitación está vacía y comienzo a sentirme culpable por el modo en el que traté a Artemisa, pero no puede esperar a que sea la persona perfecta y amable que seguramente desea.
Comienzo a empacar para el viaje, no tengo idea de dónde nos reuniremos. Presiento que será problemático luego de como quedaron las cosas, me preocupa la Nefilim, espero que no se quiebre por el imbécil de Morfeo.
Aunque Noah se ha vuelto realmente fuerte, ha aprendido a utilizar su poder y es imparable, ya era hora de que sucediera, tiene mucho potencial.
— ¿Ya estás lista, Cobra? —pregunta Amón entrando y le arrojo mi valija en la cara.
—Te dije que no me llames así, ese tipo de serpiente no me gusta —espeto acercándome y levantando mi equipaje del suelo.
Lo miro, le sangra un poco la nariz y no parece más que un niño enojado.
—Nada te gusta, mujer —masculla Abaddon entrando también.
Ruedo los ojos y paso de ellos, yendo por el pasillo de la casa. Quisiera despedirme de los dueños, fueron muy amables y pacientes con nosotros.
— ¿Sabes una cosa, Abaddon? —dice Amón mientras ambos me siguen—, deberíamos tener una especie de hipno, algún cántico de guerra, algo así.
— ¿Para qué quieren eso? —Frunzo el ceño, mirándolos.
—Espera, espera —dice el demonio sacando su celular.
Highway to hell de AC/DC comienza a sonar y se miran con complicidad. Por otro lado, no sé qué mierda estoy viendo.
— ¿Qué saben esos dioses de la verdadera música? —Sonríe Abaddon y ambos comienzan a bailar de forma rara.
— ¿Tan fuerte los golpeé, chicos? —pregunto poniendo mis manos en mis caderas—, ¿Se sienten bien? ¿Sacha les tiró agua bendita de nuevo?
—Eres una amargada, Cobra —masculla Amón subiendo el volumen—, ¿es que no sientes la verdadera música?
—Están bailando como si tuviesen mapaches en los pantalones —espeto—, en medio del pasillo.
— ¿Y a estos qué les pasa? —pregunta Sacha a mis espaldas, cuando lo miro, está distinto.
Se ha cortado el pelo, que lo tenía largo casi tocando sus hombros, luce algo cansado.
—No lo sé —Me encojo de hombros—, pero me dan pena ajena.
—Siempre me dan pena ajena esos dos monstruos —dice cruzándose de brazos—. En fin, los autos están listos, ¿han visto a Loki?
—Tal vez en tu cama, Perro guardián —Se burla Abaddon acercándose—, ¿no lo buscaste allí?
—Oh, es verdad, gracias —dice él y cuando el demonio se distrae, aprovecha para rosearlos con agua bendita nuevamente.
Sale corriendo como otro niño y los demonios lo persiguen.
—Estoy rodeada de bebés —musito para mí misma.
—Suele pasar —dice Noah acercándose—, Sacha se comporta como uno, siempre.
— ¿Acaso fue noche de peluquería? —pregunto tocando las puntas rojas de su cabello.
Está más largo, toca sus hombros y ahora se ha teñido de ese modo las puntas, no le queda tan mal, pero no encaja mucho con ella.
—Sach insistió. —Sonríe de lado—. Estaba aburrido y Loki quedó peor.