Los Brazos de Morfeo.

86.

Noah:

Apenas faltan unos kilómetros para llegar al punto de encuentro y me sudan las manos. Thor se ha quedado dormido contra mi hombro y me siento pequeña en comparación a su cuerpo. Creo que dormido es el único momento donde no está alerta. Su cabello rubio se ve algo sucio y descuidado, las ojeras destacan sobre su piel y una leve capa de vello le cubre la mandíbula, apenas perceptible por su tono claro.

Le quito el pelo de la cara y lo acomodo mejor para que apoye su cabeza sobre mi regazo.

—Me aburro —masculla Amón cruzándose de brazos.

—Es una verdadera lástima —dice Maine mientras juega con un mechón de cabello rubio de Artemisa, la cual está concentrada en un libro de aspecto antiguo.

Abaddon y Amón intercambian miradas de descontento antes de que el segundo hable.

—Deberíamos conseguirnos unas prostitutas o algo, ¿cómo puede ser que Cobra tenga a semejante hermosura y ese rubio a la preciosura de la Nefilim? —dice y Artemisa le atina una patada en la pantorrilla sin quitar la mirada de su libro.

—Definitivamente son tal para cual —musita Abaddon—. En fin, ¿falta mucho? Necesito estirar las piernas.

Maine se pone derecha entonces y suelta a la diosa de la Caza.

— ¿Carrera? —sugiere y a Amón le brillan los ojos.

—El que llega último va a la guerra sin armas —propone Abaddon.

— ¿Qué clase de apuesta es esa? —exclamo cruzándome de brazos.

—Una sencilla, por favor, ninguno de nosotros tres necesita armas —dice el demonio de la destrucción—. Vamos, ¿no quieres participar?

—No tengo seis años para andar haciendo carreras idiotas —espeto.

—Vamos, anímate, Nefilim —dice Amón peinando su cabello negro—, tómalo como un ejercicio de entrenamiento.

Suspiro y miro el rostro dormido de Thor sobre mis muslos. Con suavidad lo levanto y se despierta.

— ¿Ya llegamos? —pregunta con voz cansada.

—No, pero estamos cerca —digo acercándome más a la puerta de la camioneta.

—Tres, dos, uno —dice Amón y entonces abro la puerta y me arrojo.

Respiro hondo y siento esa frívola sensación de mi poder envolviéndome. Abro los ojos, me encuentro dentro de un pájaro de energía que vuela para alcanzar a los Príncipes y a Maine.

Medusa se mueve sobre una enorme serpiente de piedra que repta por la vacía carretera. La noche nos persigue mientras realizamos la carrera.

Amón y Abaddon van a la cabeza, con sus pies literalmente en llamas y una velocidad increíble. Pero yo puedo ser más rápida y lo sé.

«Vamos...»

Es como si nadara dentro de la energía, mis venas tiemblan ante semejante poder recorriendo mi cuerpo, se siente demasiado bien y la satisfacción me envuelve.

— ¡Ni sueñes que vas a pasarme, corazón! —exclama Maine con una enorme sonrisa y le devuelvo el gesto.

— ¡Eso está por verse! —digo, pero ella desaparece de mi vista debido a la velocidad con la que su serpiente se mueve.

Terminamos dejando a Amón atrás, el demonio maldice a gritos mientras trata de alcanzarnos, logro ir más rápido, impidiendo que me rebase.

Rio y entonces diviso el enorme edificio que es nuestro destino, Maine va a la cabeza y termina ganando.

— ¡En sus caras! —exclama feliz y orgullosa de sí misma cuando caigo a sentada a su lado.

— ¡Revancha!, ¡El primero en pasar los dos kilómetros tiene la verdadera victoria! —dice Abaddon mientras sigue de largo y Amón no tarda en seguirlo.

—Deja que ese par de bobos corran de más, ambas sabemos quién ha ganado aquí —dice Maine cruzándose de brazos.

—Claro que sí —Asiento.

Miro el camino y entonces aparece la camioneta donde Sacha, Loki y los demás Príncipes del infierno vienen.

Trago duro, hemos llegado. Parece una especie de base militar y algo dentro de mí se estremece, es hora de enfrentarlo todo, de demostrarle a Morfeo que se equivoca, que todos los que me hayan insultado se equivocan.

No soy una Nefilim asquerosa, no soy tan débil y no voy a rendirme.

Debo ser tratada con el mismo respeto que se tienen todos estos dioses entre ellos, soy una parte importante de la guerra. Tal vez haya guardado silencio en el pasado, pero esta vez no será así.

— ¿Quién ganó? —pregunta Apolo bajando del coche, seguido de su hermana.

— ¿Eso fue una carrera? —pregunta Sacha acercándose—, No entendía lo que pasaba, ya estaba por salir del auto, pero este tipo no me dejó. —Señala a Loki.

—Deja de cacarear —masculla el dios.

—Creo que eso debería decirte a ti —refuta Sach y Loki toca la cresta que decora su cabeza con odio.

— ¡Ya verás!

—Hey, no hagan tanto escándalo. —Los regaña Maine—. Ah, gané yo, por cierto.

Te dejé ganar —aclaro y sonrío de lado y ella me mira con las cejas alzadas.

— ¿Disculpa, corazón? —musita rodeando mi cuello con su brazo y despeinándome—, Creo que estás algo equivocada...

— ¡Ya, para! —exclamo entre risas.

Alguien se aclara la garganta y cuando miramos, Artemisa está cruzada de brazos frente a nosotras.

Maine salta sobre ella para hacerle lo mismo y la diosa chilla en respuesta.

— ¡Tranquila, también tengo para ti! —dice ella y se ven demasiado tiernas juntas.

— ¡Hey, no! —chilla la rubia riendo.

Una enorme ráfaga de viento nos azota y me cubro con mis brazos.

—Al fin han llegado —dice Vincent apareciendo en la puerta de reja que da a la dichosa base de la ONP.

Trae su pelo castaño oscuro despeinado y sus ojos verdes brillantes. Viste de gris y va descalzo.

Artemisa y Maine se separan enseguida.

Subimos de nuevo a los coches para que el espíritu del bosque nos guíe hacia la entrada del establecimiento. La diosa de la caza luce algo tensa y recuerdo lo que había sucedido en su casa, y lo muy pegada que está a Medusa.




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