Los Brazos de Morfeo.

87.

Noah:


Un enorme proyectil de piedra golpea a Morfeo en el rostro, causando que caiga hacia atrás. Una corriente de energía me recorre y me impide moverme, no tengo control de mi cuerpo.

«¿Qué sucede?».

"Te han inmovilizado, no fue buena idea atacarlo en medio de tantos agentes, ¿qué esperabas, Nefilim?" Dice la voz neutral del Espíritu Santo en mi mente.

—Ya basta —dice Georgina apareciendo en mi campo de visión, con su cabello anaranjado atado en una coleta y sus frívolos ojos fijos en mí—, ¿qué creen que es esto? Se supone que estamos todos del mismo lado, la guerra se acerca y ustedes peleando como dos niños.

—Yo no empecé esto —dice Morfeo levantándose.

«¿Por qué él sí puede moverse?»

—Tú nunca empiezas los pleitos, ¡qué casualidad que siempre estés envuelto en ellos! ¿Es que no se cansan de causarnos problemas? Alguno de nuestros agentes pudo resultar herido por todo este drama absurdo —espeta la jefa de la ONP.

Maine camina hacia mí, con tristeza en su mirada y toca mi hombro.

—Debes calmarte, ¿sí? —dice y ejerzo toda la fuerza que puedo para moverme.

«Ayúdame, vamos».

Siento mi ser vibrar, mientras lentamente recupero el control de mis extremidades, dejando a Georgina con los ojos bien abiertos. Maine retrocede un paso y desvía la mirada.

—Noah, cálmate, vas a lastimarte... —dice ella y logro romper el encanto que me mantenía quieta.

Mi cabeza estalla de dolor, siento algo húmedo en mi nariz y lágrimas carmesí descienden de mis ojos. Caigo de rodillas porque mis piernas ceden y reprimo el impulso de abrazarme a mí misma.

Me tiembla el cuerpo y lo detesto, parezco una niña luego de hacer un berrinche.

"Esa corriente fue demasiado fuerte, tu cuerpo no puede soportar mi poder al máximo, es por eso que estás en ese estado. Te di lo que querías, estás libre de ataduras". Explica el Espíritu Santo en mi mente y un tortuoso escalofrío me recorre.

Tu cuerpo no puede soportarlo.

«Maldita sea».

—Noah —dice Thor acercándose, quisiera lanzarle una mala mirada, pero todo lo que debe haber en mis ojos es sufrimiento.

Mi cuerpo, mi maldito cuerpo. Soy consciente de que no uso mi poder al máximo, pero nunca creí que por hacerlo me lastimaría de este modo.

Morfeo me mira con indiferencia, al igual que Georgina. Los demás agentes están formando un círculo a nuestro alrededor y me niego a sentir vergüenza por lo que pasó.

No puedo pensar en eso, otros pensamientos inundan mi cabeza; no importa cuánto entrene, no importa cuánta voluntad ponga, no es suficiente.

Si no puedo aprovechar toda la fuerza que contengo y que por piedad este ser no se atreve a liberar, ¿qué se supone que vaya a hacer? No vencí a ningún dios hasta ahora, Zeus es fuerte. Sus Titanes lo son.

— ¡¿Qué mierda creen que miran?! —grita Armin a sus agentes mientras se acerca.

Sus ojos verdes se fijan en mí y sonríe levemente, con amabilidad, con calidez.

— ¡Vuelvan a su trabajo! —ordena con severidad y la multitud a nuestro alrededor se dispersa—. Cariño, debiste echarlos antes de sermonear a estos dos —dice antes de depositar un casto beso en la frente de Gina—. ¿Estás bien, Ward?

Bajo la mirada, mi vista se tiñe de rojo y mi cabeza palpita.

— ¿Se supone que esos golpes simples fueron suficientes para ti, Nefilim? —dice Amón jalando de mi cabello para que levante la cabeza y lo mire—. ¿Y tú eres la esperanza de la humanidad? Vaya mierda.

Me arroja como si no fuese más que basura y antes de que pueda caer o siquiera detenerlo, Abaddon me atina una patada en el tórax que me envía aún más lejos. Unas manos decoradas con garras negras que se entierran en la carne de mis hombros me atrapan e impactan contra el concreto con tanta brutalidad, que no puedo ni respirar. Siento escombros clavados en mi cuerpo.

— ¿Cómo puede ser que sigas siendo tan débil, niña? —Belcebú me mira con ojos rojos y una horrible tos me sacude el pecho—. Has pasado un maldito mes entrenando como una enferma para terminar así.

— ¡Noah! —Oigo a Maine y elevo mi  brazo magullado para levantar mi pulgar e indicarle que estoy bien.

—Triste, ¿e-eh? —Logro decir, mientras trato de levantarme.

Belcebú es elevado en el suelo y desgarrado al medio por una fuerza invisible.

—Eh... Ouch —dice tirado en el piso.

— ¡Noah! ¡Resiste! —exclama Sacha levantándome.

— ¿No te cansas de masacrarnos en vano, Perrito Guardián? —dice el demonio rubio desde el suelo, la parte superior de su cuerpo está de un lado, mientras que un camino de sangre lleva a su cintura y piernas a unos metros.

Tiene la boca manchada de sangre oscura, negra.

—Suéltame —digo forcejeando contra los brazos de Sach.

—Estás herida...

— ¡Déjame! —chillo y me obedece.

Mis heridas comienzan a sanar, mientras camino de nuevo hacia la entrada. Paso junto a la cabeza de Abaddon, la cual maldice a Sacha, no sé dónde habrá quedado su cuerpo. En cuanto a Amón, está partido en pedazos cerca de Maine, quejándose también. Medusa me ve y trata de tocarme, pero golpeo su mano antes de que lo haga.

—Estoy perfectamente. —Lo único que puedo hacer es aferrarme a mi orgullo, es lo que me queda.

—No lo estás —interviene Armin acercándose—, Tamara...

—Ahora necesito ropa nueva —digo y escupo sangre a un lado de mis pies, limpio lo que hay en mis labios con el dorso de mi mano y vuelvo mis ojos hacia Georgina—. ¿Podrías ayudarme con eso?

Su ceño se frunce.

— ¿Ropa? —pregunta cruzándose de brazos.

—Ropa, no puede ir a una junta luciendo tan asquerosa —masculla Morfeo caminando hacia la entrada del edificio.

Sonrío sin humor.

—Exacto, ¿no se supone que habrá una reunión con todos los dioses?




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