Los Brazos de Morfeo.

89.

Hades:

Tánatos retrocede un paso y se toca la mandíbula con indignación, pero no pude contenerme, lo he estado haciendo con este dios por demasiado tiempo. ¿Cree que he olvidado que trató de envenenarme? ¿Que trató de matarme de nuevo luego de eso? Mi paciencia se agotó.

Tenía que meterse con Morfeo, la gota que rebalsó el vaso. ¿Cómo fue capaz?

—No vuelvas a golpearlo —espeta Theia metiéndose en el medio.

Al mirarla a los ojos, casi al instante, un profundo dolor se instala en mi cabeza, como si la martillearan una y otra vez. Obligándome a llevar mis manos a ella y retroceder.

Entonces una mano se apodera del cuello de la joven, el cabello rubio claro de mi mujer aparece de lleno en mi visión.

—Déjalo en paz, o juro que... —Comienza.

—Theia —dice Tánatos tocando su hombro—, déjalo.

El dolor desaparece y me enderezo, siento vergüenza porque todo éste teatro está siendo presenciado por los demás dioses, de seguro tendrá consecuencias.

Todo este lío, todo esto de la guerra nos está descontrolando, nos está volviendo imprudentes, desesperados, humanos. Conductas tan indisciplinadas e infantiles nos están afectando.

Skadi suelta a la chica y me mira, yo asiento para indicarle que estoy bien.

— ¿Quisiera alguien explicar qué es todo esto? —pregunta Osiris con indignación.

Tánatos lo mira con su mueca seria de costumbre y camina hacia el otro extremo de la habitación, haciendo que el ruido de sus zapatos se haga oír entre el silencio.

—Theia es la única hija que Morfeo ha tenido en su larga existencia —explica—, luego de que Zeus asesinara a su madre y tratara de matar a la niña, Morfeo perdió la cabeza por un tiempo debido al dolor emocional. Debastó una aldea entera, perdió el control, llenó de oscuridad los sueños, convirtiéndolos en pesadillas crueles. Luego, se convenció de que él merecía sufrir más que nadie en este mundo y se dejó encerrar por Zeus en el Tártaro, donde fue torturado por los Titanes que yacían allí una y otra vez.

— ¿Cómo logró escapar de allí? —pregunta Tsukoyomi cruzándose de brazos.

—Eso no es relevante —masculla Tánatos—, yo salvé a Theia, devolví su alma a su cuerpo y con ayuda de algunas ninfas, la curé. No pude decirle a su padre que seguía viva, debido a que Nyx la mataría a ella y seguiría torturándolo a él. Los descendientes de la Noche no pueden tener hijos. Yo no puedo transmitir el don de la muerte, como Morfeo no debió heredarle a Theia la llave al mundo onírico, junto con los sueños de predicciones.

Aprieto los puños, todos esos años del sufrimiento de mi amigo, toda esa culpa, toda esa depresión, ¿y Tánatos no pudo hallar la forma de impedir que él siguiera sufriendo?

— ¿Por qué la reviviste, Tánatos? —pregunto acercándome un poco—. Las reglas para la muerte son duras y las Moiras lo son más, ¿cómo perdonaron que desobedecieras? Lo que hiciste fue tración, egoísmo. No beneficiaste a nadie más que a ti mismo. Te has llevado al Inframundo millones de bebés, ¿por qué te quedaste con la hija de Morfeo?

—Ese no es el punto —dice.

—Tánatos —dice Noah levantándose—, deja de evadir cada pregunta, tú comenzaste esto, termínalo.

La muerte suave la mira a Theia y luego mí.

—Tuve una visión, en ella Morfeo era asesinado por Zeus, si eso sucedía, Fóbetor y Fantaso se sobrecargarían debido a la energía oscura de las pesadillas —dice cruzándose de brazos—. La llave al mundo onírico se perdería para siempre. Gracias a que Theia había heredado ese don, tal vez...

—Sigues mintiendo, hermanito, en verdad, nunca te había visto así. —Lo interrumpe Hipnos.

Está en su forma masculina, rodeando los hombros de Theia con su brazo.

—Terminemos con este teatro, ¿sí? —dice y mira a los dioses—. Mi hermano sí tuvo una visión, en ella se vio feliz. Al lado de una mujer, con una vida más allá del maldito trabajo que se nos impuso al nacer. Los descendientes de la muerte no pueden tener una pareja fija, así que escondió a la niña, aunque claro que Nyx y su instinto homicida tiene mucho que ver.

—Todo el sufrimiento de Morfeo, sus ganas de morir, su tormento... Todo esto es culpa de tu egoísmo —escupo señalando a Tánatos—. Eres una basura, no hay otra forma de describirlo. Y tú, Hipnos, lo quieras o no, fuiste su cómplice en toda esta mentira.

—No seas hipócrita, Hades —ríe con sorna Apolo—. Hiciste cosas muchísimo peores.

Maldito niño atrevido.

—Sí, con la diferencia de que he cambiado —mascullo.

— ¡Por amor! —Se burla Hipnos—, ¡Vaya! ¿Y nosotros no debemos quejarnos? Por favor, ya bastante inútil es que reine el Inframundo alguien que no tiene nada que ver con el ciclo de la muerte. Tú tenías a Perséfone, pobre mujer. En serio, Hades, dime, ¿por qué estaba ella tan desesperada por escapar de ti? Dile a los demás qué era lo que le hacías cuando te enfadabas, anda.

Me quedo callado, al igual que todos los demás en la sala y la muerte violenta sonríe.

—Oh, de los errores del rey no se habla, ¿eh? —dice.

Skadi me mira con preocupación y confusión.

—Ya paren —espeta Thor—, no estamos reunidos aquí para sus dramas. La guerra se acerca y están discutiendo sobre algo irrelevante. Pueden seguirlo después, ¿no lo creen?

—Es cierto. —Vincent se levanta y se acerca a Morfeo—. Llevaré a este tonto a su habitación, terminen la reunión de una maldita vez.

Levanta a mi amigo en brazos y se lo lleva de la sala. Skadi vuelve a sentarse y yo hago lo mismo, ignorando a los dioses de la muerte.

—Tánatos, Hipnos y... Theia, agradecería que nos dejen terminar los preparativos sin interrumpir —dice Georgina—. Es muy importante.

—Lo sabemos —musita Tánatos—, claro que lo sabemos.

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Morfeo:

Cuando abro los ojos, estoy en la cama de la habitación, tener conciencia nuevamente luego de haber estado encerrado en mí mismo durante más de un mes, es extraño.




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