Los Brazos de Morfeo.

92.

Noah:

—Así que te lo ha dicho —comenta Hades mientras se sienta frente a mí—. Quiero aclarar que todo este tiempo estuve tratando de convencer a ese idiota de que no cometiera tantas estupideces contigo. Y que se ganó un bonito puñetazo de mi parte.

Morfeo mira al dios del Inframundo con cara de pocos amigos, mientras que yo sonrío de lado.

—Bueno, saber que alguien le dio un puñetazo por mí cuando lo merecía me deja más tranquila.

—En fin... —dice Apolo—. Debemos tratar de ser rápidos. No tardarán en notar la ausencia de Morfeo y puede que eso los asuste.

—Son profesionales —masculla Hades con el ceño fruncido—, no novatos, lo harán bien. Tampoco es como si dependieran de él.

—No es tan complicado, mientras ustedes pelean yo voy a escabullirme —dice Morfeo con su mano en el mentón, pensativo—. Deben mantenerlos ocupados el tiempo suficiente.

Suspiro y me cruzo de brazos, aún me cuesta procesar lo que sucederá. Todo va a desmoronarse, todo dejará de existir como el parpadeo de un sueño. La parte más egoísta de mí desea olvidar todo lo que Morfeo me dijo. Es demasiado.

Pero volvería a ver a mi familia. Todo el dolor desaparecería, junto con los recuerdos.  Quizá mi destino no quede sellado por un beso de Tánatos. Quizá tenga una opción.

Morfeo y yo nos hemos hecho tanto daño que no estoy segura de qué es lo que siento por él. No puedo justificar todos sus actos por el plan, como bien dijo Hades, había otra forma de hacer las cosas. Supongo que la humanidad y sus errores tarde o temprano termina infectando hasta a los dioses.

Y al fin y al cabo, nadie más que yo puede sanar mis heridas. Él no puede ni lo hará.

—La ONP no puede enterarse de esta movida, quizá se conviertan en un estorbo —dice Apolo señalando a la puerta—. Nadie más puede enterarse de esto, ¿está bien, Noah?

—Sí. Lo sé. ¿Thor sabe de esto?

Morfeo me mira con el ceño fruncido.

—No metas a Martillito, lo importante es que tú ya lo sabes y que vas a ayudarnos —dice Morfeo acercándose—. Meter más personas en este enredo sería catastrófico.

—Una vez que cortes el lazo, ¿todo será como antes? ¿Nale volverá?

—Sí, al igual que Susanowo y posiblemente Jasper —musita poniendo su mano en mi hombro—. No habrá más muerte ni dolor.

Sus palabras parecieran ser puñaladas por la mueca en su rostro. Sus ojos se cristalizan y lo atraigo hacia mí para abrazarlo con fuerza. Hades me guiña un ojo y toma a Apolo por la nuca para arrastrarlo fuera de la habitación, y así dejarnos a solas. Morfeo me aprieta con fuerza pero no se permite llorar.

—Quiero quedarme así por un rato —dice en mi oído, su voz pareciera quebrarse—, no me sueltes, Noah.

—No lo haré.

En mi pecho convergen emociones que amenazan con parar mi corazón. También quisiera quedarme en este lugar, en este momento y vivirlo por mucho tiempo. Con el dios del sueño entre mis brazos y la calidez de su cuerpo. 

La puerta se abre y Thor se aclara la garganta al vernos, suelto a Morfeo, quien se queda mirando al dios de trueno con rencor y me cruzo de brazos.

—Noah, debemos entrenar, ¿recuerdas? —dice como si nada, su cabello está más corto y se ha afeitado.

Luce diferente, aunque más cansado que antes. Todo esto no hace más que consumirnos. Aunque pronto llegará a su fin.

—Sí, ahora mismo voy —digo y tomo la mano de Morfeo, quien aprieta la mía—. Nos vemos luego.

—Bien, yo también iré a entrenar con Hades y Apolo —indica con una sonrisa débil.

Nos separamos, aún no puedo deshacerme de la emoción que oprime mi pecho, del dolor que causa saber que en unos días todo esto desaparecerá.

Thor no me dice nada, algo raro en él ya que siempre se empeña en darme sermones e intentar motivar mi existencia. Pareciera nervioso, tenso bajo esa coraza de guerrero que suele cargar sobre sus hombros. Los pasillos de la ONP están concurridos por agentes que van de un lado al otro cumpliendo recados o dirigiéndose a entrenar. Todos parecieran absortos en sus tareas con el miedo opacado sus ojos, es entendible. Están obligados a pelear una guerra con dioses involucrados, creaturas divinas con mucha más experiencia y fuerza que ellos.

—¿Estás bien? —pregunto cuando entramos en el elevador que nos llevará al tercer piso donde está la sala de entrenamiento que nos corresponde.

Me mira y entrecierra los ojos en una mueca de nerviosismo.

—Jamás creí que me enfrentaría a mi propia familia de esta forma —dice—. Es una locura.

Pongo mi mano en su hombro en un intento algo inútil de contenerlo tal y como él hizo conmigo tantas veces.

—Todo estará bien, quizá entren en razón tras la derrota. No debes preocuparte —musito y él pone su mano sobre la mía—. Tú puedes con esto, Thor.

La puerta del ascensor se abre y salimos. Allen aparece entonces, junto con Zed, Amón y Abaddon.

—Oh, aquí están. Nos esperan en la sala seis —indica Allen haciéndonos un gesto para que lo sigamos y lo hacemos—. Los ángeles caídos han llegado hace unas horas, ya estamos listos. Solo nos queda entrenar hasta que la hora llegue, mientras tanto, Armin y el resto de líderes siguen trabajando en la estrategia.

—Veremos si sirven de algo —masculla Amón adelantándose—. Iré por Cobra, me aburro con ustedes.

Se marcha seguido por Abaddon y suspiro ante lo infantiles que pueden llegar a ser estos dos. Pero Maine sabe manejarlos, así que estarán bien con ella. Zed bufa ante la ausencia de los príncipes y me echa una mirada de reojo.

—Te veo mejor, Ward —comenta y Allen abre la puerta de la sala de entrenamiento.

Asiento sin decir nada y entramos. Hay armas en la pared izquierda, un ring bastante grande que puede levitar para evitar destrozos en el resto de la habitación. El techo debe medir diez metros, algunos agentes entrenan a los costados. Logro distinguir a Santiago hablando con los miembros del grupo Cuervo Azul, luce un poco mejor, al menos está sonriendo. Me reconforta verlo así en lugar de odiándose por lo sucedido con Nale.




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