Los Brazos de Morfeo.

Extra.

Hola, antes de la lectura quiero aclarar lo siguiente: pueden tomar en cuenta este extra o no. Si bien es como una continuación del final, pueden decidir si dejarlo a interpretación o leer esto.

 

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Seguía ocurriendo en la noche.

Se infiltraba en los sueños de todos aquellos que lo habían conocido como un susurro ronco y lastímero. Una sombra del pasado que no estaba dispuesta a ser olvidada. Durante mucho tiempo, Thor lo ignoró, convencido de que se trataba de una pesadilla insistente. Un trauma de aquella guerra que lo acabó todo y que tan solo deseaba olvidar.

Emeraude, su prometida, se acurrucó a su lado, aún dormida. Reclamando su cercanía, pero Thor tan solo podía clavar la mirada en el techo del Palacio de Los Cielos. Lugar en el que se hospedaba durante sus visitas a la nefilim. El techo replicaba un cielo nuboso y pacífico, una vista hermosa que a cualquiera le hubiese ayudado a dormir. Pero no quería cerrar los ojos, no quería volver a verlo a él. Allí parado, petrificado pero demandante, con su mirada violácea exhausta y la boca semiabierta.

¿Por qué lo visitaba en sus sueños? ¿Porque había dejado ir a Noah? ¿Porque había vuelto a su vida normal? ¿Porque aún lo envidiaba? ¿Qué quería ese fantasma si no era atormentarlo?

Skadi le había contado que lo había visto en sueños algunas veces, de la misma forma. Parado, quieto, observando, intentando decir algo que moría en sus labios. Comenzaba a preguntarse si había algo más, ¿y si intentaba comunicarse? ¿y si él no había desaparecido?

Decidió apartar esos pensamientos, ¿era su problema? Para empezar, ni siquiera sabía si era posible.

Rodeó a Emeraude con su fuerte brazo, la nefilim era pequeña contra su gran y musculoso cuerpo, se amoldaba a él como si hubiesen sido echos para estar juntos. Un choque de mundos envueltos de una forma hermosa y peligrosa. Aún así, los demás no sabían que él era el dios nórdico del rayo. Un ser de una realidad totalmente distinta a la de ellos. Así lo habían acordado, cualquier cosa que pudiese hacer a Noah Ward recordar aquellos tortuosos sucesos que vivió antes de la guerra, debía ser neutralizado. Skadi, Loki, Freya, Tsukoyomi y Susanowo, habían acordado mantenerse lejos de ella. Dejarla vivir la vida que no pudo tener por la pesadilla a la que fue arrastrada. Los únicos de su entorno que sabían lo que había sucedido eran los ángeles Nale y Santiago, quienes habían formado parte del acuerdo y mantuvieron la boca cerrada al respecto.

Y todo parecía ir bien, habían seguido con sus vidas. Noah se había casado un mes atrás y estaba feliz con su esposo, Sterling. Otro nefilim. Thor y Emeraude también iban a casarse; Skadi criaba a Jasper junto con Lyell; Santiago y Nale seguían siendo amigos; Tsukoyomi y Susanowo habían vuelto a sus deberes como dioses japoneses, atendiendo las oraciones de sus creyentes y manteniendo el orden allí.

¿Por qué él seguía apareciendo?

Intentó relajarse, volver a dormir y olvidar.

Volvió a encontrarse en aquel bosque oscuro, con la luna llena en alto iluminando al dios del sueño allí parado. Parecía que respiraba con dificultad, con una mano en su pecho y la mirada cansada. Thor apretó sus puños, exasperado.

Su voz rugió en el lugar.

—¡¿Qué quieres de mí?! —exclamó e intentó acercarse, pero como en los otros sueños, no pudo moverse.

Incluso le sorprendió el hecho de poder hablar.

El dios del sueño negó con la cabeza, con lentitud y vio como el sudor le descendía por la frente. Cayó de rodillas como si estuviese haciendo un enorme esfuerzo por estar de pie y extendió su mano libre hacia el dios del rayo. Quiso hablar, pero no pudo. La frustración se mostraba en su rostro y, luego de un momento en el que el oniro pareció luchar contra alguna fuerza invisible, al fin algo salió de entre sus labios.

Ayúdame.

Entonces fue como si lo arrancaran del sueño con un salvajismo increíble, Thor sintió como cayó sentado en el suelo frío y tuvo que parpadear varias veces para entender dónde estaba.

—¿Qué es esto? —masculló Loki, levantándose.

—¿Cómo llegué aquí? —inquirió Freya con el ceño fruncido y su cabello castaño despeinado—. ¿Dónde estamos?

A Tsukoyomi se le escapó una maldición en su idioma mientras se levantaba, alerta, con su katana en mano. A su lado, Susanowo bufó con cansancio y se rascó la nuca a la espera de que alguien diera una explicación. Skadi parecía confundida, aún estaba sentada en el suelo, como si estuviese intentando entender lo que pasaba. En cuanto a los ángeles, se miraban, extrañados.

—¿Alguien más lo vio? —preguntó Lyell, apareciendo de repente como una llama. Apenas pisó el suelo, maldijo—. ¡Ese estúpido me trajo a tierra santa!

Skadi congeló el piso bajo sus pies para que no lo quemara y miró a Thor, a la espera de que le explicara.

—Estamos en el Palacio del Cielo —dijo el dios del rayo mirando a su alrededor, algo aliviado de saber dónde estaba—. ¿Él nos trajo aquí?

—¿Tienes una explicación mejor, martillito? —dijo Lyell cruzado de brazos—. Ese imbécil se estuvo metiendo en mi cabeza cada que cerraba los ojos, y eso que ni siquiera duermo.

—Es real —murmuró Freya mirando sus manos—. Está vivo... Morfeo está vivo.

—¿Cómo es posible? —preguntó Nale, levantándose junto a Santiago—. Todos ellos desaparecieron en la guerra. Noah lo olvidó, Sacha también.

—Esto no puede ser una coincidencia, no es como si todos fuésemos sonámbulos y se nos ocurriera venir al mismo lugar —refutó Loki—. Además, todos hemos soñado con Morfeo. El mismísimo dios del sueño, quizá sea hora de atar cabos, ¿no les parece?

—¿Alguno pudo comunicarse con él? —preguntó Thor, pensativo.

Todos negaron, así que estaban en la misma posición.

—Me pidió ayuda —dijo Tsukuyomi—, luego desperté aquí, ¿a ustedes les pasó igual?




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