Los cachorros perdidos del alfa cruel

Capítulo 2: Tendrás lo que quieres

*Raisa*

El señor Moonstone me hace pasar a su oficina apenas termina su reunión. Ha mandado a todas las demás a retomar sus obligaciones y les ha gritado que son unas entrometidas. A mí no me trata mejor, claro, pero al menos ya no tengo nada más que perder.

—Tenías demasiado potencial —me repite, decepcionado—. Todavía no puedo creer que fueras capaz de hacer tal atrocidad. ¿Estás completamente segura de que mi hijo no te reconoció?

—Muy segura, señor —asiento—. Esa noche fue toda una equivocación.

—O algo planeado. —Sus ojos se entrecierran, acusadores—. No creas que te subestimo por ser humana; por el contrario, sé lo capaces que son algunos de ustedes.

—No lo hice a propósito, señor Moonstone —lo interrumpo, sin alzar la voz—. ¿Cree usted que yo me buscaría la muerte?

Mi jefe —o tal vez debería decir, mi exjefe— se pierde en sus pensamientos, sopesando mis palabras.

—Eres demasiado hábil para engatusar, pero te creo —dice lentamente, como si le diera pesar decirme esto—. Sé que eres lo suficientemente lista como para saber que te esperaba un mejor futuro si no hubieras cometido esta estupidez. Ahora, en cambio, vas a morir si no consigues sacarte eso del cuerpo.

—Lo haré —le miento.

—Sí, pero no podrás volver. Leif notaría tu aroma, eso se queda durante mucho tiempo.

—¿De verdad? —Enarco ambas cejas, como si aquel dato me importara.

Por supuesto que sé que, si decidiera hacer eso y volviera, el aroma a su cachorro persistiría en mí durante varios meses, incluso años.

—Sí, sí —dice el señor Moonstone, poniéndose de pie con algo de dificultad debido a su peso—. Tienes que irte muy lejos, sin dejar rastro de ti. ¿Me entendiste?

—Volveré a mis tierras, señor. Allí, es posible que no…

—No, nada de eso —niega con la cabeza, causándome un dolor agudo en el estómago—. Te enviaré a un sitio donde yo considere pertinente para asegurarme de que realmente acabes con esto.

Mi cuerpo comienza a temblar de miedo, pero me esfuerzo por controlarme. No puedo, por ningún motivo, dejar entrever que no tengo la intención de hacer lo que me dice. Por eso, me limito a asentir, fingiendo la frialdad que él espera de mí.

—Lamento que las cosas terminaran así —murmura, recorriéndome con la mirada—. Tenías tanto potencial.

Me muerdo las mejillas para no soltar barbaridades. Sé que con «potencial» no se refiere a mis habilidades de oficina. Esperaba que hiciera algo más, algo como lo que pasó con su hijo.

Menos mal que su esposa es controladora y eso nunca pasó.

—También lo lamento —respondo estoicamente, ignorando mi taquicardia.

—¿Por qué tienes el pulso tan acelerado? —pregunta.

—Porque me voy a someter a un procedimiento del que no sé si saldré viva.

Mi respuesta inmediata lo hace sonreír. Suena tan creíble que incluso yo me sorprendo. ¿Dónde está quedando mi humanidad? ¿He pasado tanto tiempo en el mundo licántropo que ya la perdí?

—Te irás ahora mismo, así que espero que ya tengas la maleta lista.

—Sí, ya…

—Espera un poco, Efraín —dice la señora Moonstone, entrando en el despacho con su andar altivo. Para evitar mirarla a los ojos, me centro en sus zapatillas rojas—. Seré yo quien se encargue de esta… niña.

Su tono despectivo no me importa en absoluto. Estoy demasiado asustada para preocuparme por eso. Si ella me lleva, estoy segura de que me espera un destino mucho peor.

—¿Por qué? —Su esposo frunce el ceño—. Dijiste claramente que no querías volver a saber nada de ella.

—Y yo no quiero que tú vuelvas a saber nada de ella —replica la mujer, soltando una risa irónica que me hiela la sangre—. ¿Crees que no sé que escaparás para verla?

—Estás paranoica, Silvia —dice él, enojado, golpeando el escritorio con uno de tus regordetes puños—. No puedes…

—Tú sigue encargándote de los preparativos para la ceremonia. Yo me encargaré de Raisa y de que cumpla con sus responsabilidades.

Me preparo para intervenir, pero la mirada de la señora me hace callar. Es fría y dura como el acero, casi igual que la de Leif, capaz de hacer temblar hasta al más valiente. ¿Cómo podré sobrevivir sin ver esos ojos grises tan claros? Conozco cada una de sus miradas, ha sido mi obsesión desde el primer día en que los vi, deseando que algún día me miraran.

Nunca lo conseguí, ni siquiera esa noche en la que los mantuvo cerrados todo el tiempo. Todavía tengo secuelas de eso, además del embarazo, pero nada de eso importa porque fui feliz. Y seré más feliz si consigo librarme de las garras de los Moonstone y mi bebé sobrevive.

—Vamos ahora —ordena Silvia, apretándome el brazo—. El auto está afuera.

De alguno de los bolsillos de su gabardina, saca un pequeño frasco de perfume y me lo rocía, haciéndome toser. Como no huele a nada, me doy cuenta de que es un ocultador.

—Tenemos media hora antes de que se pase el efecto —murmura mientras me arrastra con apremio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.