*Leif*
Le sonrío a la rubia que tengo frente a mí, y ella me corresponde. Es la más fértil de la manada, la que tiene mayores probabilidades de darme cachorros sanos, la mujer perfecta para alguien como yo. Por eso acepté llevarla sin dudarlo, para que todo se realice lo más rápido posible. No quiero perder tiempo en ridiculeces como el cortejo o la luna de miel.
—¿Qué le parece, alfa Moonstone? —me pregunta el señor River—. Es la más hermosa de mis hijas.
—Sí, sin duda —asiento, observándola de nuevo.
Pero no es perfecta. No huele como me gustaría, pero todos los estudios han salido bien, así que no debería haber ningún problema para engendrar a mi heredero.
—¿Cuándo planea que sea la boda? —me pregunta, inquieto y ansioso—. Recuerde que acordamos…
—Pasado mañana —respondo—. Mañana a primera hora, mi prometida y yo nos iremos.
—¿Cómo? —El señor River frunce el ceño—. Espera, pero es demasiado pronto. ¿No es primero la boda y…?
—La boda se realizará en mi residencia, pero no será un evento social. Debido a la situación actual, no podemos permitirnos aglomerar gente.
Mis palabras los dejan en silencio a ambos, uno que no me incomoda, a decir verdad.
Mi futura esposa parece decepcionada. Según lo que escuché, ya estaba haciendo planes para una boda por todo lo alto, con el mejor vestido y reservando en los mejores salones de belleza de la ciudad.
—Sí, lo comprendo, alfa —dice el señor River con resignación—. ¿Qué se le va a hacer?
—No deben preocuparse por nada —les aseguro—. Silvana tendrá…
—Me llamo Susan, Silvana es mi hermana menor —me aclara mi prometida, tratando de no sonar enojada, aunque no logra disimularlo.
—Susan —corrijo sin mirarla— no pasará carencias y tendrá todo lo que desee. Es solo que ahora debo asumir mis nuevas responsabilidades.
—Responsabilidades de las que ya se ocupaba. —El señor River sonríe—. No es por menospreciar al alfa Solar, que en paz descanse, pero él no generaba el mismo respeto que usted.
Le dedico una sonrisa modesta, aquella que oculta el placer que me producen sus palabras. La veneración del pueblo es algo glorioso, algo que le arrebaté al alfa Solar antes de ayudarlo a abandonar el mundo terrenal. Si bien reconozco lo absurdo de perseguir el poder, no me importa. Mientras todo esté en su lugar y pueda controlarlo a mi antojo, soy capaz de cualquier cosa.
A fin de cuentas, es la única felicidad que puedo permitirme en la vida.
—Siempre he pensado en lo que es mejor para nuestra comunidad —me encojo de hombros—, y así seguirá siendo. Por eso no podemos realizar una ceremonia por todo lo alto.
—Lo comprendo perfectamente.
Su hija no lo hace. Ella sigue en una postura incómoda, callada, porque le espera una fuerte reprimenda si intenta protestar.
—Bien, entonces estamos todos de acuerdo.
Me levanto de mi asiento y extiendo la mano hacia mi futuro suegro, quien se levanta torpemente para corresponder el gesto. Al notar los crujidos que dan los huesos de sus manos, controlo un poco mi fuerza.
—Me retiro a descansar —le aviso, dirigiéndole una mirada a mi prometida, quien sigue perdida en sus pensamientos.
«Solo le preocupa la boda», pienso con burla.
Los dos se despiden de mí y me retiro a mi habitación, donde me espera un dulce regalo de parte de la familia River. Sé que no es ella, que solo es una simple sirvienta, pero la veo.
Ignoro la razón y no recupero la conciencia hasta la mañana siguiente, cuando me encuentro con lo poco que queda. Nadie me culpa ni menciona el asunto, pero yo sí me cuestiono.
¿Por qué no puedo controlarme cuando la veo, en lugar de solo imaginarla? Supongo que tendré que resignarme.
Nuestra partida ocurre después del desayuno. Susan ya está más animada después de que le mencionara el gran guardarropa que le espera.
Al salir de la mano, los empleados nos aplauden y nos presentan sus respetos. Toda aquella faramalla me parece espantosa y la aboliré en cuanto pueda, pero por ahora estoy dispuesto a soportarla.
Hay asuntos más importantes que atender, como volver y constatar con mis propios ojos que todo esté bien.
Necesito saber que Raisa sigue en su sitio para yo seguir en el mío.