Los cachorros perdidos del alfa cruel

Capítulo 12: Ellos son míos y suyos, pero... ¡¿dónde está ella?!

*Leif*

No. No puede ser. No puede ser, ¿o sí?

Siento a los tres niños en el sofá y camino delante de ellos, analizándolos y oliéndolos de lejos. Están sucios y necesitan un baño, pero por encima de eso, está claro que tienen mi rastro, mi sangre. ¿Cómo pasó esto?

Por un segundo, se me pasa por la cabeza culpar al médico, que tal vez tomó una muestra sin consentimiento. Sin embargo, eso no explica que sean hijos de Raisa.

—No pueden ser hijos de Raisa, están mintiendo. Me queda claro que sí son míos, pero ella…

—Raisa es nuestra madre, nacimos de ella —dice Dean, enojado.

—¿Y dónde es que está? —preguntó ansioso—. ¿Ella está viva?

La idea de que eso sea cierto me da vueltas la cabeza, me hace sentir como si estuviera a punto de explotar. No tengo recuerdo alguno de haber estado con ella, y tampoco hay registro alguno de que una humana pueda tolerar el parto de un cachorro.

¡Mucho menos de tres!

—No vamos a hablarte de ella. Confórmate con saber que somos sus hijos —dice la niña, con tono amargo.

«Se parece demasiado a ella», pienso asustado.

—Se lo tienen que decir —exige Kevin—. Si no hablan, ¿cómo esperas que te creamos, niña?

—No le hables en ese tono, a menos que quieras ser carbón para mi chimenea —amenazo, furioso.

—Pero, Alfa…

—Silencio —ordeno y él asiente.

—¿Se puede saber por qué no me dicen nada? —les pregunto a los tres.

Mirarlos es muy difícil y doloroso, pero lo hago. Necesito saber qué fue lo que pasó con ella, encontrarle sentido a mi existencia.

—Porque no es necesario —dice Riven, uno de los gemelos.

Tanto él como Dean tienen el mismo rostro, pero se diferencian en su corte de cabello y actitudes. Quienquiera que los estuviera cuidando, fue muy ingenioso.

—Tengo que saberlo —insisto, poniéndole las manos sobre los hombros.

El niño no se queja, pero me mira atemorizado, así que me aparto. Es la primera vez que logro controlar mi fuerza en un momento de ansiedad. Es una sensación extraña, pero me agrada.

Estos tres cachorros me agradan, aunque parezcan decididos a poner mi mundo patas arriba.

—Me lo terminarán diciendo —les advierto—. No pueden simplemente llegar a exigir sus derechos de hijos sin una buena explicación.

—No hay otra explicación, Alfa Cruel —resopla Dean—. ¿O prefieres que te digamos papi cruel?

Los tres sueltan risitas que, aunque me irritan, también me fascinan. ¿Cómo es posible que haya pasado de tener problemas de fertilidad a tener tres cachorros?

—Que me llamen por mi nombre es suficiente por ahora —mascullo.

En realidad, no me molesta que me digan «papá», pero me siento un poco extraño. Además, no creo que ellos quieran llamarse así de buenas a primeras.

—Te diremos papá —dicen los tres al mismo tiempo.

—Como quieran —mascullo, mientras me siento en mi sillón.

—No, tenemos que hacer las pruebas correspondientes —interviene Kevin, a quien fulmino con la mirada—. Alfa, no puede tomar en cuenta a los primeros niños que dicen...

—No, está claro que no puedo creer todo lo que me digan, pero ellos no habrían podido cruzar el territorio si no llevaran mi sangre.

—Tal vez sean hijos de su hermana.

—No olerían de este modo —murmuro.

Los trillizos se ponen pálidos, lo que me indica que saben quién es Eden.

—Nos va a jalar las orejas —dice Riven, llevándose las manos a las orejas.

—Esperen, ¿Eden los tenía? —pregunto furioso, levantándome—. ¿Qué…?

—Por favor, no la castigues —suplica la niña, juntando ambas manos—. Ella nos cuidó muy bien. No quería arriesgarnos, pero decidimos escaparnos.

Me vuelvo a dejar caer en el sillón. ¿Qué le sucede a Eden? ¿Por qué nunca me lo dijo?

—Eden me va a escuchar —farfullo—. Y de eso no se salvará.

—¡Por favor, no! —gritan los tres, realmente asustados.

—¿Desde cuándo los tiene ella?

—Desde que teníamos cuatro años y aparecimos en su casa —me explica Dean—. Estuvimos con ella en Kalynda durante un tiempo. Luego, migramos a otra ciudad porque el reino se apoderó de ella.

—Kalynda es una ciudad humana —susurro, mirando a Kevin, quien está tan desconcertado como yo—. Esa no es…

—La tía Eden vive en ciudades humanas. Es su manera de protegerse y de protegernos de lo que has hecho —dice Lunaire, muy seria.

Su mirada me atraviesa como si estuviera viendo a Raisa, lo cual es extremadamente doloroso. No puedo soportar del todo su presencia, pero al mismo tiempo no quiero irme y que ellos se desvanezcan.

No tengo idea de cómo fueron concebidos, pero no descansaré hasta averiguarlo y, sobre todo, hasta encontrar a su madre. Si hablan de Raisa con tanta claridad, es que debió haberlos cuidado.




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