Los cachorros perdidos del alfa cruel

Capítulo 19: Los padres respetables compran muchos juguetes, ¿no?

*Leif*

—Un entrenamiento para ser mejor papá. ¿Esto es en serio? ¿Va a permitir que sus hijos hagan con usted lo que quiere?

La pregunta de Kevin, aunque es razonable y yo también opino lo mismo, me hace fulminarlo con la mirada.

—Esas fueron las condiciones que pusieron, así que lo haré. Me conviene ser un mejor padre, eso me hará…

—No, usted ya llegó a un punto sin retorno. Nadie lo va a respetar; por el contrario, creerán que los niños son un recurso barato.

—Un recurso barato —me río de forma irónica.

Kevin se aparta al ver que sujeto mi abrecartas. No se lo lanzo, pero me encantaría.

No puedo asustar a esos niños tan temprano por la mañana, no sería digno de un padre respetable.

—No lo dije para insultarlo, alfa, pero creo que ya nadie lo respeta fuera de esta casa, sino que le temen.

—Pues más me temerán cuando se den cuenta de que sí pude tener descendencia.

—¿Lo cree de verdad? —Frunce el ceño—. Es que…

—Ese combate de selección no se llevará a cabo, Kevin. No me importa que el rey lo apruebe. No dejaré el mando, y tampoco permitiré que mis hijos se vayan de aquí. Jamás lo harán.

—¿Le puedo preguntar algo?

—Ya lo estás haciendo —resoplo—. Dime, ¿qué es lo que quieres preguntarme?

—¿Usted se aferra a esos niños por mantener el poder o porque realmente quiere ser padre? Me parece que se ha olvidado un poco de lo que antes le importaba.

No puedo evitar esbozar una triste sonrisa. Me causa pesar tener la respuesta tan clara.

—Quiero ser su padre. Por ahora, es todo lo que me queda de Raisa. No te pido que lo entiendas, solo que…

—Sí, lo comprendo —suspira—. Pues bien, tendrá que someterse a ese «entrenamiento» que quieren hacerle. Le deseo mucha suerte.

—Tú también tienes que pasar por ese entrenamiento, ¿qué te piensas?

—¿Qué? ¿Por qué yo? —pregunta aterrado—. Es decir, no soy yo el padre.

—Pero eres mi mano derecha, así que también debes hacerte cargo y saber lo que necesitan. Cuando tenga obligaciones, debes tomar mi lugar.

—Eso no le gustará a Eden —me recuerda, lo que me hace gruñir.

—Es verdad, esa mujer les hizo algo —mascullo—. Tengo que hacer lo mismo.

—Pues abrazarlos, jalarles las orejas, bañarlos, ponerlos a hacer sus deberes y, tal vez, lavar su ropa.

—¡Ropa! —exclamo—. Debemos comprarles ropa.

—No me ignore, yo…

—Seguro que si les compro juguetes, me querrán más que a ella.

—No creo que…

—Sí, todos los niños son iguales, así que apresúrate y vamos de una buena vez.

—¿Está seguro de eso?

—Sí, y ahora tráelos. Necesito que vayamos a recorrer las tiendas.

—Está bien, traeré a los cachorros y…

—No queremos juguetes, no nos comprarás con eso —dice Lunaire, entrando a mi despacho con aire altivo—. Los buenos padres…

—Oye, deja que nos compre juguetes —masculla Dean.

—Eh… Bueno, habría que ver. —Riven se cruza de brazos.

—Pequeña lobita, entiendo que tu tía Eden no les compraba juguetes nunca, pero yo sí puedo y lo haré —respondo—. Les gustarán tanto que…

—¡No, con juguetes no me vas a comprar! —grita Lunaire, haciendo que algunos objetos del despacho comiencen a temblar.

«Tiene carácter», pienso, reprimiendo una sonrisa.

—Bien, no compraré juguetes para ti si no quieres, pero debes vestirte adecuadamente —respondo.

Lunaire frunce el ceño, confundida.

—¿De verdad?

—Sí, sí, de verdad.

Kevin me hace una señal de aprobación y sonríe, lo que me hace pensar que voy por buen camino.

—Es mejor que vayamos —digo levantándome—. Podemos ir a la ciudad.

—Estoy lista para que nos vayamos —dice Eden, entrando al despacho—. ¿Piensas que te dejaré salir a la ciudad solo con ellos? Estás muy…

—No, no pensaba excluirte del plan —le digo con el tono más jovial que puedo.

Todos ahogan un grito. Están sorprendidos de mi amabilidad, incluso diría que asustados.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi hermano?

—No hice nada, simplemente estoy siendo civilizado. Ahora, vámonos, que tienen que desayunar algo.

—Está bien —responden los niños al unísono.

—¿Dormiste bien? —le pregunto a Edén al pasar por su lado—. Tienes ojeras.

—Deja de fingir que te preocupo —masculla—. Si quieres la respuesta, te digo que no. Aun así, tengo que ir con ustedes.

—¿Y qué va a pasar si tu compañero se nos cruza? Una vez que ves el hilo, es cuestión de tiempo para que se encuentren. No se puede huir del destino.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.