Los cachorros perdidos del alfa cruel

Capítulo 25: Estoy muy celosa, pero aun así debo dejarlo ir

*Leif*

Mi hermana no es de esas personas que quiera matar al prójimo de buenas a primeras, pero durante todo el camino hacia la casa me lanza miradas que, de tener algún poder mágico, ya me habrían calcinado.

—Relájate, ¿quieres? Fue el único trato que nos dejó satisfechos a ambos.

—¡Yo no me quiero casar con el rey! —exclama furiosa—. Ay, Leif, ¿qué has hecho?

—Tía Eden, tranquila —le dice Lunaire—. Seguro ese rey no te va a conquistar, o ni siquiera va a venir a casa.

—Eso espero, nena —suspira mi hermana.

«Yo no estaría tan seguro», pienso, desviando la mirada hacia la ventana.

Devian, por primera vez, perdió toda actitud arrogante y me preguntó todo lo que le gustaba a Eden y qué podía hacer para agradarle. Le respondí con cosas bastante genéricas, y las más específicas me las guardé.

Creo que, por ahora, estamos a salvo.

Llegamos a casa finalmente, exhaustos por todas las emociones vividas, pero también hambrientos. La única que no prueba bocado es Eden, que debe tener una tormenta en la cabeza.

—Tienes que pensarlo —le digo—. No te estoy diciendo que aceptes al rey ahora, pero sí que le permitas cortejarte. Son compañeros.

—Lo sé, sé que somos compañeros, pero es que es tan raro, tan usado, tan… ¡Lo detesto!

Esbozo una pequeña sonrisa. Ella no lo odia; simplemente está celosa.

—No pongas esa sonrisita, Leif, no estoy celosa —resopla.

—Pero si yo no dije nada —me encojo de hombros.

—Estás pensando que son celos, y no son celos.

—No estoy pensando nada —me cruzo de brazos—. Eres tú la que está dejando salir todo lo que pasa por tu cabeza.

—Tía, lo tienes que aceptar —dice Riven—. Te enamoraste de ese rey.

—Ay, por Dios, claro que no —bufa Eden—. Solo somos compañeros, pero eso no significa que sienta algo por él.

—¿Entonces no querías a mamá? —me pregunta Lunaire.

Mis tres hijos me miran como si, al mismo tiempo, se les hubiera ocurrido la misma pregunta. Fulmino con la mirada a Eden antes de aclararme la garganta.

—Ella dice lo que cree sentir, pero no es mi caso —respondo con seriedad—. Su madre fue y sigue siendo lo más importante para mí. Y ahora ustedes también.

El ambiente cambia de nuevo, pero por algo mucho más especial y significativo. Los ojos de mis cachorros brillan de una manera hermosa y, aunque no comparten el color con los de su madre, tienen exactamente la misma mirada.

Y haré cualquier cosa para que sigan mirándome así.

***

*Eden*

Por más que intento, no puedo dejar de pensar en Devian Saevus y en esa creciente necesidad que tengo de volver a verlo. Es algo que apenas puedo soportar y a lo que no cedo, solo por amor a mis pulgas.

No me importa lo que me diga nadie: no pienso abandonar la manada. Ese rey «corazón de palacio» ya tendrá que resolver sus problemas como pueda. Tiene mujeres, ¿no? Que ellas le ayuden.

—No lo hará —me dice Niamh cuando estoy lanzando rocas al río—. Si no hay dolor, quiere decir que...

—Pero eso es al revés, ¿no? Yo...

—Aquí la loba eres tú —gruñe—. Tú vas a saber exactamente si otra mujer lo toca. Y no hemos sentido nada.

—Igual no lo creo. Todos son iguales —refunfuño, luchando por no sonreír.

No, a mí no me alivia que ese rey tonto no «reaccione» cerca de otras mujeres. De hecho, creo que es lo que se merece.

—Estás celosa, Eden, reconócelo. Deja de ser tan tonta y...

—Bueno, ¿qué quieres, Niamh? —le grito, exasperada—. Primero me dices que venga aquí, luego que reconozca que estoy celosa. No te entiendo.

—Creo que deberíamos buscar un punto de equilibrio. Es que me duele la posibilidad de que él sufra por no tenerte.

—A mí también me duele —respondo, abatida—. Y sí, me muero de celos solo de pensar en que Devian se olvide de mí, que decida ignorar lo que pasa entre los dos. De hecho, creo que ya lo hizo, porque no hemos sabido nada de él en cuatro días.

—Por eso es que te digo todo esto. Estás sufriendo, aunque no quieras admitirlo —replica—. Tú no eres de esas personas que se alejan para venir a lanzar piedras al río. Él te importa y te seguirá importando mientras no lo rechaces o hagas algo al respecto.

—Rechazarlo… —murmuro—. Tal vez eso sea lo mejor.

—No vas a poder encontrar pareja. ¿Quieres condenarte a eso?

—Ser destinados no me garantiza que Devian me sea fiel —le recuerdo—. Él es humano, tendrá tentaciones.

—¿En serio vas a dejarlo ir?

Mi corazón se rompe ante esa idea y no puedo evitar llevarme una mano al pecho.

—No debería estar atado a mí —musito—. Creo que el acto de amor más grande que podría hacer es dejarlo libre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.