Los cachorros perdidos del alfa cruel

Capítulo 30: Este es el indicado

*Eden*

Tamborileo los dedos sobre el escritorio mientras espero a que cargue la maldita página que estoy consultando. La casa de Leif es una maravilla, pero el internet aquí es una auténtica basura. No es culpa de la propiedad en sí, sino del hecho de que esté en el bosque, con una señal más débil que mis piernas ahora mismo.

A pesar de la preocupación por mi niña, no dejo de pensar en Devian y en las tonterías crueles que le dije anoche, producto de mi desesperación. Su melena larga es demasiado hermosa y, extrañamente, eso le da un aire aún más masculino y distinto al resto. Sin embargo, tenía que hacer cualquier cosa para alejarlo de mí.

—Ya se le pasará —murmuro para tranquilizarme—. No creo que su autoestima sea tan frágil.

—No, pero eres su compañera —me dice Niamh, enfadada—. Cualquier cosa que le digas lo va a tomar en serio y le dolerá.

—Puede ser, pero creo que se le pasará rápido —respondo, con el pecho oprimido por la culpa—. ¿O no? Ay, no me atormentes ahora, ¿quieres? Estoy tratando de buscar información sobre las marcas solares. Los libros no son muy claros al respecto.

—Imagínate que te dijera que necesitas tener unos pechos más grandes u ojos más bonitos —refunfuña mi loba—. ¿Qué sentirías tú?

—Ganas de torcerle el cuello —mascullo—. Pero supongo que podría superarlo.

Niamh solo bufa. La página por fin carga y trato de desterrar de mi mente cualquier pensamiento referente a Devian y la culpa que siento por haberle dicho semejante insulto para que me dejara ir.

—Marca solar —susurro mientras tecleo—. Espero que al fin aparezca algo en esta página.

Entorno los ojos al ver aparecer un texto que parece kilométrico y tiene las letras más diminutas que las neuronas de esa tipa estúpida que se quiso meter en la cama con Devian.

—No es mejor que yo, desde luego —suelto una risa antes de comenzar a leer.

El tema de esa tipa queda en el olvido cuando presto de verdad atención al texto, que se va poniendo más y más turbio a medida que avanzo la lectura. Incluso Niamh se queda estupefacta y jadea a cada rato.

Menos mal que Lunaire, Leif y los chicos se fueron a pasear y no están aquí escuchando el golpeteo salvaje de mi corazón ni mi respiración entrecortada. Ni siquiera Niamh puede creer lo que estamos leyendo.

—Es muy pequeña, ¿cómo puede ser eso? —susurra Niamh—. No, debe ser otra cosa.

—La marca es igual —digo con voz temblorosa—. Y nadie vivo sobre la Tierra ha presenciado algo así. Van a reclamarla y…

Aferro ambas manos a mi cabeza y me jalo el cabello, temblando de pura desesperación.

—Esto no puede ser posible —niego con la cabeza—. No, no se pueden llevar a mi niña, no.

—A ver, tenemos que pensar en algo —me propone Niamh—. ¿Y si la escondemos en un sitio donde nadie pueda encontrarla? Así la perderían de vista.

—Eso es absurdo —resoplo—. La encontrará por la marca.

—Bueno, pero quizá…

—Lunaire no merece vivir encerrada, Niamh —suspiro—. Es solo una cachorra, ni siquiera ha conocido aún a su loba. ¿Y que ya su compañero la reclame? Eso no es…

—Es doloroso, Eden, pero quizá tengamos que aceptarlo.

—¡No, Lunaire no! —grito, golpeando el escritorio—. ¡No, a ella no!

—Eden, no ayudas si te pones así —me regaña Niamh, aunque está tan angustiada como yo—. No es justo para Lunaire que nos dejemos vencer por el pánico.

—¿Estás diciéndome que la dejemos ir? No, no quiero eso. Si pasa, nunca la volveremos a ver. ¿No lo entiendes? No puedo dejar que nadie se lleve a mi pequeña pulga. Amo a mis pulgas, me arrancarían una parte de mí si tengo que entregarla.

Sin importarme los reproches de mi hermano, lanzo el escritorio lejos, gruñendo. Los espasmos de mi cuerpo se vuelven tan incontrolables que acabo transformándome, aullando de un dolor tan intenso que apenas soporto.

Aunque la oficina se vuelve pequeña en mi forma de loba, no salgo y me limito a dar pasos cortos. Odio caminar a cuatro patas, pero estoy bloqueada y sé que no volveré a ser humana hasta que logre calmarme.

Unos minutos después, doblo las patas y apoyo el hocico en el suelo, gimiendo de dolor. Ni siquiera en forma de loba puedo dejar de pensar en cuánto me duele mi niña, en que voy a morir si ese ser se la lleva y no la volvemos a ver.

De pronto, escucho un corazón y una respiración que, aunque no conozco desde hace mucho, reconozco al instante.

—Nunca imaginé sentirme atraído por un lobo —dice Devian—. Incluso en esa forma eres muy…

Le gruño con fuerza y él retrocede un poco, aunque no parece realmente asustado.

Giro todo mi cuerpo y lo observo desafiante, pero aun así Devian se acerca y me acaricia entre los ojos.

Es entonces cuando me doy cuenta de que lleva el pelo corto.

¡Devian de verdad se cortó el pelo!

—Eres demasiado hermosa, Eden —dice maravillado—. Ojalá pudiera ser como tú, aunque fuera solo un momento.




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