Los cachorros perdidos del alfa cruel

Capítulo 35: Ellos son tu familia

*Raisa*

Días antes

—Devian —digo mientras me levanto de mi asiento—. ¿Qué es lo que…?

—Vendrás conmigo —me suelta con brusquedad—. ¿Hasta cuándo pensabas ocultarme que eres la madre de los hijos de Leif Moonstone?

El jarrón que estaba pintando se me resbala de las manos, y los pedazos se esparcen por toda la tienda. Mi corazón late tan fuerte que estoy agradecida de que mi primo sea humano y de que no pueda escucharlo

—No puedo ir contigo —susurro, retrocediendo—. No, Leif no puede verme.

—¡¿Por qué no?! —me grita, luciendo más aterrador que nunca.

La primera vez que lo vi creí que era un gigante, no un humano. La ausencia de su melena no lo hace menos temible; al contrario, parece más peligroso.

—Porque… ¿Cómo es que lo supiste todo?

—Eden me mandó a buscarte. Sé que fue una forma de alejarme, pero ahora te llevaré.

—No, por favor —le ruego—. No puedo regresar a esa casa, no ahora. Tengo que recuperar a mis hijos, pero sin que él me vea.

—¿Por qué? Te daré una oportunidad en el camino para que me lo expliques, pero…

—Devian, por favor —suplico—. No puedes hacerme esto. Necesito llevarme a mis hijos. Ahora que estoy recuperada, sé que puedo cuidarlos y no dejar que les pase nada.

—Tu hija tiene una marca —me suelta sin más—. ¿Por eso pretendes llevarte a los niños? ¿Vas a entregarla?

—Tengo que protegerla —sollozo—. Solo podré entregarla cuando crezca si acepto ir a ese lugar. Solo… dame tiempo para que ellos puedan pasar más tiempo con su papá. Mis cachorros me pidieron eso: una Navidad con él.

—Eres…

—Yo jamás habría entregado a mi pequeña Lunaire —gimoteo, con el rostro entre mis manos—. Le ofrecí al dios del sol volver a destruir mi columna, hacerme pedazos, pero no hubo forma. Él la quiere.

—¿De qué estás hablando?

—Deja que te lo explique, por favor —suplico—. Si no te cuento mis motivos, entonces no podrás entenderme. Sospecho que me buscas porque eres el compañero de Eden; mis hijos me lo dijeron.

—¿Entonces tus hijos siempre le han mentido a Eden?

—Creo que a estas alturas ya les quedó eso claro tanto a Eden como a Leif —suspiro—. Y no imaginas cuánto me odio por ser tan cobarde, pero no puedo ponerlos en peligro.

Tomo de la mano a mi primo y salimos de la tienda. Cada vez que alguien viene, regresa a mí ese terror de saber que vivo sola en medio de la nada, que tendré que seguir haciéndolo para poder comprar más tiempo al lado de mi niña y de sus hermanos.

—Te mentí, Devian. Lo que me pasó no fue un accidente, no me operaron. Fui curada años después de dar a luz a mis cachorros.

—¿Cómo fue que sobreviviste en primer lugar? Tengo entendido que las humanas no pueden resistir tener crías de lobos.

—Quizá sea nuestra sangre —me encojo de hombros—. Tal vez fue mi voluntad o mi amor por mis bebés. No lo sé, Devian, pero estaba resignada y conforme con vivir en mi silla de ruedas con tal de tenerlos a ellos.

—¿Y entonces?

—Entonces mis padres comenzaron con sus planes. Me opuse mil veces, pero mi cuerpo estaba tan mal que no podía siquiera moverme. Tuve que fingir que accedía, pero que no les hicieran nada a mis cachorros. Al echarlos de esa casa, yo creí que estarían a salvo, que ellos no serían el precio a pagar por lo que harían conmigo.

—¿Tú les dijiste dónde encontrar a Eden?

—Sí. Conseguí su dirección de mis padres. Fueron unos mezquinos, unos desalmados, pero al menos me concedieron eso, para que mis niños supieran a dónde ir.

—¿Y les pediste que buscaran a su padre?

—Sí, pero no de la forma en que lo hicieron —suspiro—. En fin, ya es tarde para arrepentimientos. Tengo que volver por mis hijos en la próxima luna llena. No me queda…

—No, lo que haremos será ir a la propiedad de los Moonstone y enfrentar las cosas como son. Tengo que llevarte para poder tomar por esposa a Eden.

—Claro —río con ironía—. Tú solo quieres llevarme para lograr tus propósitos. Ahora lo entiendo todo.

—Sí, en parte —admite—. Pero también puedo ver lo mucho que le haces falta a esa familia, Raisa. Eres muy cruel al hacer todo esto, por no pedir ayuda.

—¿Cruel? —suelto con una risita irónica—. ¿Más crueles de lo que fueron conmigo? La única persona que me ayudó siempre fue Eden. De ahí en fuera, nadie…

—Leif sufre sin ti.

—Y yo sin él, pero no podemos estar juntos —farfullo—. Lo prometí, no puedo involucrarlo.

—Entonces tienes que ir y explicárselo, porque no creo que de otra manera lo entienda.

—No, yo tengo un plan para…

—Dudo mucho que tus hijos te hagan caso esta vez —me interrumpe—. Ellos quieren a su padre, confían en él y en Eden.

—Confían más en mí.

—Les vas a destruir el corazón con tu plan —me recuerda—. Sí, vivirán contigo, pero ¿a qué costo? Vas a arrebatarles la felicidad. ¿No prefieres intentar otra alternativa?




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