Los Colores de Jimmy

Capítulo 9

Shain es peculiar.

Lo noto en cuanto me adentro en el extraño bar hipster que asemeja ser una cueva en medio de la ciudad.

Esta vez la abuela pone algunas condiciones para dejarme salir (que tengas el móvil con batería, que le pongas audio, que contestes si te llamo, que no te alejes demasiado) lo cual se debe a que estamos a más de medianoche.

Hora en que lo mejor de esta nueva ciudad empieza.

El lugar tiene una entrada oscura con un pasillo semejante a un túnel en su ingreso, cuelgan luces titilantes iluminando casi del todo las paredes y el techo aparentemente estrellado.

El lugar se llama With love, Donuts. ¿Será su nombre un medio para disimular o en verdad venden donas? Nadie aparenta estar comiendo eso precisamente sino que en las mesas predominan los tragos con alcohol, chicas de pelo verde y sujetos con tatuajes hasta el cuello. En algunas mesas distingo inclusive que algunas mujeres están de la mano como esos sitios donde mi madre siempre sugirió "tápate los ojos" apenas pasábamos en el auto.

Sigo avanzando en busca de algún rostro que reconozca de mi pasado, sin embargo nada de eso sucede. ¿Qué opinarían Jena, Britt o Meredith de verme aquí? Dudo que sea un lugar de su agrado pero depende en qué condiciones me vaya esta noche, podría invitarlas a venir.

Al frente de todo, hay un chico que luce su voz frente a un micrófono. Canta muy bien algunas versiones acústicas cuales se ajustan perfecto a su tono.

El escenario no es más que cierta distancia improvisada entre los parlantes y la primera fila de sillas.

Encuentro finalmente una mesa vacía al final del lugar, no obstante una camarera de pelo largo rojizo me cruza primero y me pregunta:

—Dulzura, ¿se te perdieron tus papis?

El tono y su cuerpo me dicen que no se trata precisamente de una chica sino de alguien transformista lo cual genera un vuelco en mi estómago pero lo que dice a continuación hace que termine por agradarme:

—Sólo bromeaba. Soy Daliah. ¿Primera vez que vienes por acá? ¿Al menos tienes edad para estar fuera de tu casa a estas horas?

—Yo...

—Descuida. No hay seguridad en la puerta. En Donuts pretendemos ser un refugio para quienes no tengan donde pasar la noche. ¿A eso vienes, verdad?

—Creo que mejor...

—¿Mejor no te quedas? Oh, cielo, no quería preocuparte. Toma asiento y te sirvo una malteada. No quiero darte alcohol y que salgas borracho de este lugar. ¿Cómo te llamas?

—Jim...

—¿Jimmy?

—Sí...

¿Es que esta persona acostumbra a completar todas las frases que percibe inconexas? Por lo visto ama adelantarse a las respuestas.

—¡Por el amor del arcoiris! ¡Pero si eres Jimmy Blade!

—Blake.

—Como sea, ven, pero me lo hubieras dicho antes.

Quizá, si tan sólo me hubieses dejado.

—Ven—me señala.

Y camina hasta una mesa solitaria en el extremo derecho delantero de todo el bar. Hay una nota  y dos sillas evidenciando cierta reserva.

Antes de sentarme, miro el trozo de papel y me sonroja en un santiamén lo que tiene escrito.

"Mira el mundo con otro color, Jimmy".

—¿Quieres una malteada de frambuesa o de chocolate, mi amor?

Las palabras de Daliah me ponen en un lugar donde la incomodidad amenaza de manera absoluta.

—Framb... —empiezo.

—Frambuesa con chantilly—como es de esperar, no me deja terminar.

—Gracias. Eres muy amab...

—De nada, cielo—me dice y por un momento se queda mirando al chico que canta. Tiene el cabello azul y negro en degradé. Sus mejillas son pálidas y los labios llenos cuales se curvan en una sonrisa al cruzarse con Daliah quien aúlla y luego vuelve a mí—: ¿Necesitas algo más?

—Ammm. Una pregunta.

—Dime.

—¿Quién hizo la reserva?—me arrojo a preguntar; a continuación ella dice sin inmutarse.

—Shain. —Y cruza una nueva mirada con el chico que canta.

 

—Me gusta amenazar a la gente.

Shain ha terminado de cantar pero los aplausos aún persisten. Durante un momento, él se acerca donde estoy y la atención del público es puesta en mi presencia lo cual provoca ciertos murmullos pero también que vuelvan a sus propias compañías de esta noche.

—¿Me amenazaste?—le pregunto tratando de hilar la extrañeza en la que me he visto envuelto.

—No directamente pero tuvo su efecto—responde mientras toma asiento en la silla frente a mí y deja la guitarra reposando a un costado de la mesa.

—Es posible—me encojo de hombros.

—¿No es terriblemente seductor que un extraño te amenace e invite a una cita?




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