Desde entonces, Shain no se ha vuelto a aparecer. Y es la única persona de confianza que se me viene a la cabeza ahora mismo, quien pueda inspirarme con algunas palabras capaces de reconfortarme; al menos, que sus chistes "inocentemente sexuales" me arranquen una sonrisa.
«Tranquilo, puedes hacerlo... Estarás bien» me digo frente al espejo mientras acomodo el moño de mi corbata. No sé cómo demonios se supone que combina con mi cinturón pero ha sido gracias a "La Voz de la Razón de La Moda: Meredith" que he optado por esta ropa, esta noche.
Britt llegará en breve con su Volkswagen e iremos juntos al baile del instituto; debo calmarme.
También llevo luchando frente al espejo puesto que, como quiera que me acomode el cabello, siempre quedará terrible. Las manos me sudan y tengo una terrible crisis sobre si llevo o no las gafas. Pues...peor sería que me dé otro porrazo contra el suelo y esta vez estando despierto, por lo que sí, decido llevarlas.
Escucho el claxon del carro de mi amiga y el corazón se me sube a la garganta. Oh, oh, oh... ¡Demonios, Jimmy cálmate! Creo que estoy al borde de un ataque de crisis.
Inhalo y exhalo buscando calma pero ésta no llega y me desespero aún más. ¿Y si mejor cambio de idea? ¿Y si finjo un malestar estomacal para no salir de casa esta noche?
-Cielo, tienes una amiga esperando fuera-dice mi abuela Susan desde el otro lado de la puerta de mi habitación.
Sí. «Mí» habitación; me la adueñé, es perfecta, casi hecha a mi gusto y medida y mucho más espaciosa que la anterior, que aquella que quedó en casa de mis padres.
Hace frío y busco mi chaqueta negra de cuero sintético y le echo un último vistazo al reflejo que me devuelve el espejo de mi habitación. Paso por la cocina y recibo un beso de la abuela, además su considerada bendición. Paso de saludar al abuelo Ernie puesto que no aparece en mi camino y salgo, para encontrarme con Britt Montoya al volante de su Volkswagen descapotable. Al otro lado, sólo alcanzo a notar el escote de su vestido lila y su cabello rubio tomado en un lazo del mismo color.
Meredith viene con ella en el asiento de atrás y da un silbido al verme.
-Espera-me dice apenas subo al asiento de copiloto: tira de mi chaqueta hasta sacármela y la lanza a los asientos traseros. Me afloja un poco el nudo del moño de la corbata y desprende el primer botón de mi camisa. Luego me mira y me despeina, al que me da muy mala espina puesto que tanto me he esforzado... aunque al encontrarme en el espejo retrovisor, distingo que mi aspecto ha mejorado notablemente-. Ahora sí, John Travolta, vámonos.
¡Exactamente! No sé cómo ni por qué motivo pero mi aspecto es similar al de un John Travolta de los años ochenta y la sensación de satisfacción es inmediata. Quizás así llamaré la atención de Steve, quien seguramente se tiene de memoria la película de Fiebre de sábado por la noche.
Bien... Las cosas están sólo bien. Por el momento. Y quisiera tener la seguridad de que lo estarán hasta que se termine la noche pero no encuentro consuelo a esto.
C♥B
—¡¡BRITT!! —grita Jena al encontrarse con nosotros.
Abraza a mis amigas y se queda boquiabierta al reparar en la estupenda pinta de Britt. Meredith le toma una mano y le da una vuelta para ver cómo le sienta el vestido de arriba abajo, por delante y detrás, realmente que están tan impactadas como las animadoras envidiosas que pasan y la ven. Lo cual tienen bien merecido.
—¿Cómo diablos conseguiste ese vestido tan maravilloso en sólo unos días? ¡Haré un monumento al diseñador!—exclama Meredith.
Jena da la vuelta y le presiona el corcel a Britt para levantarle aún más el busto, aunque creo que en ese apretujón, la rubia se queda sin aire hasta recobrarlo con algo de dificultad.
Okay, está realmente preciosa mi amiga pero es en ese instante cuando se vuelve desastroso el hecho de que pasen los muchachos, sobre todo los del equipo de fútbol y le digan frases de ligoteo a la rubia.
Hasta que llega Francis y yo también recibo unas palabras pero a diferencia de mis acompañantes, lo mío es un ataque directo. Fabuloso, ¿justo ahora?
—Vaya—dice el matón mientras se pasea con los bolsillos en su chaqueta—, están preciosas chicas, lástima por la número cuatro, que parece ser una lagartija.
Y eso último lo dice mirándome a mí. Britt me toma una mano y la presiona fuerte mientras los vemos irse dando alaridos de victoria. Prefiero hacer caso omiso a sus palabras, ya que no me afectan ni me hacen nada por el motivo de que no me tocan y Steve me dejó en claro el mensaje: «No debes dejar que Francis te toque.»
Y si Francis me toca de nuevo, lo lamentará.
Los alumnos del instituto forman fila esperando su número en la entrada que está adornada con globos y decoración festiva. La puerta principal se muestra imponente puesto que está rodeada por un arco de coloridos adornos y un cartel enorme que seguro es del comité de organización de bailes cual reza:
¡Gran Baile de Bienvenida!
Al verlo, sonrío; nunca había estado en un clima tan alegre y de seguro se debe a este instituto, porque en el de mi otra ciudad, inspiraba miedo asistir a cualquier evento.