Britt está a mi lado cuando nos ponemos de pie frente a la puerta de entrada al instituto.
Todavía se ven vestigios de sangre sobre la tierra aunque las manchas carmesí sólo pueden observarse con la vista fija y un gran esfuerzo.
El problema es que tengo a mi abuela Susan y a mi abuelo Ernie a cada lado ya que los han mandado a llamar, como mis tutores que son ahora. Sólo espero que luego de este día no me den una reprimida o me castiguen... No puedo hacerme de mal comportamiento en este instituto.
¿Qué sucedió con mi plan de llevar a raya mi invisibilidad hasta el momento de la graduación?
Y aún me espera un largo trecho por recorrer.
Mis abuelos toman asiento en uno de los salones de clase vacíos y con Britt vamos en busca de señor McCough. Nos ponemos de pie frente a la puerta y la rubia apoya una mano en mi hombro.
—¿Está enojado conmigo?—le pregunto a mi amiga.
Ella me observa y niega con la cabeza. Ni siquiera entiendo por qué me ha acompañado hoy si volverá a su encierro silencioso.
—Después de tu reacción de anoche frente a Francis, creí que hoy empezarías a...hablar más—menciono sin poco tacto.
Y me arrepiento apenas he dejado escapar mis estúpidas palabras, sin embargo esto logra arrancarle una risita tímida a la rubia.
—No lo creo—contesta por fin—, McCough no se enoja con los que son...buenos.
Su voz es demasiado baja pero audible.
Le doy una nueva vuelta al asunto y caigo en la cuenta de que me ha puesto de la de los buenos. Cosa que dejaría de ser así en caso de que supiera las cosas que hice unos meses atrás.
Con sus palabras de aliento, me decido a golpear suavemente la puerta donde reza "McCOUGH CONSEJERO VOCACIONAL" y oímos una voz dentro. Es él indicándome que pase.
—Suerte—me susurra Britt. Yo la observo sorpendido ya que creí que entraría conmigo pero hasta acá ha llegado su apoyo moral.
—Gracias—le digo y cierro la puerta.
Tic.
Tac.
Tic.
Tac.
Demonios, estoy que muero de los nervios.
McCough junta las manos al otro lado del escritorio. Sólo me ha saludado y luego se ha llamado al silencio. ¿No se supone que esta es la parte en que empieza a torturarme para que le diga por qué Steve estaba conmigo a escondidas, en la fiesta? ¿O que arroje una vil acusación contra Francis?
O aún peor: quizá quiere someterme a algún tipo de terapia y para eso tendré que venir dos veces por semana hasta graduarme y ahí estaré perdido: Hay ciertas palabras que no deberían ser jamás dichas ni recordadas. No de nuevo.
—¿Qué tal has estado, Jeremiah?—suelta por fin.
—Bien, supongo—contesto con voz tímida y me acomodo en la silla. Me molestan sus ojos fijos en mí. Detesto el peso de las miradas.
—¿Te animarías a definirme «bien»?
—Esto, no sé qué quiere que le diga.
Él apoya la espalda contra el respaldar y resopla. Luego mira la hora en su reloj-pulsera y vuelven sus ojos donde yo estoy.
—Blake, tú lo que hiciste fue ayudar a Steve Morgan por todos los medios posibles respecto a lo sucedido anoche, lo sé.
Sus palabras me dejan atónito y trago saliva algo nervioso al momento en que nombra a Steve.
—Supongo que no le hiciste nada malo como Francis supone, ¿estoy en lo cierto?
—Así es, señor McCough, yo sólo lo ayudé porque estaba enfermo, en un estado deplorable.
—¿Y lo ayudaste a qué? ¿Le diste alguna medicina?—me pregunta—. Además, anoche dijiste haberlo encontrado... Dime, dónde lo encontraste. ¿Podrías señalarme el lugar preciso si ahora mismo vamos tras el campo de béisbol como dijiste?
—Por supuesto—le contesto sin vacilar—. No tengo la menor duda de dónde lo hallé.
—¿Y qué hacías tú tras el campo de béisbol?
Oh, sí, verá: esta ridícula escuela intenta creerse la más adaptada a este siglo e intenta implementar programas estúpidos donde una pareja del mismo sexo puede ser armada a gusto del azar ya que es normal que existan chicos homosexuales, ¿por qué no si en toda la Historia los hubo? El problema es que esas nociones de crear una pareja del mismo sexo es la estupidez más grande que he escuchado en mi vida por el simple motivo de que los matones afilan los dientes y los afectados debemos huir de ahí.
Elucubro la idea de poder contestarle eso pero no lo hago así que empiezan mis mentiras.
Llegó la hora de ponerme en papel de víctima.
—No quería que Francis me moleste—le suelto sin dejar atisbo de falsedad en mis palabras. Creo que siempre se me dio bien lo de inventarme cosas—. Además no encontré a mi pareja anoche y quizás ella sí me encontró y no quería estar conmigo. Por lo tanto, preferí salir del lugar donde se estaba llevando a cabo el baile.