Es hora de dormir pero no tengo sueño. Doy varias vueltas en la cama debatiéndome entre el techo y la ventana.
¿El motivo? Hay dos ideas rondando por mi cabeza y no me las puedo arrancar:
¿Por qué no me ha escrito? Si se supone que tanto se preocupaba por mí. ¿Por qué si apenas nos conocemos? Debería de mandarle un testamento haciéndole notar lo equivocado que está, sin embargo mi parte sensata me recuerda que estoy haciendo todo mal. Él sólo me quiso ayudar y no porque yo sea una persona especial. Debería repetírmelo más: Vamos, Jimmy, no te creas tan importante. Sólo fue caridad.
Mierda, no puedo estar más solo. No importa que Britt o Meredith estén de mi lado. Juro que luego de ver a Steve con Miranda estuve a punto de decir a mis amigas que él me gusta, que me destruye verle en compañía, que me hace explotar por dentro no poder decirlo.
Y ni siquiera estoy listo para admitirlo conmigo mismo al asunto de mi sexualidad… Soy la cobardía materializada, lo sé, pero nada volverá a ser lo mismo una vez que se sepa. Además, tendré que hacerlo con ellas, con mi familia, específicamente con mis abuelos, con Steve… Steve. Y cuando vaya a la universidad tendré que hacerlo con mis compañeros. Y cuando trabaje. Y cuando haga lo que haga. Estoy saliendo del armario todo el tiempo y eso me pone fatal. Si eres heterosexual no tienes que hacer nada de eso, ¿por qué alguien gay, sí? No puedo admitirlo, Shain, lo siento pero no puedo. Aún no estoy listo. Y lo peor es que no quiero estarlo, no sé si algún día seré capaz.
Sólo hay una persona que está al tanto y está dentro de mi computador.
Con quien también la he jodido Nivel Profesional.
No puedo estar tan solo.
Me levanto de sopetón y busco mi portátil. Lo enciendo y tomo asiento frente a mi escritorio. Hay mensajes que he obviado, pero ahora los leo todos. La persona que conocí en línea (quien además vive demasiado lejos como para figurarse una mínima posibilidad de conocerle) me ha contado cada uno de los días que transcurrieron desde que dejamos de hablar y todo porque me embobé con Steve creyendo que… creyendo que… Mierda. Como si fuese poco, uno debe adivinar, suponer todo el tiempo quién es gay y quién no.
“Ganaste—le escribo—, te he extrañado y me siento como un feo perro abandonado”.
Le doy Enviar y espero una pronta respuesta.
Que no llega.
Espero y espero. Mientras tanto, stalkeo a Steve. Su perfil de Instagram es privado y no le enviaré una solicitud. Ya sé cuál será el resultado. Pero su perfil de Facebook no tiene seguridad, sólo que hace mucho no sube nada de nada. Reviso sus fotos hasta el hartazgo, ya lo he hecho antes, sin embargo en esta ocasión doy con una foto de él en la que está en una piscina. Una chica lo ha etiquetado. No tiene camiseta y lleva puestos unos pantalones demasiado cortos para cualquier mortal. Sonríe directamente a la cámara y se marcan sus malditos hoyuelos que asesinan.
Cuando menos me doy cuenta, tengo mi mano buena metida bajo el pantalón de mi pijama y la otra dando zoom al cuerpo bronceado de Steve Morgan. Indago en su cuerpo hasta que la pantalla se pixela. Me empalmo a más no poder y mi mano buena hace lo suyo para darme estímulo. Vuelvo a la cara del actual mariscal de campo y me deleito observando su quijada cuadrada, sus ojos claros, sus labios demasiado rosados.
Bajo hasta sus pectorales definidos, su abdomen, el escaso vello que nace bajo su ombligo y me meto en su pubis.
Sigo dando zoom.
Hasta que descubro que su miembro se marca por encima del pantalón mojado. Sin ropa interior.
Es de esos pantaloncillos de baño que no la necesitan, ¡por todos los Cielos!
Plip.
Un mensaje resuena en la bandeja de entrada pero no ayuda a que detenga mi mano de hacer lo suyo.
De pronto imagino a Steve mojado en el vestuario. Ojalá se hubiese quitado la toalla. Ojalá se le hubiese caído cuando estiró el brazo y se le marcaron los músculos. Carajo, Steve.
Cierro los ojos.
Imagino esos labios en los míos.
Con una de mis manos, acaricio mi cintura y es como si la mano de Steve me estuviese acariciando. Como si sus labios me estuviesen besando. Como si su mano buena me estuviese masturbando.
No me importa que sea una maldita fantasía, se siente fenomenal y lo necesito. Es la mejor idea que podría haber tenido en este día.
Steve me besa y sus labios son deliciosos. Casi puedo sentir su aliento. Sus músculos rodeándome. Su mano estimulándome a una velocidad alucinante.
Hasta que un estallido de sensaciones me recuerda que llevo puesto el pijama y mañana tendré que lavarlo a mano.