Probablemente salir corriendo no sea una buena opción. Ni siquiera sabré entonces cuál será el plan de Francis.
Debo quedarme para ofrecerle una contraoferta y puede que así dé con lo que justamente él busca. Mis abuelos no saben nada de lo del arma. En realidad la llevé al instituto por un momento de ira, nada más. No quise matar a nadie... ¿o sí? ¡No! ¡Para nada! ¡Nunca quise ni querré eso! Aunque quizá con Francis pueda hacer una excepción.
Ese objeto no lo saqué de mi mochila el día de mi crisis, sino que me contuve y temía mucho a la idea de descubrirla.
Siempre mi papá nos dijo a mamá y a mí dónde guardaba su rifle y un calibre 22 pero puede que haya sido una de las peores decisiones de mi vida extraer ésta última para llevarla al instituto como si la acción fuese a conferirme autoridad alguna. Pues, si lo que pretendía en su momento, era ejercer autoridad y respeto, al menos hubiere necesitado coraje pero de haberlo tenido y usado finalmente el arma, me hubiese arruinado el resto de la existencia.
¿Cómo la encontraron entonces si ni siquiera la dejé al descubierto? Resultaba ser que luego de que hallasen mi cuaderno con el bosquejo del corazón con la palabra «Eric» al centro y se difundiese la noticia, era una diversión el poder llegar a mis cosas y ver si encontraban algo de qué reírse. Pero lo último con lo que dieron fue más preocupante que cómico y valió mi transferencia que por suerte, en este instituto aceptaron. Ahora debo tener el secreto a raya. No quiero que las personas me tengan asco y además miedo.
Por otra parte, si hecho todo a la basura y me veo en la obligación de tener que dejar el instituto para irme a otro de nuevo, sería una pésima idea puesto que ya no tengo dónde caerme muerto a estas alturas y en mi situación.
—Dime, entonces—le digo más suplicante que desafiante a Francis—, ¿qué es lo que querrás para cerrar el pico y no decir nada? Dinero no puedo ofrecerte más que lo del almuerzo, lo siento. —Aunque se me viene a la cabeza la abultada billetera de mi abuelo y creo saber dónde Susan guarda sus ahorros. ¿A quién culpará si desaparecen? Mirará a Ernie antes que a mí, puesto que tiene una idea algo errónea de que soy buena persona.
Pero ¿en qué estoy pensando? ¡De ninguna manera les puedo robar ni un centavo a mis abuelos!
—Hey, espera, calma—se bufa Francis—. Aquí hay dos aspectos bien escondidos de ti que son muy valiosos. ¿Crees que esto me lo pagarás con tu inmundo dinero?
¿Con qué más?
—¿Entonces qué quieres? Déjame en paz Francis... Te aseguro que no le dispararé a nadie ni me enamoraré de ti, ¿bien?
—Chist, no me hagas dar asco, lagartija—él simula hacer una arcada pero cuando recupera el hilo de nuestra discusión, me dice—: Primero, tu secreto de que tienes un costado asesino. ¿Fascinante, no? ¿Quién se lo hubiese esperado de Jeremiah Blake?
—Detente, por favor, no sigas con eso... —le suplico y me tapo los oídos, aunque aún así percibo lo siguiente que dice:
—Y segundo, tu costado marica. Venga, eso sí que es horroroso.
Trago saliva y deseo entonces que en cuanto llegue a casa, prenderé fuego todas mis cosas que tenía de antes de llegar a esta ciudad. No puedo permitir que alguien siga acusándome de esta manera por algo que no tengo la culpa. Pensaba que Eric había quedado sepultado en mi pasado, al igual que su golpe y mis gafas rotas.
—¿Qué quieres, Francis?—le pregunto nuevamente.
—A Britt.
—Pero ella no te quiere.
Él se carcajea y no entiendo de qué va su risa.
—¿Aquí se trata de lo que yo quiero o de lo que ella quiere? ¿Eres hueco como una muñequita, cierto? ¿Cómo prefieres que te llame: Ken o Barbie?—se burla cruzándose de brazos—. Bien, enamorado, a lo que me refiero con Britt es que me la entregues.
—No es mía ¿cabe desatacarlo?
—Muy gracioso—dice y levanta su mano para propinarme un porrazo, sin embargo recuerda que yo también puedo tenerlo amenazado a él si me golpea de nuevo (regla que le quedó muy en claro) y no hará falta que lo delate yo, ya que las marcas que me dejarán sus golpizas hablarán por sí solas. Francis se reincorpora y sigue—: Bien. Tráela al edificio abandonado y yo haré el resto—concluye guiñándome un ojo.
—No haré eso.
—Hazlo o...—levanta de nuevo para mostrarme donde escribí el nombre de Eric—. Ya lo sabes, toda la escuela te tendrá asco. Luego pactaremos el día de cuándo convencerás a Britt de entregármela pero tú sólo hazme caso en lo que te señale, ¿estamos?
No contesto pero el grandulón ríe a carcajadas.
¿Acaso tengo la opción de decir que no, que no estamos nada? En absoluto. Como él lo dijo, estoy en sus manos lo cual es justamente lo contrario a mis intenciones por las que entrar al periódico escolar y resultó un intento vano.
Una vez que Francis se va y me deja solo, una nueva preocupación surge y es la que realmente importa.
¿Cuánto tardará Steve en que Francis le muestre mi cuaderno?
Santo cielo; esto incluye que también debo advertir a Britt de lo mío antes de que sea demasiado tarde...