¿Pueden encontrarme alguien a quién amar?
Cada mañana que me levanto me muero un poco.
Apenas puedo quedarme de pie.
Pego una mirada en el espejo y lloro.
Señor, ¿qué me estás haciendo?
Pasé todos mis años creyendo en ti,
Pero simplemente no obtengo ayuda.
¡Señor!
Alguien, alguien,
¿Puede alguien encontrarme a quién amar?
—¿Y qué te pareció?
—Alucinante—digo con las mejillas rojas y empapadas en lágrimas.
—El objetivo era animar la noche. Te vi llorando desde la primera canción.
—Lo… Lo siento.
Shain saca una servilleta de papel y me la pasa. Me sorbo con ella los mocos y con el dorso de mi buzo, me quito las lágrimas que me empapan la cara. No puedo ser tan patético, ¡Señor!
—¿Se trata de eso por lo que has venido?
Asiento. Esta vez soy yo el que no habla.
—¿Tiene que ver con el chico por el que me desplazaste?
Demonios…
Vuelvo a asentir.
—Ah, comprendo.
Un par de personas arreglan cosas en el escenario con una agilidad sorprendente.
—Mira—dice señalando el escenario—.Luego de que disfrutes del show de esta noche, podrás despejarte y al finalizar, me cuentas. ¿Sí?
Asiento.
Todo se oscurece y Shain se acerca a mí, se supone, que para ver de frente. Una mano suya está rozando la mía y estoy en la incómoda situación de no saber si dejarla o quitarla.
Acto seguido sube una supermadonna al escenario con lentes de corazón y el cabello rubio rizado.
Now you can dance, dice la música.
Y empieza Into the Groove.
Acto seguido, aparece otra Madonna. Reconozco que va montada al estilo Who’s that girl. Quiere matar a la anterior pero ambas pelean con letras de la canción y pasos de baile.
Es imposible no morir de la risa.
Este lugar es fabuloso pero un secreto.
Me siento bien y a la vez avergonzado de sentirme tan bien.
Avergüenza ser diferente.
Sin embargo, por un instante, está bueno disfrutar el momento y reír con personas agradables.
Luego del show, hay fiesta pero muchos se retiran. Shain se pone la chaqueta y me señala la puerta. Cuando intento pagarle, se opone rotundamente y lo hace en mi lugar. ¿Hasta en eso tiene que ser jodidamente perfecto?
Daliah nos despide y le aseguro que volveré pronto. Cuando vuelva a estar sobrio no diré lo mismo.
Salimos.
La conversación inicia con mis adulaciones por su desempeño y por lo geniales que son las y los artistas que me han hecho llorar de la risa.
—Aún recuerdo cuando vi por primera vez estos números—dice—. No lo podía creer. Me sentía tan bien. Fue alucinante. Luego te vas acostumbrando y ves que reciclan chistes pero se esfuerzan por formarse en tanto artistas.
—¡Ni hablar! Además, el número final que hicieron las Madonnas de Like a Prayer me dejó delirando en colores. Lo amé. ¿Cuándo crees que vuelvan a hacer algo así?
—No lo sé, esto suele generar cierta división. Lo que corresponde es que luego venga un número de Lady Gaga para no herir los sentimientos de los que prefieren a otros artistas.
—Madonna es La Artista de la comunidad LGBT.
Shain me observa con una sonrisa pícara.
—Estás muy bien informado, eh. ¿Has estado saliendo a otros bares desde los trece, acaso?
—No, pero de haber sabido que eran tan asombrosos, lo hubiese intentado.
—Creo que opino exactamente igual que tú.
Avanzamos en silencio un momento hasta que Shain decide introducir el tema que nos convocó esta noche. O me convocó, mejor dicho. Me pregunto qué estaría haciendo ahora Shain si no estuviese conmigo acompañándome de regreso a casa. O con quién.
—¿Qué pasó con Steve Morgan? —me pregunta.
Y espero a que agregue algo al estilo de “sabía que algo así iba a suceder, no me escuchaste, te odio” pero muy al contrario es sumamente prudente y en ningún momento se ubica en el lugar de “Yo lo sé todo”.
—¿De dónde le conoces? —pregunto.
—Su madre suele venir a ver los shows de Donuts. Se ha hecho amiga de Daliah y le ha hablado de su maravilloso hijo Steve Morgan: el típico patán matón de la escuela, ¿no?