Han pasado cerca de dos horas y sólo quiero que amanezca.
No puedo desatar el llanto que en verdad necesito desatar. No sé qué hago ni quién soy, pues me parece que todo en mi vida ha sido borrado.
¿Es esta la vida real?
Ésa, pues, es la pregunta que me hace cerrar los ojos, suspirar y llorar desconsoladamente sobre la cama, mordiendo una nueva almohada con miedo a que mis abuelos se levanten alterados por mi estado de desconsuelo. La vieja almohada desapareció. La abuela no sabe dónde está. Yo sí: en la basura. Es una incógnita, nunca preguntaron. Sólo compraron una nueva. Quizá suponen que tengo arranques de furia, quizá suponen que en uno de esos arranques de furia la destrocé.
Mis gimoteos desprenden aún más dolor mientras más pienso.
Seguramente Steve debe de estarse cogiendo a Miranda y ella le está arañando la espalda. O quizá ya lo hicieron, a juzgar por la hora y ella se encuentra sumergida en una nube de placer… ¿Y por parte de él, qué? ¿Qué sentido tiene reducir todo al sexo, a algo meramente corporal?
También existe la posibilidad de que yo haya sido su neto instrumento de experimento, la rata de laboratorio que él buscaba para comprobar si era capaz de sentir algo físico o sentimental hacia otro varón.
Un varón, precisamente. Otro... varón.
Qué cosa más loca y detestable ¿no?
Creo que ya no me quedan ganas para seguir llorando, a pesar de que en mi interior hay una voz que grita y se desgarra.
Mientras tanto, el ser maligno enterrado en mi conciencia continúa haciendo daño ahí dentro.
¿Cuánto más habré de soportar? Después de todo, es probable que en la vida sólo debamos aprender a soportar, a soportar y a seguir soportando… Hasta que se vuelva insostenible.
Me he pasado todo el fin de semana soñando la misma mierda.
Una figura oscura sonríe y me empuja. Camino por el borde de la cornisa y se acerca, me hace caer y despierto.
Estoy en casa, se abre una cortina, la luz del sol ilumina una sombra y es precisamente la figura oscura que me está persiguiendo y quiere algo. Algo maligno.
Tengo lo que está buscando y quiere desesperadamente, aunque…no sólo eso, sino que se regocija en torturarme para poder tenerlo.
El peor sueño viene luego.
Mi madre está preparando una maleta para mí, ¿me voy de viaje? Así parece. Pero la ayuda mi abuela, quien aplaca un poco las cosas ya que al parecer mamá está nerviosa y apurada, debido a que el tren se va y no llegaré a tiempo si ella no termina de empacar mis propias pertenencias.
Bueno, ya que no se me permite hacer nada y necesitan que las cosas sean rápido, intento apurar, sea del modo que sea, por lo que tomo el maletín de mi ordenador portátil y lo abro. Sin embargo hay un reborde en la cremallera que me ha cortado y apenas lo percibo.
Me duele.
Tal vez me duele tanto que no soy capaz de tomar consciencia del padecimiento que debería hacerme sentir.
Y me altera algo que pone la situación aun más densa: la herida, por muy mínima que parece, me hace sangrar de manera estrepitosa. Brota, brota a borbotones un pequeño corte que me hice en el antebrazo derecho. ¿Qué puedo hacer para remendarlo? Un torniquete. Eso. Pues, he visto en las películas que antes del lugar donde sangra, hacer este tipo de curaciones caseras detiene la sangre, o retrasa su salida exagerada.
Listo, lo hago y es la hora de tomar la maleta que está lista para subir con mamá y mi abuela al auto, así tomar el esperado tren.
No sé por qué pero en mi sueño estoy al tanto de que Britt, Fray y Jena me esperan para irme con ellos. ¿Dónde? Pues, no soy capaz de visualizarlo bien al destino, aunque sí me entristece que no tengo tiempo de estar con mi mamá tanto como me hubiere gustado ya que el…el tren está llegando, se lo ve a lo lejos.
Inclusive es tanta la prisa con la que debo irme que ni siquiera puedo saludar a mamá y a mi abuela con un abrazo puesto que el maldito tren está demasiado cerca.
Y ahora la herida sangra más que nunca.
LES TENGO QUE DECIR QUE ME ESTÁ SANGRANDO. En este momento el dolor se vuelve apenas soportable… el tren. Debo irme y la herida sangra como nunca, sin embargo mamá y mi abuela ya están observándome del otro lado de la estación.
No hay tiempo; tampoco para despedirlas.
Britt me mira para señalarme que debemos irnos y de nada me sirve contarle a ella que me desangro porque de algún modo me parece que Brittany ya lo sabe y lo ignora.
Lo sé, es extraño pero los sueños son casi indescifrables.
Casi.
Cuando intento mirar por última vez a mamá debo subir al tren aún consciente de que éste va a matarme.
Pese a que no puedo ver la figura negra en este sitio cual hace tiempo me viene persiguiendo, sé que está y es su oportunidad de tener lo que tanto necesita de mí.