Dave sonría con cinismo mientras Ginna abría todas las ventanas para dejar salir el humo negro que había terminado por apagar las velas de la casa. Un kraken era peor que un Hombre del Mar, las Sirenas mismas temían a los Marinos cómo Dave, bestias superiores a los Hombres de Mar, seres cien por ciento puros que provenían de las dimensiones profundas que conectaban desde el océano y que Lovecraft había tenido el privilegio de soñar por una habilidad telepática que esos seres poseían.
-Creo que ahora que tienes lo que necesitas, puedes dejarme ir- agregó Dave soltando sus amarras ágilmente y levantándose de la silla.
-No te iras hasta que yo diga- exclamó Ginna agitando su escoba y regresándolo a su asiento con una ráfaga de viento.
-Oye, ya sabes lo que soy, un Lovecrafniano tú me conoces cómo "Marino" lo cual no entiendo de las brujas pero realmente creo que yo he llegado a superar tu nivel de conocimiento- agregó Dave con cierta coquetería.
-El trato era que tú me ayudabas a vencer a los piratas, ¡es tu culpa que invadan las costas de mi pueblo!- refunfuño Ginna bajando la escoba y levantando su dedo amenazadoramente.
-¿Mi culpa? ¿Mi culpa? ¿Quién carajos decide suicidarse con el corazón roto? Además yo ni de joda me comería a un humano con depresión ¿tienes idea de las porquerías que entran a sus cuerpos?-preguntó Dave poniéndose de pie y saliendo de la cama de sal.
-¿Quiénes crearon a los piratas en primer lugar? Ustedes ¿o no? ¡Cthulhu y los demás soquetes parientes tuyos debieron pensar en eso antes de llegar a nuestra dimensión!- espetó Ginna acercándose más a Dave.
Sus rostros apenas estaban a un par de centímetros uno del otro, sus miradas fuertes y combatientes se negaban a ceder en el terreno de la razón. Ginna comenzó a mirar el rostro de Dave, sus cabellos rubios y los ojos azules le tenían atraída, no podía pensar que un pulpo gigante tuviera ojos azules, pero pensarlo la ruborizaba ligeramente.
Dave miraba a Ginna, pese a medir varios centímetros menos que él no podía dejar de pensar en lo fuerte que era. Una bruja, con habilidades un tanto limitadas debido a su contexto que sobrevivía sola en un sitio alejado del mundo, no había conocido a una chica con esa fortaleza y carácter, de ser las cosas diferentes Ginna hubiera sido una buena mujer que presentar a la familia.
Quien hubiera pasado por ahí hubiera olido a mojitos de tequila, sal y limón, el ambiente comenzaba a tornarse agradable y cálido cómo una tarde en Acapulco, soleada y somnolienta. Quizá Dave solía podía resguardas los aromas del mar en su piel y ropa pero Ginna podía extender todas sus emociones a través del aire que dejaba su casa para esparcirse por el pueblo.
Sus rostros se acercaron más y más, de manera subjetiva ambos compartían la misma profesión, dos viajantes, una a través del camino de la magia, él otro a través del mar en la soledad y el amargo recuerdo de buscar a alguien a través del trayecto. No fue necesario decirse más, Dave rodeó a Ginna con sus brazos y levantándola ligeramente la atrajo hacía él, Ginna se dejó llevar por la marea que provocaba el agua que había saltado de todas las llaves y los grifos de su casa, sus labios se juntaron en un provocador beso sabor Acapulco, en el pueblo no hubo ni un alma que no comentara el extraño aroma a mojito que invadió el aire y el repentino calor tropical de aquel día.
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La noche cayó, las temperaturas húmedas de cuarenta grados siguieron para contrariedad de los adultos y alegría de los niños que podían comer paletas de hielo y jugar en las calles sin temor a una tormenta. Los marinos se habían aclimatado al lugar por lo que muchos se veían paseando por las calles disfrutando del turismo y el agradable clima que el acalde juraba no pasaba desde hacía cuarenta años.
Sólo una pareja parecía representar una molestia para los pobladores... Ginna en un floreado vestido tipo coctel con los rizos peinados con una diadema caminaba del brazo de Dave, el misterioso marino que buscaba un bar. No se veían enamorados pero si dichosos de su mutua compañía, las personas se alejaban al encontrarlos en su camino y maldiciendo a la bruja y el demonio.
-¿Quieres una cerveza?-preguntó de repente Dave con cierta timidez, no estaba seguro de que una dama cómo Ginna debiera beber algo así.
-Claro que sí, este maldito calor no me deja concentrarme- agregó Ginna.
-Podrías quitar eso si quisieras- dijo pícaro Dave.
-Si quisiera, pero creo que de algún modo les hace felices- respondió Ginna con una sonrisa y un guiño.
Anduvieron por las calles un rato hasta llegar al bar, como si fuera un servicio público, el lugar seguía abierto esta vez con algo más de clientela que se fue en cuanto vieron llegar a la pareja. Ethan los recibió con una especie de alegría, Dave realmente le había pagado al menos los servicios de tres meses y por el tiempo que estuviera se convirtió en su cliente favorito.
-¡Hola! Bienvenido de nuevo, veo que encontraste a quien buscabas- agregó Ethan con cierta burla propia de su negocio.
-¿Estabas buscándome?-preguntó Ginna un tanto molesta soltando el brazo de Dave.
-Nena, tu magia se puede oler hasta en el fondo del Foso de las Marianas- respondió Dave al oído de Ginna.