B U N N I E
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Soplo las velas siendo animada por los aplausos y gritos de emoción, mis dulces dieciséis habían llegado finalmente luego de un año lleno de mentiras descubiertas, sentimientos nuevos y nuevas amistades forjadas. Miro a mi padre sonriendo mientras tiene a mi madrastra muy cerca de su costado pasando su brazo por los hombros de esta que me dice que no revele mi deseo o no se cumplirá. La relación con mi padre había mejorado muchísimo desde la tarde en que juntamos todo lo relacionado con la madre de los perdidos y metiéndolo en un cofre lo arrojamos al mar. Descubrí que mi padre siempre supo su origen, pero que lo desprecia al haber sido abandonado por sus dos padres, quien le dio cobijo fue la madre de los perdidos. Lo cuidó, alimentó y le propinó un techo cuando nadie le tendía una mano, ella fue su figura materna y todos los niños que ella cuidaba eran sus hermanos. No siempre fue una loca desquiciada, antes al menos no pensaba tanto en su venganza, pero algo pasó y el plan que tenía marcado desde hace siglos tuvo que ponerse por obra. La isla cambió y mi padre se volvió en una pieza en aquel juego donde la madre de los perdidos pensaba hacer el primer movimiento para asegurar su victoria. Pero al sostenerme entre sus brazos, mirar a mi madre tan enamorada de su pequeña bebé, la única hija de ambos, su corazón se ablandó y esto permitió que el amor que sentía por mi mamá terminara de convencerlo de que los planes de su madre estaban mal. Cometió errores, pero supo corregirlos, no podría juzgarlo cuando nadie es perfecto ni siquiera yo lo soy.
Observó a Anker está algo apartado de la mesa de brazos cruzados apenas dirigiéndome la mirada, me arrepiento tanto de haber jugado con su corazón sin siquiera estar segura de lo que quería en un principio. Lo destroce y no puedo arreglar las cosas porque cuando algo se rompe no podemos pretender arreglarlo y que quede como si nunca se hubiera roto. Él necesita tiempo para sí mismo, yo necesito tiempo para dejar de sentirme culpable y quizá el día de mañana ambos podamos darnos un fuerte abrazo sin sentir un vacío en el pecho. Me sonríe de manera genuina antes de cargar a su hermana Nina que estaba saltando delante de él para que la cargue y poder ver el pastel.
Me distraigo cuando mis amigas se tiran sobre mí para tomarnos la primera foto que siempre nos sacamos cumpleaños tras cumpleaños, nos acomodamos como podemos y hacemos poses graciosas para la cámara de tía Demi. La segunda foto es normal con todas abrazadas sonriendo a la cámara y de entre las personas veo a Nova sonriente, sé que ella siente cosas por Tadeus o sentía a estas alturas ya no sé lo que le pasa con mi novio. No le guardo rencor, ni mucho menos estoy celosa de la amistad que sigue manteniendo con Tad, son amigos de toda la vida y no puedo pretender apartar a mi pareja de su mejor amiga por un celo sin fundamentos. A veces es mejor dejar que esos fantasmas tóxicos se queden encerrados en lo más recóndito de tu mente, confío en Tadeus y él confía en mí qué más podía pedir para nuestra relación de ensueño.
—Perdón, ¿llegue demasiado tarde? –entre las personas surge la voz de mi madre abriéndose paso entre los dioses y mortales que estaban en mi casa festejando mi cumpleaños.
—Mamita –abriendo mis brazos hacia ella como cuando era bebé y quería que me cargara la espero con una enorme sonrisa. Ella se me acerca y me abraza con mucha fuerza, susurrando en mi oído que me veo muy bonita y que me desea un muy feliz cumpleaños. Nuevamente a petición mía encienden mis velas y me cantan una vez más, abrazada a mi mamá soplo las llamitas.
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Algo que admiro del océano es como puede cambiar de tranquilo, enfurecido y viceversa, la manera en que las aguas hacen y deshacen me atrae. Quizá por eso me gusta tanto Tadeus, él es un pequeño huracán que vino a mi vida a dejar un maravilloso desastre y quiero que continúe derrumbando aspectos en mi vida y construir otros en la suya. Lo veo emergiendo del agua sacudiendo su cabeza del exceso de agua y se me acerca abrazándome por la cintura. Nos besamos con ternura, sin prisas siendo algo tranquilo y pausado aferrando mis manos a su nuca lo acercó aún más a mí sintiendo el gusto salado de sus labios.
La luna y el mar, siempre estuvieron conectados porque son opuestos que se atraen por la gravedad o quizá por algo mucho más fuerte, algo como lo que nos atrae a mí y a Tad. Viéndonos a los ojos lo abrazó rodeando mis piernas en su cintura él me sostiene basándose una vez más, sus labios saben a mar, un gusto salado mezclado con el dulce sabor de sus labios. Un néctar que me fascina probar cada vez que puedo y del cual me estaba volviendo adicta, sentía una necesidad tremenda de probar sus labios todos los días. Pero aguantaba las ganas de verlo, no quería arruinar esa adicción que sentía por él, aunque eso no parecía que me ocurriera, pues sus labios me saben a miel y no me canso de besarlos.
—Te amo conejita –esas palabras me tomaron de sorpresa, aleje mi rostro del suyo para verlo a los ojos. Buscaba algún rastro de mentiras o un brillo que lo delatara, pero en su mirada solo encontraba sinceridad y amor, un amor tan profundo que fue fundamental para sanar mis heridas. No me levante sola de todo lo que me paso, Tadeus fue mi guía en este camino, curó las heridas que yo no pude y me levanto animándome a seguir. Él es mi lobo en medio de tantos secretos, mentiras y puñaladas, yo soy su conejita blanca la cual siempre se le escapa de las garras, pero la cual eventualmente termina atrapando. Y no es precisamente para devorarme, sino que para darme una mano en donde sostenerme, tener mi propio refugio donde llorar, reír, soñar y ver las estrellas a través de mis ojos, los ojos de la luna.
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Editado: 02.10.2021