Carlos no podía dar crédito a lo que estaba viendo. —¡¡Algo así no podría estar pasando!! —pero no, el flequillo cobrizo-castaño que casi cubría los enormes ojos ambarios, la nariz respingona que él sabía salpicada por tímidas pecas aunque solo pudieran verse de cerca, el tan común gesto nervioso de los dientes apretando una y otra vez los rojos labios, la mirada curiosa y el peculiar gesto de asombro sólo podían pertenecer a una persona… ¡Y vaya que podía asegurarlo!. Si había alguien a quien no podía ignorar aunque se lo propusiera era justo a ella.
Caminó de prisa hacia el reservado, luchando por mantener la sonrisa cuando sólo quería despertar y descubrir que todo eso no era más que un mal sueño.
—Ella se va, ahora mismo… o no hay juego —ordenó cortante al pararse frente a la mesa.
—¿No crees que es demasiado tarde para eso? —terció Juan con una mirada significativa en sus ojos.
¿Quién le había dado un código?¿Por qué no la habían detenido en el Edén? ¿Acaso él era el único que seguía las reglas?
Si su padre se enteraba de esto…
Bufó de impotencia, quiso mandarlo todo a la mierda y arrastrarla lejos… pero Juan tenía razón, era demasiado tarde, si mostraba especial interés en ella todo podría ser muchísimo peor para ambos
Quizá aún había solución —se consoló sin creérselo del todo —Tenía que haber alguna forma, él se encargaría de eso…
—Okey, pero tengo condiciones para que se quede —comentó frío mientras la levantaba por el brazo haciéndola sentar en el rincón más oculto del reservado para luego sentarse a su lado —como este puesto no le pertenece, ella juega sólo conmigo, nadie la toca a no ser yo, y si alguien dice algo sobre esto estará automáticamente fuera del club para siempre… ah… y sólo yo tiro los dados, no me fío de ninguno de ustedes.
—Tranquilo, príncipe de las tinieblas —comentó Juan con sorpresa —así que esta noche juegas, tú nunca lo haces…
—Para todo hay una primera vez... —apuntó sacando los dados, no le gustó para nada el gesto de su amigo.
Agitó los dados en la palma de su mano mientras los demás chicos miraban expectantes; incluida ella...
No quería ni imaginarse qué hubiera pasado si no trajera en su bolsillo los dados truncados. El 5 no saldrían esa noche en este estúpido juego —primero muerto antes de que Rachel probara una porquería de esas.
***
La inquietud de Rachel crecía por segundos mientras observa con ansiedad los números que marcaban los dados en las diferentes rondas de “El salto del ángel”; admitía haberse sentido molesta cuando “el bufón” en su estado “amargado” puso la regla de que “nadie la tocaba” o que ella “sólo jugaría con él”; pensó que el juego sería una de sus herramientas para desvalorarla frente a todos, algún tipo de reto estúpidos o algo de eso, cualquier cosa menos que incluyera cero palabras y besos, muchos besos…
¿Y eso? ¿Significaba acaso que él querría besarle?¿Querría ella que lo hiciera?
No, la sensación burbujeante de su estómago se debía a la victoria que podría significar que “el bufón” se viera obligado a darle frente a todos un beso. Ya no era la misma niña tonta e ilusa que lloraba oculta en las esquinas; había cambiado, la atención o el rechazo de Carlos ya no le afectaba, sólo le afectaba su empecinamiento en alejarla del resto.
¿Y si él la rechazaba volviéndola aún más patética? —pensó un poco desanimada —pues ya estaría dispuesto alguien... de todos modos estar allí ya era una protesta a la reclusión social que le había impuesto Carlos por tanto tiempo…
La hiperactividad en sus compañeros se había multiplicado al cuadrado, tonteaban hablando y riendo con una felicidad envidiable mientras los besos compartidos sin ningún tipo de reparos se volvían cada vez más torpes y/o intensos. De todos modos la mayoría reía hasta las lágrimas… excepto ella y Carlos… ¿Qué estaba pasando?
Centró su atención en los dados
El 5, que salga el 5 que salga el…—rogó para sus adentros… pero no, no salió el 5, en ninguno de los dos, ni en el rojo ni en el negro
Por duodécima vez no iban a jugar ni ella ni Carlos ¡Ahí estaba pasando algo!
La pareja que había marcado los dados tomó la pequeña capsulita de los dedos de Carlos y se acercaron a trompicones hasta ahogar sus risas con un beso hambriento.
El juego era eso, dos bandos, un par de dados, una guerra de lenguas, un trofeo…
La cápsula comenzaba en la boca de uno de los dos “afortunados” mientras el otro tenía el reto de robársela con su lengua…
Casi siempre explotaba entre ambos y bueno, de “una guerra”, pasaba a 2, 3 o 4 besos… y algunas que otras metidas de manos…
La pareja que se besaba cayó al suelo torpemente y de repente dejaron de moverse.
— Están bien —le susurró Carlos— sólo están un poco… inconscientes… llevamos la cuenta de las pequeñas dosis que les damos y ellos ya tienen un poco de experiencia; se recuperarán en unos minutos, más o menos…
La experiencia, lejos de asustarla, aumentó su curiosidad por experimentar eso por lo que a los demás se les dilataban las pupilas casi babeando cuando se lanzaban los dados.
#6672 en Thriller
#3694 en Misterio
#25973 en Novela romántica
#4301 en Chick lit
Editado: 13.05.2022