Los Secretos del Joker

Capítulo 39

La estación de trenes estaba repleta esa mañana, las vacaciones de verano habían comenzado y por donde quiera había amigos, parejas y familias disponiéndose a viajar a distintas partes de la Isla.

El fantasma de un recuerdo que nunca existió le apretó el pecho: allí estaba él, por primera vez en su vida, chequeando los billetes de tren por el simple hecho de que quería viajar con sus amigos; todo tan… “normal”, que se sentía aterrado, ansioso, sentía miedo…

Carlos trastabilló hacia delante cuando de un salto Rachel  se le colgó en la espalda

—¿Estás loca, Rachel?—le recriminó agarrándola correctamente al recomponer el paso— avisa al menos…

Una risa floja y un sonoro beso en su mejilla fue la única respuesta, no pudo evitar sonreír ante eso.

—Estamos llamando la atención… —comentó cauteloso al percatarse de cómo la gente empezaba a verlos.

Por más que se repetía que podía relajarse, que no viajaba por algún tipo de misión suicida; no podía desprenderse del instinto de querer pasar desapercibido o de querer esconderla a ella como si estuvieran en peligro.

—¡Ey! ¡Aquí! —la escuchó gritar y de reflejo pudo ver que se erguía contra su espalda aspavientando uno de sus brazos— ¡¡Este de aquí es mi “no novio” pero no lo miren, señoritas; porque aunque él aun no lo sabe, es mi futuro marido!!

—Rachel… —le gruñó aflojando el agarre sobre sus muslos para que ante la sensación de caerse ella se viera obligada a agarrarse de sus hombros.

La escuchó reír otra vez sobre su oído antes de sentir sus dientes mordisqueando suavemente su oreja.

—Si sigue comportándose de ese modo tendré que castigarla, Señorita… —la amenazó con voz ahogada mientras intentaba controlar todas las emociones que cruzaban su cuerpo

—El tren sale dentro de una hora —la escuchó susurrar cuando se acercaban finalmente a la sala de espera— ¿Qué más tengo que hacer para que me castigue, futuro Señor Villanueva?

La misma extraña emoción volvió a saltarle en el pecho, pero no por la alusión al sexo rápido  en uno de los baños de la estación de trenes, sino por algo que nunca hubiera creído posible hablar con ella, ni en broma: matrimonio.

—Tentador dejar de ser un Sánchez… ¿está verdaderamente dispuesta a darme su apellido, Señorita Villanueva? —se atrevió a seguirle el juego sin poder esconder del todo la ansiedad que camuflajeaba su tono jocoso

—Absolutamente… —la escuchó susurrar justo antes de bajarla, y por alguna razón su afirmación le pareció demasiado seria.

—Hace unos días parecía preocuparte demasiado el hecho de que nos vieran juntos… e incluso esta mañana… —comentó un poco sombrío sentándose al lado de ella.

Por acuerdo táctico, habían decidido cubrir diferentes áreas de la estación antes de abordar el tren, solo para poder ver si los seguían, o para despistar un poco acerca del destino si ese era el caso. Habían comprado los billetes en línea, con identificaciones falsas que nada tenían que ver con ellos… medidas estúpidas quizá si de verdad querían monitorearlos, y el hecho de que Rachel hubiera decidido sudárselas todas, lo obligaba a reconocer que todo lo que estaban haciendo no servía de nada.

—Hace unos días tampoco hubiera faltado de forma tan deliberada al trabajo… —le contestó ella, Touché, Rachel tenía razón, que ella faltara llamaba más la atención que un numerito en una apartada estación de trenes de todas las que había en la capital de la Isla— estoy cansada de esconderme, Carlos, de ser precavida, de seguir “las reglas” porque en hacerlo se me va la vida…

Carlos recostó la espalda en el espaldar del asiento siguiendo con los ojos  los movimientos de Rachel mientras ella cruzaba sobre sus piernas hasta sentarse de forma deliberada en su regazo.

Se dejó hacer incluso cuando ella le tomó las manos entrelazando los dedos y apoyando los antebrazos del él cruzados sobre su estómago hasta quedar abrazándola mientras ella se reacomodaba contra su pecho.

—Quiero esto contigo…  —la voz de ella le llegaba como un susurro frágil a punto de quebrarse y entendió que escoger esa posición fue una estrategia de Rachel para hablar sin mirarle a los ojos. —poder estar asi contigo en la intimidad, frente a todos… sin las sombras del pasado o el temor a lo que puede pasar un minuto después de eso. Lo quiero mientras dure, mientras se pueda, sin importarme el precio… ya sea hasta que nos separe la muerte, o tú, o yo, o el Purgatorio… No necesito la seguridad de un amor eterno, me basta con qué me quieras ahora, al 100 o al 99 % y con que yo también quiera hacerlo… Después de todo, ¿quién sabe si de aquí a 10 años soy yo quien te dejo por fugarme con un viejo verde millonario o con un veinteañero que me regale múltiples orgasmos…?  

La risa floja de Carlos escondió lo pinchado que se sentía su orgullo por eso último

—¿De verdad serías capaz de dejarme a mí y a nuestros cinco hijos?

—Absolutamente, los hombres lo hacen todo el tiempo y las personas lo aceptan como lo más normal del mundo, juzgarme a mí por hacerlo siendo mujer podría considerarse micromachismo…

Carlos volvió a reír esta vez un poco más fuerte

—Eres de lo que no hay, Rachel, mejor voy contactando un abogado, porque que sepas que firmaremos pactos prematrimoniales, y que si me dejas te verás en la obligación de mantenerme a mí y a nuestros cinco hijos… Así que baraja la idea de convertirte en sugar mamy y céntrate en el viejo verde millonario porque te voy a endeudar hasta el culo… Después, si te portas bien, seré yo el amante que te regale múltiples orgasmos… —comentó juguetón desenredando los dedos de una de sus manos para colarla en la enorme  camiseta que llevaba Rachel y acariciarle suavemente el estómago hasta rozar uno de sus pechos.

La risa de Rachel le llenó el alma aunque hubiera preferido provocarle un gemido, un escalofrío o algo de eso. La sintió girar la cabeza hasta rozarle el cuello con los labios.



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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