2005
—¿Por qué no podemos jugar con ustedes? —preguntó Rachel mirando con odio a los dos niños que se burlaban de ellas desde la pequeña casa del árbol.
—Porque las niñas son unas quejicas débiles —respondió Mateo con superioridad fijando su vista en la llorosa Clarissa quien al lado de Rachel se sorbía los mocos mientras se restregaba las lágrimas con sus manos sucias.
— Además de que llevar a una mujer en un barco pirata trae mala suerte —añadió Carlos antes de estallar en carcajadas señalándola con un dedo —¡mira, se ha vuelto toda roja! Que cómica ¡han despertado sus pecas!
¿Débiles? ¿Mujeres débiles? ¿Y quién lo dice? ¿El niño llorón del parque y el bufón de papotilla de los pésimos chistes?
— ¡Que sepan que me convertiré en bruja, les lanzaré un hechizo y luego nos negaremos a besarlos para romperlo! —chilló con voz entrecortada Clarisa
—Guácala, beso de niña, que asco —refutó Mateo mientras su compañero hacía como que vomitaba ante la idea
—Además, ustedes podrán ser brujas, pero no princesas —reafirmó Carlos antes de seguir haciéndoles muecas de burla junto con Mateo
¿Brujas? ¡¡¡Brujas!!! ¡¡Pues ya verían que tan brujas eran ellas!!
Sin pensarlo dos veces corrió hacia el pequeño montón de gravillas a unos pocos metros del río, Clarissa la siguió y en solo segundos empezaron a descargar sobre los chicos su artillería
Carlos y Mateo apenas tuvieron tiempo de esconderse detrás del tronco central de “su guarida”
—¡¡Negociación, negociación!! —gritaron los niños alzando su bandera blanca
—Los estamos mirando, ni se les ocurra agacharse a recorrer piedras —amenazó Rachel —si lo hacen serán piratas muertos…
Rachel se sintió valiente al ver la pequeña sombra de miedo en el rostro de esos piratas ineptos asi que no se amedrentó cuando vio a Carlos susurrarle algo a Mateo al oído mientras las miraban de reojo.
—Para ser unas dignas leonas de mar su valor debe ser probado por las almas del álamo de los muertos —pronunció Mateo con solemnidad —en la colina al final del cementerio tiene su guarida el Señor del Purgatorio, desde las 12 am del 5 de enero debéis permanecer en la cripta bajo el álamo que resguarda la entrada del infierno; al alba seréis probadas y él decidirá si os lleva o si sois lo suficientemente valientes como para contratarlas como recolectoras de condenados…
Rachel sintió un pequeño friito en el fondo de su estómago al escuchar las palabras de Mateo pero asintió con firmeza.
Había escuchado a su madre y a Maritza hablar muchas veces y lamentablemente muchas de esas palabras no le eran totalmente ajenas: condenados, recolectores, purgatorio… como que no estaba ya tan segura de que fuera un simple juego…
***
Rachel no pudo evitar sobresaltarse al escuchar un ruido al acercarse a la cripta mohosa; había sido muy difícil encontrarla entre tanta maleza; pero ahora al tenerla de frente, deseó sinceramente no haberlo hecho.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó en la boca de la cripta; sólo le respondió la oscuridad y el silencio
Con pasos temblorosos se acercó a la entrada mirando todo el tiempo el resquebrado techo y las matas que lo habían cuarteado hasta extenderse como si fueran tentáculos de algún tipo de planta carnívora…
Se arrepintió todo el camino de haber despotricado contra Clarissa por haberse echado para atrás a última hora; pues en ese momento tenía envidia de la seguridad de su amiga.
—Ya estás aquí, Rachel, y más te vale mostrarte fuerte o el Señor del Purgatorio te arrastrará al infierno —se alentó a si misma mientras decidía avanzar sin encender su pequeña linterna para intentar pasar desapercibida.
Se encorvó en una esquina, intentando esconderse tras una roca, flexionó sus rodillas, puso su cabeza entre ellas y esperó mientras escuchaba atentamente los sonidos de la noche como si temiera que en cualquier momento algo fantasmagórico y aterrador rasgara la engañosa calma de la noche.
***
Un extraño quejido la despertó, intentó moverse pero tenía todo el cuerpo entumecido.
Tragó grueso al percatarse de que estaba amaneciendo e intentó hablar pero le temblaba tanto la barbilla que hasta respirar se le volvía difícil
Sin embargo, otro extraño quejido, más la sombra tambaleante que se veía a contraluz entrando torpemente por la cripta, activó en ella el sentido de supervivencia por lo que en solo segundos estaba desentumecida y apretando en sus manos fuertemente una piedra mientras su corazón retumbaba violento contra su garganta…
—¡Carlos! —gritó con horror al reconocer la delgada figura que caía de bruces contra el suelo
El miedo se transformó en preocupación mientras corría a trompicones hacia la figura desplomada de Carlos.
Para cuando llegó hasta él sus silenciosas lágrimas se habían convertido en un incontrolable llanto y su cuerpo temblaba visiblemente
—¡Mírame! —exigió entre sollozos mientras sacudía a su amigo por los hombros; pero la mirada de Carlos se veía totalmente ausente y solo se dedicaba a hiperventilar moviendo los ojos de un lado para el otro.
¿Qué estaba pasando? —se preguntó mientras lloraba —¿Qué podía hacer una niña como ella? ¿Qué le pasaba a Carlos?
Se abrazó con fuerza a su torso en un vago intento por calmarlo, pero no estaba funcionando.
No podía más, era tiempo de poner a prueba el poder de las princesas y sus besos.
Tomó con determinación la cara de Carlos entre sus manos, cerró los ojos con fuerza y aplastó su boca contra la de él quedándose asi mientras contaba mentalmente ¿Cuánto tiempo debía esperar para que el beso hiciera su efecto mágico?
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Editado: 13.05.2022