Carlos se perdía entre la realidad y el sueño mientras sus dedos recorrían a Rachel en una tímida caricia desde la cintura hasta los hombros; se sintió ganar perdiendo ante la calidez de vida que impregnaba la danza de los labios de ella sobre los suyos.
Se había preguntado infinidad de veces cómo sería sentir el calor de ese cuerpo contra el suyo, soñaba dormido y despierto que bebía sin culpas de esos labios llenos y que descubría con sus besos cada rincón escondido de la suave piel que lo tentaba desde que había descubierto que era eso de los sentimientos...
Y en cierto modo estaba pasando; desde la noche en la que la besó en el "Árbol" algo había cambiado entre ellos, el deseo disfrazado de amor filial finalmente había explotado; y ella, de alguna manera, lo estaba aceptando... más que en sus noches de solitario insomnio, se abandonaban en un acto consciente y voluntario para ambos.
Su toque se volvió más seguro mientras la respiración empezaba a agitársele y el corazón le repicaba con fuerza en el pecho; quería... necesitaba perderse en sus besos; pero algo dentro de él le recordaba que aquella noche no sólo había empezado a despertar la posible materialización de su más dulce sueño, sino también la de su más tormentoso infierno.
Adicto y culpable al mismo tiempo, justo ese era el efecto que le causaba ella.
Clavó los dedos en los hombros de Rachel mientras el deseo y la frustración lo hacían tornar el beso más hosco; mientras el dulce sabor de los labios contra los suyos se volvía amargo en su estómago...
«No, esto no era un sueño...»
—Vete... —siseó separándola un poco.
— ¿Qué? —odió el gesto desorientado de Rachel, se odio a sí mismo por hacerle daño... y más aún por el deseo egoísta que lo tentaba a olvidarse de todo y morder esos labios rojos.
— Vete...—gruñó un poco más fuerte mientras la miraba a los ojos reforzando su máscara de frialdad cuando verdaderamente se derretía por dentro.
— ¡No! jamás, lo prometo — Rachel se aferró a su camisa, luchando contra el empuje que él ejercía sobre sus hombros.
Carlos se mordió los labios para no gritarle un "lo siento" cuando reconoció el dolor al fondo de los ojos que lo miraban en ese momento. Pero alejarse era lo correcto, aunque había tardado demasiado en hacerlo.
—Vete, Rachel, coño, vete —empezó a exigirle cada vez más molesto —¡¡vete antes de que me odies, carajo!!
—Basta ya, Carlos, no me iré, nunca has querido que lo haga y ya yo me cansé de fingir que quiero que no estés, así que desmonta ya tu maldito teatro porque ni tú mismo te crees que algún día yo seré capaz de odiarte... eres mi alma, yo te amo.
"Te amo" nunca imaginó que esas palabras pudieran causar tanto daño. En otro lugar, en otro tiempo, hubiera brincado de emoción al escucharlas por primera vez; pero en su realidad no eran más que grilletes para ella, y por lo tanto, dolor y sufrimiento para ambos.
— Me vas a odiar, Rachel, te lo prometo...
— ¿Cómo sabes eso?
La rabia y la impotencia lo empujaron otra vez hacia el límite mientras volvía a agarrarlos el silencio.
Una vez creyó que manteniéndola en secreto, alejándola de todos y de sí mismo para que solo fuera suya al menos detrás del cementerio; compensando sus desplantes bajándole la luna y las estrellas cuando nadie podía verlos, disfrazando sus sentimientos con un supuesto cariño de amigo casi hermano... podría mantener su máscara y permitirse conservar un pedacito de ella al menos detrás del cementerio; pero la realidad había empezado a tragarse a su fantasía a pasos agigantados, y los límites entre sus dos mundos se estaban disolviendo.
Rachel conocía el "Árbol" y él sería catador de ángeles, era un hecho que había intentado ignorar por demasiado tiempo; y eso... ¿en qué la convertía a ella si la mantenía a su lado...?
— ¡¡Porque ya yo me odio al pensar en toda la mierda a la que te arrastraré si sigues cerca!! —le gritó enterrándole los dedos en los hombros con demasiada fuerza —no puedes ser otra Ami... no correré el riesgo, ¡¡Así que vete, carajo!!
Su mente no registró el momento en el que la empujó, ni siquiera el estruendo de ella cayendo en el suelo junto con las bandejas al lado de su cama le hicieron desviar la vista de la figuraba que se materializaba en la puerta en ese justo momento...
— ¿Estás bien, Rachel?
«Quítale las manos de encima» —Carlos deseó tener el valor para gritar ante el asco que revolvió su estómago cuando Karel tendió una mano hacia Rachel para ayudarla a incorporarse...
Pero no lo tenía, no era lo suficientemente valiente como para enfrentarse a su padre por ella, porque mostrar especial interés hacia Rachel solo sería condenarla a fondos de los que no estaba seguro de poder salvarla; así que, como en la escuela, su mejor arma era la indiferencia.
La tensión se disparó al máximo en el momento en el que vio entrar también al padre de Rachel; el temor y la vergüenza lo hicieron bajar la mirada.
Un simple comentario y su mundo estallaría en mil pedazos...
—¿Estás bien, hija? —preguntó Jorge al percatarse del pequeño corte en la parte baja de la palma de Rachel —¿Qué pasó?
"Miedo, indecisión" fueron las cosas que Carlos advirtió en Rachel mientras pensaba su respuesta, las emociones a las que él mismo la había subyugado por su tonto juego desde hace mucho tiempo, lo único que verdaderamente podía asegurarle si se aferraba a ella
— Na...na...da —balbuceó Rachel —¿podemos irnos ya, papá?
«Nada» ¿Cuántas veces Carlos había oído a su madre decir lo mismo tras las golpizas de su padre? No había dudas, él era como su padre y solo convertiría a Rachel en alguien como su madre, justo ahí iba la prueba...
No supo si reír o llorar cuando los vio salir luego de que Jorge asintiera de forma cautelosa como si no se tragara todo ese cuento, y lo peor es que tenía motivos para no creerlo.
— Rachel Villanueva... —las lentas palabras de su padre lo trajeron de regreso.
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Editado: 13.05.2022