Los Secretos del Joker

Capítulo 18

La tensión podía palparse en el ambiente, tenía el presentimiento de que ese hombre podía alterarlo todo aunque no sabía de qué forma o si era algo malo, o bueno.

— Carlos, ¿verdad? Un placer, Alfredo.

Un gesto con la cabeza fue su única respuesta; obvió deliberadamente la mano que se extendía hacia él y se acercó de forma despreocupada a la mesa; cogió una guayaba y empezó a comérsela mostrando total indiferencia sin volver a mirar al tal Alfredo.

Quizá era un poco paranoico, pero estaba acostumbrado a mantener la guardia frente a extraños, observándolos haciéndoles creer que ellos no les importaban en lo absoluto aunque fuera justo lo contrario… Y ese en especial, además de ser malditamente inoportuno, le parecía haberlo visto en muchos lugares..., demasiadas veces…

— Buena pelea ¿no? —volvió a intentarlo Alfredo haciendo referencia a los pequeños morados en la cara de Carlos y a los nudillos lastimados.

Aludir algún tipo de infracción o disturbio siempre le había funcionado para desmontar a los chicos “chulos” como aquel; quienes se sentían nerviosos al sentirse descubiertos frente a un policía y se volvían manejables. Pero Carlos…

Alfredo sonrió un poco sorprendido ante la actitud del chico, iba a ser casi imposible acercársele, y quizá, aunque estaba seguro de que Carlos era algún tipo de llave, debería intentar acercarse de un modo diferente o a alguien diferente…

— Nos vemos por ahí, pequeña Rachel, —comentó de forma simpática dirigiéndose a la chica— sólo vine a hablar con tu abuela y a robarle un par de buñuelos, pero no le digas a tu padre que estuve aquí o se burlará de mi diciendo que estoy gordo… esta visita, será nuestro pequeño secreto…

Rachel sintió los ojos castaños de Alfredo sobre ella de una forma significativa y asintió en silencio.

—Estoy aquí para lo que necesites… —volvió a comentar Alfredo acercándose a la mesa para coger un par de buñuelos y salir de la cocina inmediatamente.

Lo escucharon despedirse de Rosa e incluso desde la ventana de la cocina lo vieron cruzar el camino de gravilla de vuelta al cementerio.

Minutos después de que Alfredo se hubiera ido, Carlos aún permanecía con la vista fija en el camino. La máscara de indiferencia se había ido y ahora parecía una estatua de mármol.

Casi por instinto, Rachel rozó su brazo buscando llamar su atención, pero se arrepintió apenas volvieron a enfocarla esos ojos verde musgo, pues hicieron volver con más fuerza las sensaciones que él le había provocado hacía varios minutos. 

Lo estaba tocando, aunque fuera ínfimo el contacto, y el tacto de los suaves vellos de su brazo contra su mano, parecía romper algún tipo de barrera autoimpuesta.

Deslizó de forma lánguida la mano por su brazo sin dejar de mirarlo a los ojos, captando el momento en el que parecían volverse más luminosos y le gustó eso, le gustó sentirlo vulnerable de otra forma, vulnerable ante ella…

—Recuerden… nada de flores y abejas…

El susto al escuchar la voz de la abuela había sido tal que por instinto Rachel apartó la mano de Carlos con un fuerte manotazo, éste había estado tan distraído que reaccionó como un muñeco porfiado y dio un extraño giro sobre su eje por el impulso, enredándose con sus propios pies, perdiendo el equilibrio y llevándose a Rachel por delante, cayendo ambos al suelo en un revoltijo de piernas y brazos.

—Ni siquiera sé por qué me preocupo… —comentó la abuela saliendo otra vez de la cocina— son tan torpes que de seguro necesitan un mapa y clases guiadas para encontrar “el agujero” A ese ritmo, no tendré bisnietos ni de aquí a veinte años…

¿La abuela estaba insinuando que ella y Carlos…?

—Quita, quita —exigió Rachel desenredándose de Carlos y alejándose de él a tal punto que ella también decidió salir de la cocina.

Calor, sentía muchísimo calor aun a mediados del otoño… quizá fuera buena idea ir esa tarde al río.

***

Se había pasado toda la mañana mirando de soslayo a Rachel sin atreverse a acercarse a ella. Era consciente de que ella también lo había estado mirando, pensativa y nerviosa, y él no podía soportar más la tensión a la que lo sometía no saber en qué estaba pensando ella. ¡¡No podía siquiera terminarse el almuerzo!!

—¿Crees que aún hayan mangos por la orilla del río, abuela? —la oyó preguntarle a Rosa, le llamó la atención el modo en el que jugaba con su cabello. —Creo que estaría bien ir a dar una vuelta por el río...

Rosa sonrió

— No tienes por qué pedirme permiso para dar una vuelta, Rachel, solo no se metan al río si están llenos y vuelvan antes de que se haga totalmente de noche.

— ¿Terminaste? ¿Nos vamos?

Carlos casi se atragantó cuando vio a Rachel dirigirse a él, solo atinó a asentir débilmente y a pararse para seguirla con movimientos torpes.

***

Carlos caminaba detrás de Rachel con la mano en los bolsillos de su pantalón y la capucha de su sudadera puesta.

Se sentía nervioso ¿Qué estaba pasando? Rachel no le había hablado en todo el camino ¿A dónde iban? ¿Qué tenía planeado hacer ella? porque no se habían detenido en ninguna de las matas de mango.



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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