Los Secretos del Joker

Capítulo 21

Nota: todo esto pasa en paralelo al capítulo 20, o sea en la noche del sábado.

*****

—Ahí la tienes...

—No me jodas, Juan, tiene que haber algún modo...

—¿Rajarle el dedo? —propuso Juan mirando con fastidio a Mateo— déjame dormir, coño, que me tienes casi 24 horas trabajando en esto.

Mateo observó con impotencia el monitor frente a él.

Según su localización y  su ritmo cardíaco, podía suponer que estaba dormida en casa de la abuela; no obstante el histograma daba a entender que los nanosensores en su dedo habían empezado a almacenar señales de  cambios emocionales demasiado rápido y frecuentes en las últimas 24 horas; y a juzgar por cómo había dejado a Rachel la madrugada pasada, no creía que fueran de felicidad precisamente;  si seguía así, sería casi imposible que ella pasara desapercibida.

— Está a salvo mientras se complete el registro, claro, siempre y cuando no pase más allá del Edén   

— Y ella ya entró una vez...

Ese no era el único problema, si revisaban y veían que Rachel estaba dentro, no esperarían a llenar el registro para proceder.

Maldito Carlos, si descubría que tenía que ver con esto...

—Debemos pararlo...

— Deja de soñar, Mateo; ni tú ni yo somos tan buenos como para desactivarla una vez que el programa ha comenzado a llenar su base de datos...

—¿Quién habló de Jaquear? Estoy pensando en algo más... Tradicional.

...

A Juan le gustó lo que podía intuir en las palabras de Mateo, sin embargo, desactivar al "Joker" por una simple chiquilla por quien convenientemente Carlos y Mateo se volvían locos por proteger, no era suficiente; él necesitaba más, mucho más... (1)
  
***

Un hombre envuelto en harapos avanzaba dando tumbos por uno de los barrios más peligrosos de la ciudad.

Era muy común ver rodar a pordioseros borrachos por esas calles; y por lo tanto, el mejor modo de pasar desapercibido...

La oscuridad de las noches sin luna se volvía peligrosa más que ventajosa en lugares como esos donde el silencio engañaba los sentidos. Solo los pequeños puntos rojos de cigarros encendidos, advertían que los callejones no estaban tan solitarios como parecían y que un extraño que se escurriera entre las sombras, tropezaría con la muerte en vez de refugiarse en ellas.

Por eso había escogido ocultarse a vista de todos; era arriesgado, sí; pero para alguien como él, dársela de incógnito era lo mismo que no salir vivo.

Se dio un trago y giró en redondo hasta caer sentado en la entrada de un estrecho callejón lleno de contenedores de basura.

Avanzó casi a gatas, tarareando una canción con voz de borracho. Podía sentir nuevos ojos inquisitivos sobre él aun cuando no los veía; pero sabía que las sombras al menos le servirían para ocultar su rostro; así que se concentró en llegar de la forma más aparatosa posible a un punto específico donde se dejó caer entre dos contenedores de basura.

Pensarían que era solo un borracho inconsciente buscando un poco de calor para pasar la noche, uno que no traería más que pestes y basura y que por lo tanto, no valía la pena revisar si quiera. Ninguno de ellos  asociaría al borracho con un oficial...

Casi suspiró de alivio cuando la estrecha puerta detrás de uno de los contenedores cedió ante su suave empuje.

Se quitó de encima los harapos y se incorporó para poder entrar casi de lado por el oscuro corredor que apareció ante él.

Avanzó intentando forzar al máximo sus sentidos; ya no cabían los disfraces, así que sabía que si se topaba con alguien en medio de ese pasillo, solo uno de los dos saldría vivo.

El estrecho corredor se abrió en una habitación más grande de la que no pudo asumir sus dimensiones porque la única luz la proporcionaba una lámpara en forma de cono boca a abajo que colgaba del techo a poco más de un metro del suelo; y que por tanto, solo iluminaba la mesa debajo de ella y las manos y antebrazos de la persona que lo había citado.

—Estás aquí... —se sorprendió un poco, la voz se oía más joven de lo que había esperado

—¿Qué quieres...?

Escuchó una suave risa y observó cómo las manos partían en cuatro un bulto de baraja acomodándolas encima de la mesa.

— La pregunta es, ¿qué quieres tú? —las manos señalaron las barajas partidas; pero desde su lugar no alcanzaba verlas.

Tendría que ceder y acercarse él primero; así que ser lo más directo posible era el mejor modo de intentar adueñarse de la mano.

— Enero del 2005... —se acercó sacando su pistola hasta sentarse frente a su interlocutor con la mesa entre ambos.

— Cuentos de hadas... —respondió la voz sin rostro

Al menos sabía que la "leyenda" no le era indiferente; aunque no sabría decir si decía la verdad o mentía con respecto a su supuesta ignorancia.

— Está claro que tú quieres algo, así que ve al grano... —volvió a probar

— Creo que podemos hacer negocios... Pero para ello debo saber qué quieres —respondió la voz frente a él señalando las cartas sobre la mesa 

«Corazón, Pica, Diamante, Trébol» Cada As encabezaba uno de los 4 bultos de baraja; pero lo que de verdad llamó su atención fue la mesa, hecha de un material aparentemente transparente donde apenas  se veían un montón de finísimas venas verdes como si fuera una especie de placa electrónica transparente.

— ¿De cuánto estamos hablando? —preguntó haciendo saber con sus palabras su elección.

Una de las manos frente a él tomó el As de  diamante y la colocó en el centro de la mesa, al instante la superficie frente a él se iluminó y archivos con información y perfiles con nombres en códigos y sin fotos apareció frente a él.

—Dos millones... —susurró al captar lo que se mostraba ante sus ojos —pero cómo...

Las manos frente a él alcanzaron la baraja que había quedado expuesta al retirar el As.



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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