Los Secretos del Joker

Capítulo 25

—Rachel, ven a cenar

Las palabras intentaron colarse en la bruma de su cabeza pero aun así no logró entenderlas.

—¿Rachel? —volvió a llamarla la abuela 

—Ya...ya voy abuela —intentó disimular el nerviosismo en su voz mientras escondía el aparato en una de las gavetas de la cómoda antes de salir del cuarto.


— ¿Por qué no comes? ¿Te sientes bien?

—Sí, sí abuela, es que estoy al caer con la regla —mintió—  tengo un poco cerrado el estómago. Lo más probable es que me baje en la madrugada.

—Anda, que ya te preparo un té

— No hace falta, abuela... —tomó aire disimuladamente antes de probar— e...esta noche papá solo tiene medio turno; así que pensaba irme antes de que oscureciera por completo y esperarlo en la casa...

—Tu padre no me dijo nada... ¿Vas a estar bien sola allá?

Claro que no le había dicho nada, era tan normal que Rachel se quedara los viernes con la abuela o los días que su papá tenía que salir o le tocaba patrullar de noche; que Rachel simplemente iba, se quedaba y ya... 

Lo que su abuela no sabía, era que ese viernes, su padre había vuelto a ir para la ciudad.(1)

—E...es que allá tengo unas gotitas que me servirán para lo que me viene; por eso me quiero ir —mintió un poco avergonzada. —ya te veo el lunes, sabes que se pondrá peor y sólo eso me ayuda, además, acá no hay una farmacia cerca ni nada...

No era una carta que quería jugar, pero sabía que a veces la abuela se sentía vieja y culpable por vivir sin teléfono, tan alejada y por no poder salir o hacer muchas cosas por la edad.

—Lo esperaré en casa de Clara —su vecina enfermera— ella podrá atenderme, siempre lo hace... pero tengo que irme ya...  En el cruce puedo coger el coche de Ramón en su último viaje al centro...

Su corazón repicó con fuerza mientras su abuela asentía con cautela. No sabía qué más inventar si seguía con las preguntas, temía caer en evidencia.

 


— Me dejas muy preocupada, Rachel —la despidió la abuela en la puerta de la casa 

Rachel sintió la necesidad de abrazarla.

— No va a pasarme nada, abuela —su estómago se retorció, no estaba tan segura de eso— confía en mí, mamá me cuida desde el cielo, voy a estar bien.

Su respiración empezó a volverse más errática mientras más se alejaba de la casa de la abuela. ¿Estaría bien?

«Viernes» —en esas últimas semanas cada viernes se volvía aún peor que el anterior— ¿Qué le depararía esta vez?

Esa tarde, cuando la pantalla del Tablet se encendió mostrando un temporizador y una dirección, intentó con todas sus fuerzas ignorarlo; pero mientras más  corría el tiempo, más inquieta se sentía.

Era su carta, el deseo que ella misma le había canjeado al Joker, no podía dejar pasar su oportunidad.

Si había confiado a la hora de mandar las fotos, lo menos que podría hacer era asumir el riesgo con esto, más cuando todo parecía volverse a desboronar

Carlos había estado distante desde que salieron la tarde anterior de la biblioteca, y esa mañana ni Carlos, ni Clarissa, ni Mateo habían asistido a la escuela. 

Un mal presentimiento había puesto su mundo en el punto de retorno, a la ambigua razón por la que había empezado a meterse en todo esto. No podía volverse para atrás aunque tuviera que bordear todo el cementerio...

«No le temas a los muertos, Rachel, sólo los vivos son capaces de hacer verdaderamente daño...»

***

«El álamo de los muertos, la entrada al infierno...»

Rachel corrió hasta la antigua cripta cuando saltó la pequeña vaya al final del cementerio y como aquella vez, se escondió detrás de las grandes piedras de la entrada 

El temporizador seguía corriendo, no sabía que más hacer si no esperar.

La visión borrosa por las lágrimas contenidas a penas la dejaba ver; otra vez deseó no haber llegado hasta ese lugar; pero el recuerdo de un niño con las manos manchadas de sangre y de un adolescente temblando frente a su ventana, volvieron a retorcer su propia alma.

¿Acaso no se lo había prometido en el hospital? 

Tenía que seguir —se convenció cuando la luz del Tablet cambió a un tono azul marcando el inicio de un camino que supuso debía seguir.

***  

El túnel desembocó en una caverna mucho más espaciosa y el Tablet se apagó. 

¿Ahora que debía hacer?

Sus pasos vacilaron mientras se acercaba  a la puerta de hierro que visualizó a su derecha.


La luz de las antorchas a cada lado de la puerta no era suficiente para dejar ver más que su silueta; pero el chico que esperaba frente a ellas se había percatado de su presencia y su mirada ansiosa le daba a entender que la esperaba.

Cuando estuvo más cerca lo reconoció; era el mismo que la recibió cuando entró al Árbol. 

Esta vez no hubo miradas seductoras ni halagos, sólo le extendió la mano con la palma abierta, esperando.

Rachel depositó el Tablet y la carta sin apartar la vista de la mano que las recibió, un pequeño ancla estaba tatuada en su muñeca y sus dedos...¿estaban manchados de pigmentos de pintura?

Sólo cuando lo vio suspirar al corroborar la carta, se dio cuenta de que él también estaba tenso 

¿A qué le temía él? ¿Acaso a que apareciera alguien más que no fuera ella?

—Tu mano —las palabras secas la dislocaron por un momento.

—¿Qué...?

No obtuvo respuesta, el chico agarró con firmeza su mano derecha, se giró para crear sombras sobre ella con su cuerpo y la examinó con una pequeña lámpara de luz azul.(2)

Rachel observaba anonadada con el corazón en la garganta ¿qué era todo eso?

Intentó retirar la mano cuando lo vio sacar un bisturí, pero él la aferró con más fuerza y de un sólo movimiento le hizo una abertura en la yema de su dedo índice. 

Casi ni pudo emitir sonido antes de que él la interrumpiera

—No podías entrar con esto —habló antes de que protestara.

Lo que sea que le enseñara era tan pequeño que Rachel no alcanzaba a verlo.



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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