Los Secretos del Joker

Capítulo 26

Rachel empezó a ralentizar sus pasos al percatarse del lugar donde se suponía debían entrar: Las llamas de las últimas dos antorchas titilaban ante la densa oscuridad que reinaba después de ellas

Observó con terror cómo su grupo avanzaba mientras ella se iba quedando atrás

¿Estaban locos acaso?

La única señal de que en ese agujero negro había algo más, era el tenue sonido de lo que parecían los alaridos de una muchedumbre enardecida; y eso, en vez de tranquilizarla, la inquietaba aún más.

—El infierno... —susurró evitando con todas sus fuerzas no salir corriendo hacia atrás.

Sin embargo, lo que verdaderamente la detuvo, fue lo que pasó después de que los primeros cuerpos entraran al lugar.

Contrario a toda lógica, los cuerpos brillaban en su interior, una eclosión de colores marcaban siluetas humanas bañadas de algo totalmente sobrenatural.

Sus ojos no daban crédito a lo que veía: Las tinieblas se volvían... ¡¿Mágicas?! Simples cuerpos mortales reflejaban al Universo con artística sensualidad.(1)

Sintió su piel hormiguear de eufórica expectativa. Si ese era el "Infierno", ella se moriría por probar en su piel un poco de su oscuridad.

La respiración se le volvió errática mientras las sombras la arropaban y las tinieblas obraron su extraña magia.

Un pinchazo de emoción la hizo erizarse de los pies a la cabeza al observar su propia piel

¡¡Ella se había vuelto magma!! la lava mortal e increíblemente hermosa parecía abrirse paso sobre su ennegrecida piel (2), resaltando las partes más llamativas de su feminidad. Los mechones de su pelo caían sobre sus hombros brillando con el complejo rejuego de los colores de una explosión estelar (3)

El más absoluto caos grabado en su piel: la manifestación del Apocalipsis tanto en el cielo como en la tierra; la fuerza avasalladora de la muerte misma vistiéndose de magnificencia para obnubilar su verdadera esencia: destrucción y final.

Su corazón latió expectante, sin embargo, le bastó con levantar la mirada para que el pánico la paralizara una vez más

Barandas de hierro cruzaban como diámetros de una circunferencia el vacío redondo que se abría a sus pies. Entre ellas, un complejo de chapas y cadenas formaban una especie de puentes colgantes (seis en total) que se cruzaban de un lado a otro del local.

Su mente se resistía a la idea de que ella tendría que cruzar por ahí, pero la visión de las daemons aferrándose a las barandas para cruzar a pesar de lo tambaleante del suelo bajo sus pies, le confirmaron que tendría que hacerlo porque llegados a este punto, no creía que hubiera vuelta atrás.

Los vio pasar dando pequeños saltos cada dos por tres para, en diferentes puntos, deslizarse dentro de algo y desaparecer.

Cuando volvió en sí, ella era la única que quedaba aún a ese nivel

—Vamos, Rita, mueve, no tenemos todo el día ¿o quieres que te apliquen la ley seca esta semana...? —escuchó que la apremiaban desde su espalda hasta que la persona que le hablaba se puso a su nivel —Eres nueva; yo que tú no probaría con lo de mantener el vicio por tu cuenta... —¿de qué hablaba el tal Bella?— si te resistes a esto, créeme que estarás dispuesta luego a hacer cosas peores por sólo conseguir algo para calar —su vista volvió a ser inquisitiva sobre ella— a menos qué... 

El recuerdo de la muda advertencia si llamaba demasiado la atención la hizo reaccionar, y cuando vino a ver ya estaba sobre el puente intentando avanzar.

De pronto un hueco circular apareció frente a sus pies y no supo que hacer. Una mirada hacia abajo la petrificó en su lugar, estaba alrededor de 30 metros sobre la cabeza de una multitud. Sus manos casi parecían soldarse a las barandas (lo único que se mantenía firme) porque sus piernas temblaban más que el balanceo del puente bajo sus pies.

—¡¡Tienes que entrar ahí!! —el grito de la daemon que había desaparecido antes que ella confirmó sus temores.

Debía soltar la baranda para deslizarse en una especie de Jaula circular unipersonal que colgaba de las cadenas del puente colgante, justo como lo había hecho la daemon que le acababa de hablar; como lo habían hecho 58 más...

Doce radios convergían en el centro. De cada radio colgaban un total de cinco jaulas en línea a 3 metros más o menos una de las otras; todas ellas ocupadas, excepto la de ella...

El sonido mecánico de algo arrancando se escuchó y el puente se tambaleó.

—¡¡Va a empezar a bajar!!¡¡¡Tienes que entrar!!!

—¡¡¡Baja, niña, salta ya!!! —empezaron a gritarle los que se dieron cuenta de que aún había una sobre uno de los puentes.

Rachel empezó a sentir como las barandas subían lentamente, o más bien, era ella la que bajaba junto con el estrecho puente tambaleante sobre el que intentaba fijar sus pies. ¡¡Si seguía así, o bien se quedaba colgando o bien no tendría como equilibrarse y caería desde 30 metros de altitud!!

Sus extremidades temblaron mientras se agachaba, primero lentamente y luego de un impulso se abrazó al puente colgante pegando su pecho completamente a él.

El hueco por el que debía entrar le quedó entre las rodillas y el ombligo; no estaba segura a menos que no entrara a la jaula, pero su cuerpo no quería responder.

Unos gritos ahogados y algún que otro «se va a matar» se escucharon de fondo mientras Rachel se arrastraba sobre su estómago hasta que coló sus piernas por la celda y se dejó caer.

Cayó torpemente, golpeándose en el proceso, provocando que todas las jaulas de su radio se sacudieran.

Aferrada a los barrotes en forma de cuadritos se incorporó intentando nivelar el suelo bajo sus pies

Las lámparas violáceas que rodeaba el piso del interior de su jaula (2) junto al friito que sentía en su estómago por el suave descender del complejo de jaulas, le aumentaron la sensación de mareo y malestar.

Las voces a sus pies empezaron a volverse más nítidas y la voz tétrica de algún tipo de presentador, reverberó por encima de los chiflidos de los demás



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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