Los Secretos del Joker

Capítulo 27

Carlos estaba enfocado en darle a Mateo lo que quería: «su pelea» Sin embargo, las cosas se estaban poniendo demasiado intensas con el público; si no paraban ya, Mateo podría terminar recibiendo lo mismo que él había venido a buscar.

Esperó un golpe limpio y se dejó caer, había venido justo a eso, a perder... quizá si tenía suerte, además de recibir una mísera parte del castigo que merecía, su minuto en el infierno lo arrastraría de forma permanente al de verdad, uno que se le antojaba menos tortuoso que lo que le esperaba en el mundo real; así que por un fugaz momento, se sintió en paz...

—¡¡Carlos!!¡¡No!! —el grito de Rachel retumbó tan fuerte en su cabeza que por un momento pensó que era una mala jugada de su cerebro.

El mundo pareció quedarse en pausa y su corazón se detuvo con él para retomar un ritmo demasiado cauteloso.

Al primero que vio reaccionar fue a Mateo, lo vio intentar regresar al Ring mientras dos de los verdugos lo agarraban.

Carlos se reincorporó lentamente sintiendo un silbido en su cabeza mientras su corazón empezaba a acelerar su ritmo y dirigió su vista hacia la dirección en la que miraban todos.

«No podía ser qué... » —La visión de una daemon asida al exterior de una de las 12 jaulas más cercanas al cuadrilátero lo hizo levantarse como una flecha.

Intentó gritar pero no pudo, ¡¡era Rachel, era ella!! Sus músculos estaban tan tensos que apenas respondían las órdenes de su cerebro.

Empezó a sentir síntomas de asfixia mientras las escenas sucedían frente a él como en cámara lenta.

Vio cómo la multitud empezaba a despertar e intentaba acercarse a donde estaba ella.

los dos verdugos que no sujetaban a un endemoniado Mateo caminaron en dirección a ella.

La vio balancearse sobre la jaula y luego, fuego. ¡¡Rachel había volcado uno de los pebeteros¡¡

Los dos verdugos corrían en cualquier sentido intentando apagar el fuego de su ropa y la multitud empezó a huir en sentido contrario mientras las llamas avanzaban rápidamente por el Ring.

El sistema de Jaulas empezó a subir pero no Rachel, ella cayó al suelo...

—¡¡Rachel!! —finalmente gritó

Sus pies se dirigieron solos hasta la barrera de llamas y saltó entre ellas sin pensarlo si quiera.

Le pareció verla tosiendo en el suelo, pero algo que captó en su periferia le hizo correr hacia ella sin detenerse a confirmarlo.

Uno de los verdugos a los que Rachel le había echado encima el pebetero había apagado sus ropas y se dirigía sorteando a la gente hacia ella con un cuchillo en sus manos.

No le iba a dar tiempo a levantarla para huir ni interceptar al verdugo antes de que llegara a ella ya que Rachel era el punto más cercano a ambos.

Tomó impulso y se lanzó sobre ella intentando protegerla con su cuerpo.

—Carlos... —el susurro de esa voz y la visión de esos ojos que tanto amaba le arrancaron una sonrisa mientras se resignaba.

No creía que podría hacer mucho, pero al menos por una vez, lo daba todo para salvarla a ella.

Sin embargo el cuchillo nunca atravesó su piel, si no que cayó enterrado a un lado de su cabeza.

Se reincorporó atento con éste entre sus manos intentando localizar a su oponente.

Otro pebetero volcado, las llamas ardiendo por otro lado, casi todos huían del área cercana al cuadrilátero intentando ponerse a salvo excepto el verdugo que había intentado agredir a Rachel y ¿Mateo?

Entendió entonces que el verdugo debió fallar porque Mateo lo había desequilibrado, aunque ahora éste último se removía bajo el peso del verdugo con las manos del mismo presionando su cuello.

...

Mateo empezaba a perder fuerzas mientras los dedos del verdugo parecían traspasar la piel de su cuello. Sus movimientos empezaron a volverse más pasmosos, casi un reflejo, no le quedaba mucho tiempo...

Sin embargo, el agarre sobre su cuello se aflojó y el enorme cuerpo cayó desplomado sobre el suyo.

Se arrastró empujándolo hasta que logró sacárselo de encima. ¿Estaba muerto? No lo sabía, y no se quedaría a averiguarlo.

La visión del hombre desparramado en el suelo le desenterró un recuerdo, uno donde detrás de ello estaba otra vez Carlos, aunque, lamentablemente, esta vez no eran sólo él y Carlos guardando un secreto...

—Rachel... —susurró de forma entrecortada mientras se acercaba a ella y le tomaba de la mano quitándole el cuchillo de entre los dedos.

No, no era el mismo escenario que hace cinco años, esta vez había sido Rachel quien por salvarlo a él se había manchado las manos...

—Tenemos que salir de aquí... —volvió a hablar intentando controlar los espasmos de su estómago. Le rompía el corazón ver el gesto ido esta vez en el rostro de ella. Como siempre, sobrevivía sobre los demonios de otros... —Rachel, vámonos

La jaló y Carlos también se movió como autómata detrás de ella.

Mateo no tenía tiempo para pensar en la expresión pétrea de sus compañeros, ni para intentar calmar el puño que parecía hacer añicos todo lo que tenía dentro del pecho, solo sabía que no podían quedarse ahí por mucho tiempo.

En ese nivel casi todo era metal y polvo, sabía que el fuego no haría mucho daño, ni se extendería a un poco más allá del cuadrilátero; no obstante, el ring ardía como una inmensa hoguera llenando cada vez más de humo la caverna. Quedarse ahí, era lo mismo que morir asfixiados.

Caminó de un lado al otro un poco desorientado, las salidas estaban abarrotadas de personas que se pisoteaban y golpeaban intentando salir al mismo tiempo.

Necesitaba recordar, por años había sido su hobby estudiar los planos de todo el sistema de pasadizos desde el internado hasta el Purgatorio, así que sabía que por allí había uno que nunca había sido descubierto.

Un fuerte traqueteo y alarmantes gritos de fondo que venían de arriba de su cabeza lo hizo ser consciente de algo más, el cuadrilátero se sostenía sobre cadenas conectadas al complejo de Jaulas de los daemons; no podía asegurarlo, pero temía que cuando éste se desplomara las cadenas sueltas se dispararían y quizá podía desplomarse todo el mecanismo junto con eso.



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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