Las primeras horas del amanecer pintaban de gris el cielo mientras los cuatro chicos esperaban sentados en la acera frente al registro civil, distantes y juntos al mismo tiempo.
Así lo sentía Rachel, aun cuando tenía la espalda apoyada en el pecho de Carlos, él no estaba allí, estaba increíblemente lejos...
—Carlos… —lo llamó en un susurro, casi con miedo y se sintió indefensa cuando perdió el calor de su cuerpo
Lo vio caminar alejándose de todos a unos metros. Aun así decidió pararse y acompañarlo, sabía que sería difícil el camino que tenían por delante, necesitaba demostrarle que no estaba solo, que ella estaba dispuesta a luchar por ellos.
Caminaron en silencio hasta llegar a un pequeño puente, Carlos se inclinó apoyando los antebrazos en el muro que hacía de baranda del puente y Rachel quiso abrazarlo para disipar la idea de que lo estaba perdiendo.
Cuando lo rodeó por la espalda, aferrándose a él con todas sus fuerzas, una nueva incógnita atravesó su mente ¿Y él? ¿Estaría dispuesto a luchar por ellos?
Carlos se giró al sentir el agarre y en solo segundos cambió las posiciones sentándola en el muro y colándose entre sus piernas.
Rachel intentó hablar, pero las palabras fueron aplastadas por los besos de Carlos. Los labios de él se movieron firmes y hambrientos sobre los de ellas mientras sus manos parecían tocarla por todas partes apretándola contra él con cada vez más fuerza.
Rachel no pudo reprimir un quejido mezcla de dolor y placer y Carlos rompió el beso al instante.
Pensó en protestar pero la respiración jadeante de ambos, los ojos verdes oscurecidos que la miraban tan intensamente, los dedos que se enterraban con fuerza en su cintura y el deseo que se encendía entre ellos, la hipnotizaron reduciendo su mundo a poco más que eso.
Se empinó para volver a besarlo pero las manos de Carlos se lo impidieron. Se quedó quieta mientras sentía como una de sus manos subía por su piel extremadamente sensible y se sintió temblar cuando ésta alcanzó uno de sus senos.
Se arqueó hacia él y se aferró a sus hombros buscando estabilizarse mientras sus caricias le revolvían todo por dentro.
Sintió su respiración en el oído y luego su cálido aliento
— Una vez te hice prometerme que no me dejarías, esta vez te pido que me prometas todo lo contrario…
—¿Qué…?
El aire abandonó momentáneamente los pulmones de Rachel y se apartó de él todo lo que pudo.
No quería creer lo que estaba escuchando; Carlos no la soltaba, así que debía estar bromeando, aunque la verdad había dejado de acariciarla.
Lo vio mirarla sincero a los ojos…
—No puedo hacer esto, Rachel… —las palabras impactaron su corazón abriendo las heridas y rompiéndola otra vez en mil pedazos.
—Que tonta soy… —se refutó intentando zafarse de su agarre— no me quieres, esa es la verdad, no quieres hacer esto, solo necesitas lo que yo puedo ofrecerte… puedes estar tranquilo, Carlos, no necesitas calentar mi cama para ayudarte, sea lo que sea que quieras que haga lo haré, ya soy una marioneta en este juego, da igual quién sea mi titiritero…
—¿Eres tonta, Rachel? ¿Acaso no entiendes de lo que hablo? —lo vio rabiar y toda su tristeza se convirtió en coraje.
—¡Vete a la mierda, Carlos! —no pudo evitar que las lágrimas de pura rabia salieran por sus ojos, más aun cuando una de las manos de Carlos apresó las suyas cuando intentó arañarlo— ¡Estoy cansada de ti, de todos…! Acabemos con esto de una vez, hago lo que pidas, te lo prometo; pero ni se te ocurra volver a acercarte a mí con la chorrada de que te importo. Las cosas como son, aquí y ahora… última vez que juegas conmigo de ese modo…
La boca de Carlos volvió a buscar de forma desesperada la suya pero ella no le respondió al beso, es más, sintió asco. Le mordió el labio con tal fuerza que la sangre de Carlos se coló entre ambos.
Se sintió morir de frustración cuando él la estrechó en sus brazos, lo odiaba en ese momento, por ser exigirle su amor con sus actos aun cuando él no la quisiera de vuelta.
—No puedo amarrarte a una promesa de amor eterno, Rachel, no puedo convertirte en ella… —se sintió confundida ante las palabras de Carlos— Sé que lo recuerdas… mi madre: aferrarse a Karel fue lo que la destruyó al punto de que hoy apenas recuerda su propio nombre… —Rachel se tensó al notar el quiebre de la voz de Carlos y el temblor de sus hombros… —Yo… Dios, puedo apostarlo y arriesgarlo todo, Rachel, excepto tú, a ti no puedo ponerte en riesgo…
»Quisiera poder prometerte que no te haré daño, e incluso a veces lo creo; pero ahí está, la enorme posibilidad de repetir los mismos errores de mi padre… Que estemos hoy aquí es una muestra de que tú podrías cometer los mismos errores que mi madre…
»Convertirte legalmente en mi familia, Rachel, es lo mejor que podría pasarme, pero si me prometes que te quedarás conmigo pase lo que pase, estoy seguro de que no te soltaré aunque te haga daño, ya me alejé una vez, sé que no soy capaz de alejarme dos veces… por eso necesito que lo hagas tú… Te amo tanto, Rachel… te amo tanto que duele… No puedo perdonar a quien te mata, no puedo perdonarme…«
Por más que lo intentaba Rachel no podía emitir palabra, el nudo que se había instalado en su garganta parecía obstruir sus cuerdas vocales.
Con cuidado tomó entre sus manos la cara de Carlos y lo guió hasta tenerlo de frente. Secó con sus pulgares las lágrimas que habían salido de esos ojos verdes musgo que la miraban sin esperanza.
—Lo haré, te lo prometo… —se le apretó el pecho ante el dolor que leyó en los ojos de Carlos— pero prométeme a mí que me dejarás decidir cuándo irme…
—¡¿Qué?!
Quiso reír entre lágrimas al ver el gesto de sorpresa en el rostro de Carlos, acercó su rostro al de él aun sonriendo
—Te lo dije antes —habló sobre sus labios— no quiero un para siempre… me alejaré si todo se vuelve imposible, pero mientras eso pase ¿Quieres ser mi esposo, comadreja? más importante aún ¿confías en que puedes intentar al menos que funcione un nosotros? Porque yo no puedo manejar sola toda esa mierda, no estoy dispuesta hacerlo…
#6672 en Thriller
#3694 en Misterio
#25974 en Novela romántica
#4301 en Chick lit
Editado: 13.05.2022