Los siete caballeros del espacio

Las constelaciones

CAPÍTULO 2

Nunca hubiese imaginado que los siete chicos que estaban delante de mí aquella noche, fuesen literalmente estrellas, y eso no lo supe por cómo vestían o por la forma tan peculiar de presentarse después de preguntarle quiénes eran.

—Soy Spica de Virgo, la estrella más brillante de mi constelación —anunció el más alto, de piel levemente bronceada. Vestía una especie de traje color azul brillante.

—Yo soy Kaus Australis de Sagitario, también soy la estrella más brillante de mi constelación —declaró con aires de superioridad el de hombros anchos y rostro angelical. Vestía un traje brillante color rosa.

—Soy Skat de Acuario, tercera estrella más brillante de mi constelación. Para servirte —dijo alegremente y ofreció una leve inclinación como alguien de la realeza. Tenía una sonrisa amplia y pude notar su mandíbula muy definida. También llevaba un traje brillante de color plateado.

El que seguía suspiró pesadamente.

—Soy Alpherg de Piscis —murmuró con voz profunda. Tenía un rostro tierno y piel muy pálida. Llevaba un traje color negro que combinado con su presentación, lo que lo hacía lucir misterioso.

—Me llamo Zuben —no pudo evitar las ganas de reír y al hacerlo sus ojos se achicaron—. Lo siento. Soy Zuben de Libra —volvió a reír con timidez. Su traje dorado combinaba de forma perfecta con su postura elegante.

—Dabih de Capricornio, también brillo bastante, como ellos —su tono de voz era grave e hizo una mueca con su ceja. El traje verde oscuro le quedaba muy bien.

El último bajó la mirada cuando todos voltearon a verlo.

—Y yo soy Heze de Virgo. De..., de la misma constelación de Spica —tartamudeó un poco. Sus ojos grandes y redondos mostraban timidez. Él vestía un traje color púrpura.

No pude decir una palabra mientras ellos hablaban, sin embargo, cuando todos terminaron se fijaron en mí esperando una respuesta.

—¿Esto es una broma? —Pregunté con disgusto—. Porque si así lo es quiero que sepan que ya estoy cansada de que se burlen de mí.

—No es una broma, Maia de la tierra —dijo Spica.

—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y por qué "de la tierra", como si fuesen de otro planeta?

Estaba aterrorizada, esos chicos extraños conocían mi nombre y por mi mente pasó la idea de que tal vez algún compañero de clases les pagó para jugarme una gran broma.

—Llamaré a la policía —advertí con voz temblorosa.

—Nadie nos pagó para hacerte daño —murmuró Alpherg y se cruzó de brazos.

¡¿Pero qué acababa de ocurrir?! ¿Acaso ese chico había leído mi mente?

—¿Có..., cómo hiciste eso?

—Somos estrellas y tenemos poderes. ¡¿No es eso maravilloso?! —Skat mostró alegría al revelar aquella frase.

—No nos conoces, por eso nos presentamos hace un momento —comunicó Dabih—. Realmente somos estrellas y tenemos poderes, mira —elevó su mano en dirección a unos árboles secos que estaban al finalizar el puente y estos se volvieron frondosos.

Mis ojos y mi boca se abrieron en gran manera, estaba apunto de gritar y correr de temor.

—Ya lo arruinaste —intervino Spica—. Zuben, por favor, haz lo tuyo.

Zuben se puso delante de mí y al ver su mirada quedé como hipnotizada.

—Escucharás cada palabra que diremos y comprenderás todo, ¿está bien —musitó.

De forma instantánea mi cabeza hizo una rápida afirmación.

Su mirada unida a su melodiosa voz obró en mí de la misma forma que el flautista de Hamelín sobre los ratones y los niños.

Dispuesta a escuchar y comprender, ellos revelaron que eran estrellas de constelaciones diferentes, todos ellos me escucharon noche tras noche y conmovidos por mi situación pidieron permiso al universo para venir a ayudarme. Dijeron varias de las cosas que les había confesado y no pude evitar llorar cuando me recordaron la dolorosa pérdida de mi amiga y el constante acoso y maltrato en el que vivía.

—Estamos aquí porque necesitas de alguien que te haga saber lo valiosa que eres —pronunció con delicadeza, Dabih.

Heze se limpiaba las lágrimas mientras agachaba su cabeza y sin esperármelo, Zuben me abrazó. Fue un abrazo tan sincero y cálido, de los que no se olvidan con el paso del tiempo, de esos que parecen aligerar tu carga cuando sientes que ya no puedes más.

Lloré por un rato hasta que Skat habló de forma entusiasta:

—Nosotros te prometemos que desde ahora sonreirás más, esa es nuestra meta.

Su declaración me brindó esperanza y una leve sonrisa de agradecimiento se dibujó en mi rostro.

Sentía miedo de despertar y darme cuenta de que todo se había tratado de un sueño, a lo que Alpherg suspiró y dijo:

—Está bien si crees que solo se trata de un sueño, entonces quiere decir que debes disfrutarlo al máximo antes de que despiertes.

Hice una afirmación con mi cabeza y supe que mis pensamientos ya no serían tan privados.

Cuando por fin pudieron hacer que me tranquilizara, procedieron a saludarse entre ellos, como si fuesen viejos amigos que tenían años sin verse. Y la verdad es que así era, tenían mucho tiempo sin verse.

Ellos ya habían ayudado a otras personas en la antigüedad, pude saberlo gracias a Kaus, quien se había dado cuenta de mi confusión al verlos tan emocionados por estar en una misión en la tierra. Y eso fue solo el comienzo, había muchas cosas que iría conociendo poco a poco.

Luego de su alegre reencuentro, mencionaron que ya estaba muy tarde y que lo mejor era volver a casa, especialmente Kaus, que repitió un par de veces que debía descansar bien si quería tener un mejor día. Sentía miedo de volver, no sabía lo que me esperaba en aquel infierno.

—Recuerda que ya no estás sola, te protegeremos —confesó Spica con voz tenue.

Le di una mirada a todos y asintieron a lo que había dicho su amigo. Me sentí tranquila y confiada.

Caminamos en dirección a mi casa. Las pocas personas con las que nos encontramos en el camino nos veían de forma extraña, ¡y era de esperarse! Siete chicos guapos vestidos de una forma bastante peculiar acompañando a una jovencita como yo en medio de la noche.



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En el texto hay: dioses, secretos, poderes

Editado: 02.10.2021

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