Los siete caballeros del espacio

Día de Alpherg de Piscis

CAPÍTULO 10

Había quedado paralizada por la rapidez con la que pasó todo, y estaba allí, mirando los tiernos ojos de mi salvador.

—¿Estás bien, Maia? —Dijo Zuben, preocupado, deteniéndose al lado de nosotros y estirando su mano para ayudarme a levantar.

—Sí, ¿estás bien? —Indagó Heze con voz adolorida por el golpe que se había llevado al rescatarme.

Hice una rápida afirmación con mi cabeza cuando estuve de pie.

—¿Y tú, estás bien? —Estaba muy preocupada por él, le extendí mi mano para ayudarlo a ponerse de pie y lo mismo hizo Zuben.

Volteé al escuchar a Dabih discutiendo con un chico que estaba en la pista de patinaje.

—Debes tener más cuidado, casi la matas, ¿acaso eres ciego? —Decía con su voz enojada.

—Lo siento, en serio, no fue mi intención —contestó el chico.

—¿No fue tu intención? Ibas a toda velocidad como si no hubiese otras personas aquí patinando. ¡También hay niños aquí!

El chico se seguía disculpando y en eso Spica trató de calmar a Dabih.

—Tranquilo, ya se disculpó. Estoy convencido de que tomará precaución al usar esta pista. ¿No es así, amigo? —Interrogó al chico, quien asintió apresuradamente.

Salimos de la pista y nos dirigimos a unas bancas porque los chicos querían estar seguros de que me encontraba bien.

—Heze, gracias por salvar a Maia —musitó Zuben con amabilidad—, si no fuese por ti, ella habría sufrido una terrible caída.

—No hay problema, brother.

—Me siento culpable por lo acontecido, te pido disculpa, Maia —me suplicó mi compañero del día.

—No es tu culpa, fue solo un accidente —le brindé una sonrisa amigable.

—No fue culpa de Zuben, fue culpa de ese otro que casi atropella a Maia —declaró Dabih que aún seguía enojado.

—Bueno, pero ya pasó y por suerte nadie salió herido —Skat le acarició el cabello de forma amigable a Dabih para calmarlo.

Mientras nos dirigíamos a la casa, Zuben preguntó a sus amigos el porqué estaban en el mismo lugar que nosotros si se suponía que era su día conmigo. Aunque Spica intentó hablar en voz baja, pude escuchar algo.

—Ton ya envió a sus secuaces y no tardarán en venir por ella.

No entendía a qué se refería, pero por la preocupación en sus rostros pude percibir que era una noticia alarmante. Me llené de intriga: ¿quién era ese tal Ton? Y, ¿qué quiso decir con "no tardarán en venir por ella? ¿Hablaban de mí?

Skat me habló e impidió que siguiera escuchando la conversación.

—¿Tienes frío?

—¿Ah?

—¿Que si tienes frío?

—Sí, un poco.

Sentí cuando colocaron algo sobre mis hombros y me giré, encontrándome con Heze que me puso su suéter y se adelantó con la intención de alcanzar a los otros.

—Hey, yo iba a hacer eso —se quejó Skat, sin embargo, el otro no le dio atención—. A veces actúa como un niño —ladeo su cabeza.

Sonreí por su comentario mientras observaba a Heze, confundida.

Llegó el Día de Alpherg, y él, a diferencia de los demás, me dejó dormir más; me desperté por mi cuenta y bajé a desayunar. Dabih me dijo que mi compañero del día quería dejarme descansar más y que después se volvió a dormir, que él iría a despertarlo. Tiempo después, Alpherg fue a la cocina, un poco adormecido.

—Lo siento, quería que durmieras bastante porque todos los días te levantas muy temprano.

—Gracias a ti pude dormir mucho —le brindé una sonrisa—. ¿Qué tienes planeado para hoy?

—Será algo importante y necesario —confesó, mientras comía una mandarina, su fruta favorita.

Nos dirigimos hacia un hospital en otra ciudad y pensé que, tal vez, prestaríamos servicio.

—No es lo que estás pensando —declaró al darse cuenta de lo que pasaba por mi cabeza—. Ni siquiera imaginas lo que será.

—Se me olvida que puedes leer mi mente —hice una mueca.

—Lo siento, no puedo evitarlo.

—¿Puedes leer la mente de todos? ¿O hay unas que no?

—No puedo leer la mente de otras estrellas.

—Vaya, qué bien debe sentirse ser una estrella —resoplé.

—¿Lo dices porque así no podría leer tu mente? —Sonrió al verme ladear mi cabeza en señal de afirmación—. Yo también tendría miedo si otra persona pudiera leer mi mente, aunque tendría más miedo si alguien pudiese conocer mis sentimientos, miedos y deseos.

—¿Y hay alguien con ese pode? —Abrí en gran manera mis ojos.

—¿En serio no te lo dijo? —Sonrió, incrédulo—. Ese es el poder de Skat.

Me sorprendió mucho la información que había recibido, tanto que mi boca se abrió. Recordé la discusión que había tenido con los insoportables del colegio y entendí la razón por la que sabía de sus miedos y los amenazó con divulgar sus secretos delante de todos.

—Ahora tengo miedo —confesé.

—Es comprensible, no debe ser fácil para ti, yo puedo saber lo que piensas o en quién piensas —hizo hincapié en lo último—. Pero él... Él puede saber lo que sientes. Sí, él puede saber por quién sientes algo.

Tragué fuerte.

Alpherg se adelantó a preguntar algo en la recepción del hospital y le dieron instrucciones; yo seguía sin entender a qué habíamos ido a ese lugar.

—Listo, sígueme.

Caminé a su lado dejando que él me dirigiera por los pasillos hasta que se detuvo enfrente de una puerta, se giró y me dio una mirada seria.

—Sé que esto será muy duro para ti, sin embargo, necesitas resolver tus dudas para poder proseguir. Allí adentro hay alguien que debe darte muchas explicaciones —suspiró pesadamente—. Escucha... No estás sola, yo estoy contigo para ayudarte a superar tus dolores, ¿crees en mí?

Asentí sin entender la razón por la que me decía todo aquello.

Al entrar en la habitación lo entendí todo; miré a mi compañero y él me señaló con su cabeza que continuara. Me negué, con los ojos llenos de lágrimas. Alpherg extendió su mano hacia mí y esbozó una delicada sonrisa que fue suficiente para darme la fuerza que necesitaba. Tomé su mano y avancé hasta la camilla en donde se hallaba mi padre acostado, al verme se impresionó tanto que buscó la forma de acomodarse y quedar un poco sentado.



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En el texto hay: dioses, secretos, poderes

Editado: 02.10.2021

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