Los siete caballeros del espacio

Día de Dabih de Capricornio

CAPÍTULO 11

Las personas cometemos errores diariamente, unos más graves que otros, sin embargo, nuestras acciones tienen consecuencias que, aunque nos arrepentimos, debemos asumir tarde o temprano. Muchas de nuestras malas decisiones afectan a quienes nos rodean, causando daños casi irreparables; decisiones que la mayoría de veces las tomamos pensando solo en nosotros mismos, en satisfacer nuestros deseos y apetitos, sin importarnos a quién nos llevemos por el medio. Mis padres cometieron errores al tomar decisiones egoístas que me perjudicaron y aunque los perdone, hay heridas que tardan en sanar y cicatrices que no se pueden borrar.

—Yo nunca estuve enamorado de tu madre, lo de nosotros fue un error de una noche, algo que pasó bajo efectos del alcohol —declaró mi padre—. Su embarazo me tomó por sorpresa y su padre me obligó a casarme con ella. Luego pensé en lo desdichada que era mi vida al lado de una mujer que no amaba. Mis papás no querían que arruinara mi vida de esa forma y me sugirieron divorciarme alegando que tu madre se había acostado con otros hombres —se tapó la cara con sus manos—. Le pagamos a otros hombres para que declararan que ellos también se habían acostado con tu madre y falsificamos la prueba de ADN que afirmaba que no eras mi hija. Estoy tan avergonzado.

Sentía impotencia y deseaba ya no tener que escuchar más, pero eso era algo que quería afrontar de una vez por todas.

—Yo sabía que eras mi hija, sin embargo, para obtener mi libertad debía negarte, pues, tu abuelo materno era muy recto y si decía la verdad estaría obligado a permanecer con tu madre o ese viejo era capaz de matarme. Con los años supe que tu abuelo había echado a tu madre de su casa y él murió pensando que su hija lo había engañado y que era una cualquiera que se revolcaba con cualquier hombre, y todo por mi culpa... Por culpa de mi inmadurez, de mis intereses egoístas, de mis mentiras —sollozaba—. Lo que más me duele es haber actuado como un cobarde y no haberme hecho responsable de ti. Perdóname, Maia, fui un idiota que no pensó en ti.

Cerré los ojos tratando de detener las lágrimas y cuando tuve la energía para hablar, dije:

—Desconocía que habías sido tan miserable—tomé aire—. Siempre te busqué, ¿sabes? Te llamaba con la esperanza de tener las migajas de un amor paternal y tú me negaste todo aun cuando estabas consciente de que era tu hija. ¿Acaso no sentiste remordimiento? ¿No sentiste pesar al escuchar mi frágil voz por medio del teléfono?

—Sí, claro que me sentía mal...

—¿Por eso le pedías a tu esposa que contestara mis llamadas, porque no fuiste capaz de pedirme tú mismo que dejara de fastidiar? De seguro mis llamadas te recordaban la horrible persona que eres —mis palabras salían llenas de dolor y rabia.

—Hija, perdóname, por favor, dame la oportunidad de ser el padre que siempre quisiste tener —suplicó.

—No, no me llames hija. Antes llegué a pensar que quizás no merecía ser tu hija, pero estaba equivocada... Tú —lo señalé con dedo de escarnio—, tú eres el que no merece ser mi padre, no lo vales, merezco cosas mejores en mi vida y ahora estoy segura de que no eres una de ellas.

—Maia, lo siento tanto, espero algún día puedas perdonarme.

Me giré y caminé hasta la puerta, Alpherg me seguía en silencio. Me detuve, recobrando el aliento.

—¿Sabes algo? Ya he sufrido mucho por tu culpa y el guardarte rencor me haría quedarme estancada en el pasado que quiero superar, por eso te perdono, porque ya no quiero que seas parte de mi futuro. Quiero que te quedes en el pasado, en donde perteneces.

Abrí la puerta y me fui de aquel lugar.

Caminaba sin rumbo alguno con mi amigo a mi lado, me agradaba su compañía en silencio y comprendía que él sabía eso.

—¿Crees que podré seguir adelante después de todo lo que he vivido? —Le pregunté.

Nuestros pasos lentos eran sincronizados.

—La vida es dura y las cosas no siempre salen bien, pero debemos ser valientes y seguir con nuestras vidas —contestó con voz serena.

Sus palabras eran sabias, de alguien que había experimentado muchas cosas duras y que con valentía había continuado con su paso por este mundo, hasta hacer algo que el mismo universo debía recompensarle.

 El resto de ese día lo recuerdo como algo tranquilo: sentados a la orilla del lago mirando el bello atardecer. Después de preguntarle la razón por la que se ganó un puesto en el cielo, él me contó que sus verdaderos padres lo habían abandonado y que fue adoptado por una familia en la cual el padre lo maltrató constantemente y a pesar de todo el sufrimiento que le causó, lo perdonó y le salvó la vida interponiéndose en un ataque perpetrado por un delincuente.

—Pude haber dejado que recibiera los cinco disparos si antes no hubiese tomado la decisión de perdonarlo, pero preferí salvarle la vida, conociendo que al intentarlo yo perdería la mía —pronunció sin mostrarse arrepentido de aquella decisión que había tomado—. Hoy tú me recordaste al Alpherg de aquella ocasión, aquel que supo que vivir con rencor, con odio, eso no es vivir. Aprendemos del pasado, pero no debemos quedarnos allí estancados. Debemos aprender a soltarnos de los malos sentimientos que nos mantienen esclavos; porque muchas veces sufre más el que guarda rencor y no el que causó el daño. Hoy tú fuiste valiente, decidiste dejar en el pasado a una de las personas que te causó tanto daño.

Él tenía razón, lo que le había dicho a mi padre no era mentira, yo decidí que ni él ni lo que me hizo seguirían siendo parte de mi vida y eso me hizo quitarme un peso de encima, me hizo tener la esperanza de que vendrían cosas mejores.

Dabih me despertó al día siguiente, entró a mi habitación muy animado y comenzó a halarme por los pies para hacerme levantar cuanto antes. Abrió la ventana e hizo que una rama de un árbol cercano entrara y, llegando hasta donde me hallaba, extendió unas hermosas flores blancas. Hizo una mueca divertida cuando lo vi, maravillada por lo que mis ojos habían presenciado.



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En el texto hay: dioses, secretos, poderes

Editado: 02.10.2021

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