Capítulo 21
La persona que habló detrás de mí era nada más y nada menos que Francis, amiga de Verónica (o eso creía yo), porque por primera vez las vi estar en desacuerdo: Francis estaba indignada al darse cuenta de que mi atacante no había acatado la amenaza de Skat y temía ser expuesta delante de todo el colegio; en cambio, a Verónica no le importaba, pues "según ella" no escondía cosas tan graves como para ser avergonzada.
—Me vale madres que la gente se entere que eres una maldita sidosa —vociferó Verónica y las chicas que estaban con ella se sorprendieron al escuchar aquella afirmación.
—¿Qué diablos te pasa? Yo no tengo sida —replicó la otra hecha una furia.
—Es casi lo mismo, es una ETS, sigues siendo asquerosa y lárgate ya, nos puedes contagiar.
—¡Eres una maldita ignorante! No sé cómo pude ser tu amiga por tanto tiempo, traidora, eres la peor perra que he conocido.
Yo estaba casi en el medio de la discusión y cuando Francis se le fue encima a Verónica, aproveché la oportunidad y me retiré con celeridad de aquel lugar. Sostenía mi adolorido abdomen mientras huía del colegio; la verdad es que no quería que los chicos me vieran es una condición tan deprimente y sobre todo odiaba la idea de que Alpherg conociera mis pensamientos.
Toda la mejoría que había logrado durante semanas se comenzó a desvanecer y sentía odio por mí misma; el no tener la valentía de defenderme de mis agresores me hacía sentir tonta y no podía seguir permitiendo que los chicos continuaran solucionando los problemas de mi vida porque me hacía dependiente y si ellos en algún momento me faltaban yo no iba a poder continuar y no sería justo para ellos después de todo lo que han hecho.
Corría sin rumbo, sumergida en mis pensamientos; el sufrimiento acumulado por muchos años no es algo que se supere de la noche a la mañana, me estuve sintiendo bien, ya comenzaba a ver mi vida de una forma diferente y comenzaba a amarme a mí misma y es increíble cómo una pequeñez puede derrumbarlo todo y llevarte a lo profundo del hoyo de donde comenzabas a salir.
Muchos recuerdos de rechazos y dolor vinieron a mi cabeza y nuevamente me sentí tan frágil... Sé que si te quedaste hasta este momento es porque en tu vida has sufrido alguna penuria similar a las que he vivido y sé que me entiendes porque tú has sentido la tristeza que invade nuestro corazón cuando alguien a quien queremos nos rechaza o simplemente, nos rechazan aquellos a los que ni siquiera le hemos dado una razón válida para hacerlo, o puede que sí tengan una razón: nuestra existencia.
El pensamiento sobre que «todo sería más fácil si dejara de existir» vino a mi mente, sin embargo, también vinieron a mi mente los rostros de mis estrellas y recordé que para ellos mi existencia era importante y que no debía desaparecer, como dijo Spica... ¡Cuanta falta me hacía! Siempre me hablaba sobre el amor propio y sus palabras tenían el poder de hacerme sentir importante, me hacía sentir valorada, aceptada.
Me detuve cuando ya no pude seguir corriendo e inclinada hacia adelante tomé varias bocanadas de aire hasta que logré estabilizar mi respiración.
—Casi te pierdo, menos mal te detuviste; ya casi no podía respirar.
Me giré con rapidez y divisé a Dabih quien se le veía bastante cansado después de correr un largo trayecto persiguiéndome.
—¿Qué haces aquí? —Limpié mis lágrimas de forma apresurada como si eso iba a evitar que se diera cuenta que estaba llorando.
—¿Cómo que "qué hago aquí"? Vine a hacerte compañía.
—Quiero estar sola...
—Maia no me...
—¡Dije que quiero estar sola! —Chillé.
Se encogió de hombros acompañado de una expresión triste en su rostro.
—Lo siento —susurré al percatarme de lo mal que lo traté cuando él solo quería ayudarme—. Es que no quiero tenerlos cerca por un rato y no es que hayan hecho algo malo, al contrario, ustedes han sido lo más hermoso que me ha pasado, sin embargo...
—Tranquila —pronunció con voz suave y sacó de su mochila un cuaderno y un lápiz—. No tienes que darme explicaciones, sé que necesitas tu espacio para desahogarte y créeme que te entiendo —hablaba lentamente mientras escribía algo en una hoja y luego la arrancó—. Solo te pido que por lo menos me dejes tenerte a la vista para asegurarme de que estás bien; mantendré distancia, te lo prometo... Por favor, déjame asegurarme de que estés a salvo.
Me entregó el pedazo de papel que había doblado y se alejó antes de que pudiera responder. Observé el papel en mi mano y me pregunté qué había escrito allí adentro, no obstante, estaba segura de que él quería que la leyera en un lugar mejor, porque estaba en una esquina muy transitada y varias personas me miraban.
Volví a echar la mirada en la dirección que había tomado Dabih y lo encontré a lo lejos ondeando sus manos en el aire, me pareció un gesto tierno.
Seguí caminando hasta llegar a una pequeña plaza que logré reconocer y me senté en una banca, en el lugar menos concurrido para poder estar tranquila y aclarar mis pensamientos. Después de reposar unos minutos, decidí abrir el papel que traía en mi mano y se podía apreciar el siguiente mensaje:
"Cuando las cosas se pongan difíciles, detente un momento y mira hacia atrás, ve lo lejos que has llegado. No olvides lo gratificante que es.
Eres la flor más hermosa, más que cualquier otra en este mundo".
Lágrimas comenzaron a salir, pero esa vez fueron lágrimas de agradecimiento. ¿Cómo pude llegar a pensar nuevamente en dejar de existir cuando hay siete estrellas que me aman y se esfuerzan por hacerme feliz? Dabih tenía razón, a veces solo debemos detenernos por un momento y ver lo lejos que hemos llegado.
En ese instante pensé: «Si conseguí llegar hasta los dieciséis sola, cuánto más ahora que tenía la compañía de seres tan maravillosos que me aprecian tal y como soy».