Los siete caballeros del espacio

La gota que derramó el vaso

Capítulo 25

Tuvimos un viaje escolar en el cual tuve que alejarme de los chicos en la noche porque los dormitorios de las chicas estaban separados de los de ellos y, a pesar de que iba a estar entre el grupo de Verónica, no sentía miedo como antes, la verdad es que ni siquiera pensaba en lo que podrían hacerme debido a que en mis pensamientos solo había lugar para Heze y Dabih. ¿Qué diablos se supone que iba a hacer? En los días anteriores Heze se portó de lo más tierno conmigo y todos parecían estar de acuerdo con nuestra relación; y bueno, Dabih usó la flor del sueño algunas noches haciendo que nuestros encuentros se volvieran cada vez más peligrosos y me daba miedo que Alpherg se diera cuenta de lo que estábamos haciendo. Intenté hacer que Dabih entendiera lo difícil de la situación, sin embargo, él me prometía que no haría nada que yo no quisiera y que era la única forma de poder hablar conmigo porque con los chicos esto era imposible. ¿Estaba traicionando a Heze? Creo que sí y me sentía culpable, pero cuando estaba con Dabih sentía que valía la pena y que podría vivir con la culpa.

Seguía pensando mientras estaba recostada en la cama de la habitación que compartía con otras tres chicas, cuando de la nada unas manos taparon mi boca con fuerza y otras me sostuvieron por mis extremidades. Colocaron cinta adhesiva sobre mi boca y me sacaron a rastras hasta una zona boscosa que se hallaba cerca de los dormitorios de las chicas. Era tarde y los maestros encargados estaban dormidos, así que a Verónica y a sus seguidoras se les hizo fácil sacarme del lugar; eran unas diez chicas y todas reían como locas.

Me hicieron arrodillarme en medio de ellas mientras Verónica se puso delante de mí y me echó una cubeta de agua helada.

—Hola, perrita —dijo en forma burlona—. ¿Dónde están tus amigos? Ah, cierto, ellos no podrán venir a defenderte —dejó salir una carcajada—. ¿Acaso creíste que la amenaza de tu amiguito haría efecto en mí? Se equivocaron, yo no soy como la tonta de Francis que se acobardó... No les tengo miedo y mucho menos a una idiota como tú.

Luchaba por soltarme del fuerte agarre de mis opresoras y al tratar de gritar solo se oían mugidos. Mis ojos ya no estaban llenos de miedo, sino de odio y ella se dio cuenta; arrancó sin clemencia la cinta adhesiva.

—Vaya, la perrita parece que quiere matarme en este momento —se mofó.

—¿Por qué me hacen esto? —Mascullé sin dejar de verla a la cara.

—Umm... Si supieras que no tengo idea, fue algo que pasó, un día te vimos y nos dio ganas de molestarte y como eres una tonta te convertimos en nuestra perrita.

Respiraba con fuerza, tenía mucha rabia de solo escucharla.

—¿Qué quieres de mí? Dime, ¡ya déjame en paz!

Ella se sorprendió por mi respuesta y giró a ver a las otras que comenzaron a reír. Se acercó y me dio una bofetada.

—Ahora te defiendes, ¡demonios! Andar con esos chicos te hace actuar con altivez y, eso no me gusta.

En la vida uno puede soportar muchas cosas, pero llega un momento en el cual nos hartamos y ya no estamos dispuestos a seguir aguantando sin hacer nada. Este acto fue esa gota que derramó el vaso.

—Crees que eres más fuerte que yo porque estás acompañada, ¿por qué no peleas tú sola conmigo? Si tú ganas seguiré siendo tu perrita y si yo gano me dejarán en paz —esas palabras presuntuosas salieron de mi boca antes de que pudiera razonar.

—¿¡Qué acabo de oír!? Dices que quieres pelear conmigo, ¿pueden creerlo chicas? —Rieron y eso me dio más coraje.

—Si eres tan ruda no será molestia para ti acabar conmigo en una pelea justa, ¿no crees? En cambio, si no aceptas quedará demostrado que me tienes miedo.

—¿Tenerte miedo? ¡Por favor! Eres una tonta, obviamente te acabaría en menos de un minuto.

—Entonces demuéstralo o pensaremos que le tienes miedo a una chica tonta como yo.

Las chicas que se hallaban alrededor empezaron a murmurar haciendo presión en ella, por lo que decidió enfrentarse conmigo para demostrar que yo estaba equivocada.

Cuando me soltaron y me vi delante de Verónica para pelear con ella fue el momento en el que pude pensar en la estupidez que había hecho al decirle aquellas cosas. Un mes de entrenamiento con Heze no serían suficientes para defenderme, no obstante, eso cambió cuando sentí el puñetazo en mi mejilla izquierda; la rabia me segó y me abalancé contra ella con una fuerza increíble. No sé de dónde provenía tal fuerza, quizás estuvo siempre allí esperando ser liberada, pensé. De un golpe hice que mi oponente cayera al suelo y me monté sobre ella golpeándola en la cara tan seguido que no le di tiempo para defenderse. No me detuve al ver la sangre en su rostro y las otras chicas al tratar de detenerme resultaron heridas, pues, también las golpeé y pateé con rabia.

Se había formado un escándalo que atrajo la atención de los maestros encargados y hasta de los chicos quienes vinieron con celeridad al lugar en donde me hallaba dándole una paliza a mis opresoras. Me detuvieron mis estrellas, porque estaba tan cegada por la ira que nada de lo que dijeron los maestros o los demás estudiantes me pudo detener.

Al ver lo que había ocasionado me sentí muy mal, no podía creer que yo sola pude pelear contra diez chicas y dejarlas heridas de esa forma. Solo oía murmullos a mi alrededor y las miradas de espanto de todos; mis ojos se llenaron de lágrimas mientras mis manos temblaban y lo único que creí conveniente fue correr sin rumbo alguno.

¿Qué fue lo que hice? ¿Cómo era posible todo aquello?

—¡Maia, espera! —Oía a lo lejos.

Heze me alcanzó minutos después, no pudo usar su poder enfrente de todos, sino cuando ya no estuvo a la vista de nadie. Me había adentrado en el bosque y solo había un poco de luz de luna iluminando el lugar.

—¿Estás bien? —Se podía notar la preocupación en su voz.



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En el texto hay: dioses, secretos, poderes

Editado: 02.10.2021

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