Capítulo 29
Quien ha perdido a alguien amado puede comprender lo que sentía, lo que pensaba. El dolor en mi corazón era fuerte, sin embargo, solo era el comienzo.
—Entrégate o los eliminaré a todos.
Escuché con claridad la voz de Cronos, aunque no lo podía ver, sabía que era una amenaza verdadera; él conocía mis debilidades y las estaba usando a su favor. En mis vidas pasadas siempre di mi vida para no tener que sufrir la pérdida de mis estrellas, porque creía que no podría continuar sin ellos; seguía creyendo lo mismo en mi última vida.
Abrí los ojos y divisé a Heze quien se mostraba preocupado, más por mi condición que por la de él.
—Tranquila, estoy aquí para cuidarte —musitó, acariciando mi cabeza—. Sé que es muy difícil afrontar todo esto, pero no te des por vencida, tú eres la chica más fuerte que he conocido.
—No creo que sea tan fuerte como piensas, yo... —tapé mi rostro mientras derramaba muchas lágrimas.
Mi compañero me rodeó entre sus brazos, a pesar de que al hacerlo le causaba dolor en sus heridas.
—Recuerda que no tienes la culpa de nada, nosotros decidimos arriesgar nuestra vida por ti.
—Heze, no sé hasta donde pueda aguantar, siento que todo esto ya es muy duro.
—Ten esto en mente: no te puedes dar por vencida después de haber llegado tan lejos. Spica y Zuben entregaron sus vidas para que tú logres crear la Constelación, ¿dejarás que sus muertes no hayan valido la pena? ¿Dejarás que quien acabó con ellos se salga con la suya?
Sus palabras pronunciadas con una voz tan firme me hicieron reflexionar y darme cuenta de que tenía razón: no podía permitir que Cronos se saliera con la suya y mucho menos dejar que las muertes de inocentes hubieran sido en vano. Spica, Zuben y cada una de mis estrellas confiaban en mí tanto como para dar su vida, yo debía ser fuerte y soportar el dolor hasta poder conseguir nuestra meta.
—No me voy a dejar ganar por Cronos y sus secuaces, no dejaré que se salga con la suya —contesté mirando a la nada—. Heze, debemos llegar hasta El Lugar Santo y cumplir con nuestra misión.
Nos pusimos de pie, mi compañero se empezaba a ver mejor, sus heridas estaban sanando rápido. Trataba de tener en mi mente la meta para no perderla de vista, aunque mi corazón roto luchaba por obtener atención.
Nuevamente emprendimos nuestra marcha usando la Piedra Pandora, abriendo el portal que nos llevaría al lugar de la fusión. Por segunda vez perdimos el curso y caímos sobre el tejado de una casa de campo, rodamos y Heze me sostuvo de la mano antes de caer. Esa vez los gritos que escuché fueron los de Kaus, él estaba sufriendo mucho, lo podía sentir, pero no podía hacer más que quedarme a esperar lo inevitable: su muerte.
Mi segunda vida pasó delante de mí dejando un gran vacío, arrancando una parte de mí que apenas estaba recordando, dejando solo el lamento de no haber aprovechado el tiempo que tuve con él.
Justo como los otros apareció enfrente, con una mirada cálida me habló:
—No me importa haber sido tu segundo amor, fui feliz de haber sido uno. Es en lo único que me permití ser el segundo, porque en todo lo demás sabes que soy el primero —sonrió como siempre lo hacía al presumir de sus cualidades—. Eres grandiosa, no tienes ni idea de lo que puedes lograr si te lo propones, recuerda que tienes parte de mi esencia, así que sé la mejor.
—Duele no haberte recordado antes, te juro que no volveré a olvidarte —lloriqueaba y él tomó mi mano derecha entre sus manos—. No sé cómo, pero los traeré de vuelta otra vez, no importa lo que tenga que hacer.
—Sé que puedes hacerlo, solo debes confiar más en ti y en tu poder, luego podrás conseguir todo lo que quieras —limpió mis lágrimas.
—¿En serio crees que podré vencer a Cronos?
—¡Podrás vencer a Cronos, eres la mejor! —Exclamó apretando mi mano como si tratara de darme fuerzas—. Ya debo irme... En lugar de decirte algo, en lugar de agradecerte, me quedaré a tu lado, aunque ya no puedas verme... Aunque ya no sea una gran estrella que brille en el cielo, seré una pequeña estrella que ilumine tu corazón en todo momento —lagrimas salieron de sus ojos.
—Siempre brillarás para mí —me puse la mano libre sobre el corazón y mis lágrimas eran un torrente de dolor.
—Te amo —susurró antes de desaparecer y el llanto no me permitió responder, pero no tenía dudas de que él sabía cuánto lo amaba.
Abrí mis ojos a pesar de que deseaba no hacerlo; otra pérdida que debía afrontar, no tenía mucho tiempo de haber perdido a Zuben. Por suerte no estaba sola, Heze estuvo allí para consolarme y ayudarme a mantenerme enfocada, y a no darme por vencida como pensé hacerlo cuando volví a escuchar la voz de Cronos amenazándome con matar a los demás si yo no me entregaba.
—Cada vez se hace más difícil continuar, me duele perderlos y continuar parece ser un reto para el cual no estoy preparada.
—No digas eso —tomó mi mano derecha—. Incluso si la tierra se divide, incluso si alguien sacude este mundo, nunca sueltes mi mano, por favor. Si no puedes sola, recuerda que estoy aquí para ser tus muletas y no dejarte caer.
Le di una mirada triste y a la vez llena de agradecimiento.
Usando el agarre de su mano me ayudó a levantarme y continuar con nuestro trayecto. No tenía que dejarme vencer por Cronos, parecía algo fácil de hacer, pero les aseguro que no lo era, no era fácil seguir adelante con el corazón destrozado y con los recuerdos torturándome.
Volvimos a usar el portal y solo habíamos avanzado un poco cuando de pronto una punzada en mi corazón nos hizo perder el curso de nuevo.
Otra de mis estrellas estaba siendo torturada hasta la muerte.